«EEUU nos ha comunicado que no pretende cambiar el «sistema»», anunciaba el ministro de Asuntos Exteriores de la Teocracia Islámica (TI) Hosein Amir Abdolahian con entusiasmo contenido, en medio de la masacre a los manifestantes pacíficos iraníes (al menos 320 en 50 días, de ellos 46 menores). Esta posición también ha sido proclamada a los cuatro vientos por el Gobierno de Biden: «EEUU no busca el cambio de régimen de Irán», dice Antony Blinken, Secretario de Estado, echando por tierra a las teorías de la «Revolución Naranja made in USA en Irán». Y, Robert Malley, enviado especial de EEUU para Irán, disipa cualquier duda al respecto: «Solo pedimos a la República Islámica respetar los derechos fundamentales de los iraníes», le ruega desesperado: no quiere más dolores de cabeza para los demócratas, con un pie fuera del poder.
Ahora bien. Una cuestión es que, por la lógica de la lucha de clases y las propias características «antinaturales» de la TI (una economía neoliberal con una superestructura medieval), su caída sea inevitable, y otra cosa bien distinta son las fórmulas que utilizará el imperialismo estadounidense y sus aliados europeos para impedir el establecimiento de una democracia política y económica en uno de los países más ricos y estratégicos del mundo.
Trágicos precedentes de injerencia extranjera
«Los caminos de Dios son inescrutables», dicen los creyentes, pero también lo son los del imperialismo: desde lanzar bombas nucleares sobre cientos de miles de civiles, hasta golpes de Estado, asesinatos selectivos de lideres enemigos, secuestrar a los antiguos aliados (general Antonio Noriega), matar a los viejos agentes (Sadam Husein o a Benazir Bhutto, una de las promotoras de Al Qaeda, por «hablar demasiado»), realizar acciones de falsa bandera, con «tarjeta de izquierda» o el reclutamiento de la extrema derecha religiosa (judía, cristiana, chiita, sunnita, budista, hinduista, etc.), para impedir el progreso social y político de países de interés, con el fin de controlarlos.
1945. Las fuerzas de la izquierda iraní proclaman la República Popular de Azerbaiyán y la República de Mahabad de Kurdistán al amparo del Ejército Rojo, presente en el norte de Irán (Tierra de los Arios) para impedir que fuese utilizado por las tropas «arias» de los nazis. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, EEUU amenazó a la URSS con bombas atómicas para que le cediera Irán: ¡Hecho! Tras la expulsión de Reza Pahlaví, colaborador de Hitler por los aliados, EEUU traslada al Sha, un chaval veinteañero, de Suiza a Teherán, quien envió, inmediatamente, al ejército para enterrar a aquellas repúblicas socialistas en Irán, junto con los cadáveres de decenas de miles de iraníes en todo un país que se había convertido en el escenario del primer pulso entre las dos superpotencias en la Guerra Fría.
1953. Las fuerzas de la izquierda y nacionalistas iraníes se unen para nacionalizar la industria petrolífera, animando al primer ministro Doctor Mossadeq que lo encabezara. Después de una brutal campaña de propaganda, acusándole de comunista, la CIA y el MI6 organizan un golpe de Estado, con la santa y seña de «Operación TP-Ajax», en la que TP era la sigla del Partido Tudeh (comunista) y Ajax un famoso detergente: Iban a limpiar Irán de comunistas: pero si Mossadeq ni legalizó al PT, ni a los sindicatos obreros, ni a la Organización Democrática de la Mujer, y a pesar de las advertencias del Tudeh mantuvo a los generales (que luego harán el golpe) en el mando del ejército. De nuevo, las cárceles se llenan de comunistas y miles son torturados y ejecutados. Aun así, durante la década de los 60, la izquierda iraní regresa con fuerza, y EEUU ordena aplastarla: una dura represión de SAVAK (el Mossad del Sha), más patrocinar el islam más anticomunista, antiprogreso y antimoderno: en vez de vivienda, puestos de trabajo, hospitales y escuelas, el dictador invierte miles de millones de dólares en levantar mezquitas por el vasto territorio del país. La experiencia del «nacionalcatolicismo», cuyo primer rasgo fue su odio hacia la izquierda, fue aplicada en todo Oriente Próximo y los países vecinos de la Unión Soviética.
1978. La revolución espontánea y sin liderazgo de Irán es secuestrada y abortada por el G4 (EEUU, Francia, Reino Unido y Alemania), quienes trasladan a un Jomeini desconocido de Irak a Francia, para convertirle, mediante el bombardeo de los medios, en el «Líder de la Revolución», a la que añaden el adjetivo «islámica» ¡Ninguna revolución ha sido religiosa! El acuerdo con el equipo de Jomeini se celebra en la isla centroamericana de Guadalupe y consiste en entregarle el poder en Teherán a cambio de coordinar sus luchas contra la URSS y la izquierda iraní, y mantener el país en la órbita del capitalismo. Además, una teocracia chiita reducía el peso de los países sunnitas, tradicionalmente cercanos a la URSS (Egipto, Irak, Siria).
Los cazas de Francia, país de la OTAN, escoltan al avión de Jomeini hasta la capital iraní, temiendo que fuese derribado por un misil soviético ¡En 1988 «alguien» derribó la aeronave de Zia-Ul-Haq presidente de Pakistán, un yihadista sunnita! Jomeini terminó el trabajo de la CIA y del Sha: convertir Irán en uno de los principales bases antiprogresista del mundo, ejecutando a decenas de miles de marxistas (entre ellos varios con 33 años de cárcel a sus espaldas), nacionalistas, musulmanes modernos, etc., las auténticas fuerzas anticapitalistas y anti imperialistas. Arrebató a los iraníes las más mínimas libertades, incluso personales, que habían conseguido el último siglo.
La colaboración entre los ayatolás y EEUU ha continuado hasta hoy
– 1980, Jomeiní mantuvo como rehenes a los funcionarios de la embajada de EEUU en Teherán, a petición de los republicanos, en campaña electoral, para impedir la reelección del demócrata Jimmy Carter: fue la gran «Sorpresa de Octubre»; a cambio recibió un buen trato por parte de Ronald Reagan, dinero y armas.
– 1985. Reagan negoció con los ayatolás para que el Hezbolá libanés, -creado por Jomeini para apartar a los partidos marxistas palestinos y debilitar a Yaser Arafat-, liberase a varios estadounidenses secuestrados, a cambio de que Irán pudiese comparar armas de Israel (¡sí, a Israel, principal beneficiario del islamismo!), para continuar una guerra criminal con un país enemigo del sionismo llamado Irak, que había ofrecido paz a la TI, y ésta la rechazó: «la guerra es una bendición de Dios», dijo Jomeiní. Luego, Reagan envió los 47 millones de dólares ganados de esta venta a los terroristas Contra nicaragüense: el escándalo fue llamado «Irán-Contra», y tanto Reagan como Jomeini, a pesar de engañar a sus pueblos, se mantuvieron en el poder.
– La TI siguió cooperando con la OTAN en sus agresiones militares a Afganistán en 2001 y a Irak, tanto en 1991 como en 2003, bajo el argumento de que los Talibán y Sadam Husein eran enemigos de Irán, cuando las bombas de la Alianza sepultaban a cientos de miles de «musulmanes» desarmados, no a Husein ni a los Talibanes. Los convoyes de la OTAN llevaban la bandera alemana en su paso por el territorio iraní hacia Afganistán. Colin Powell llegó a agradecer la colaboración de los jomeinistas. También hoy, Alemania mantiene sus estrechos lazos con la TI: es el socio comercial más importante de Irán en la UE. Y sigue respaldando a los islamistas, hoy mediante la empresa Arvancloud, que le construye un internet «nacional», para que se pueda cortar la conexión de la sociedad iraní con el mundo, como si se tratara de la época feudal y tribal. Por otra parte, Carpo, un think tank alemán, dirigido por los agentes de la TI, recibe cerca de un millón de euros anuales del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán para proyectos de mejorar el «diálogo entre Irán y sus vecinos».
– Durante la supuesta lucha de EEUU contra el Estado Islámico, criatura de la CIA, en Siria (que le sirvió para instalar bases militares en este país, sin esfuerzo propio) e Irak, el Ejército Qods, rama exterior de los Guardianes Islámicos, encabezado por Qasem Soleimani, coordinaba estas «batallas» en dichos territorios con el Pentágono, bajo el pretexto de «no pisarse mutuamente».
– El «Yihadismo» sunnita y chiita están cumpliendo los cinco objetivos de EEUU en el mundo: de ninguna otra manera el imperialismo habría podido desmantelar las conquistas de los pueblos en el mundo como lo ha hecho.
Uno de los errores de algunos analistas es centrarse en los «Estados» que no en las clases sociales mundiales: el capitalismo mundial (disfrazado de distintos credos o de ninguno) ha logrado destruir los logros de las clases trabajadoras del planeta, en Oriente (salvo en China) y en Occidente.
Hoy, EEUU controla la totalidad de los recursos naturales de Irán: impide que los iraníes u otro país los explote. La «independencia» – que es la capacidad de impedir que las decisiones de otros países influyan en los proyectos de una nación para su desarrollo-, de Irán de hoy a EEUU es menor que durante la dictadura del Sha: hasta el precio del pan y cebolla de la mesa de los iranís se decide en la Casa Blanca, gracias a un clérigo incompetente, corrupto, antiraní (nación «extranjera» para los islamistas arabizados), que en lo único que se ha dedicado es saquear Irán, matando a sus críticos y opositores a loa que llama «enemigos». El precio del dólar bate el récord: alcanza los 340.000 riales, cuando en 1978 valía 7o riales, en un país donde la economía islámica ha destrozado el tejido industrial del país a beneficio de la burguesía comercial (Bazar) parasitaria, que importan prácticamente todo del extranjero.
Demócratas y republicanos
«Nos equivocamos en no apoyar la revolución iraní del 2009», dijo Barak Obama, entonces presidente de EEUU, desacreditando, una vez más, a los teóricos de «la Revolución naranja Made in USA para Irán». Sin embargo, y como lo dijimos entonces, los intereses de EEUU en aquel momento exigían a Obama, que sólo llevaba seis meses en el poder, impedir la caída de la TI, puesto que sus prioridades declaradas eran otras: paliar la crisis financiera mundial del 2008, salir de Irak, reforzar sus efectivos en Afganistán y seguir con las operaciones militares en Pakistán. Una caída de la TI habría disparado el precio de petróleo, impidiendo poner en orden la economía; además, al no haber preparado una alternativa para colocarla en Teherán (como hizo Carter en 1978 con Jomeini), temía un vacío de poder en un país como Irán. Por lo que, envió una carta de felicitación a Ahmadineyad (que ahora sí confiesa aquella farsa electoral, aunque echa la culpa al caudillo Ali Jamenei), y luego empezó a negociar con la TI el tema de las armas nucleares, y los ayatolás le pidieron que no derrocase a Bashar al Asad, su único aliado en la zona. Mientras Siria alberga una veintena de bases militares de EEUU y han muerto medio millón de civiles, destruidas las vidas de la totalidad de la población, el dictador y su régimen capitalista se mantienen intactos.
Es obvio que ninguna de las potencias mundiales se molestará en «defender a los iraníes» en esta batalla tan desigual y seguirá defendiendo sus propios intereses.
En el caso de EEUU, ni los demócratas ni el propio Alá puede salvar hoy a la TI, sobre todo ahora que las protestas se han convertido en una revolución y que los ayatolás carecen de una figura poderosa como era Ghasem Soleimani: capaz de mantener el terror en el pueblo y a raya a los aspirantes al poder.
Los demócratas: Lo más probable es que este partido haga lo que hizo Obama durante la Primavera de Egipto en 2009: cambiar de postura varias veces y sin acertar. Empezó por pedir a Mubarak a realizar reformas, para poco después forzarle a dimitir (cosa que los saudíes nunca le perdonaron: fue el único presidente de EEUU al que no le recibieron con honores en el aeropuerto de Riad), colocó a Mohammad Morsi de la organización de extremaderecha sunnita la Hermandad Musulmana (HM), pensando en el vecino israelí: de ninguna manera iba a permitir un régimen progresista que apoyara la causa palestina. Ignoró, además, la composición de los manifestantes, en su gran mayoría jóvenes que querían trabajo, vivienda, libertades, etc. Y cuando los wahabíes saudíes decidieron pagar 12.000 millones de dólares al general Al Sisi para hacer un golpe de Estado contra la rival HM, encarcelando a Morsi, Obama simplemente alució. Su «Estrategia de las tijeras» («Scissors Strategy»), que consistía en una cohabitación entre los HM y el ejército, fracasó: ganaron los republicanos estadounidenses que querían a los generales en poder y a la HM en la cárcel. Para ello, el senador McCain viajó a El Cairo dos veces, para encontrarse con los oficiales del ejército, mientras Obama enviaba al vicesecretario de Estado, William Burns, para visitar a los islamistas encarcelados.
Esta facción del establishment de EEUU hará todo lo posible para que, al menos antes del fin del mandato de Biden, no haya cambios en la oligarquía clerical-militar de Irán. Otra cosa es el «postureo» descafeinado de algunos mandatarios occidentales, que sin condenar a la TI por sus aberrantes crímenes, le han pedido «matar menos»: Pues, no pueden ignorar ni la legitimidad del levantamiento popular en Irán, ni la presión de las fuerzas progresistas, sobre todo a las feministas, ni renunciar a sus huecos discursos sobre los «derechos humanos».
Cierto es que, tanto en Bruselas como en Washington, están tanteando con diferentes opciones de la oposición derechista iraní, pero, la velocidad de la revolución es tal que ha dejado caducada estas opciones como podrían haber sido Farah Diba: «no queremos ni rey ni ayatolás» se está coreando en las protestas, o aquellas «mujeres» candidatas iraníes que solo hablan del velo, mientras los pensionistas, campesinos, obreros de petroquímica o los estudiantes plantean sus reivindicaciones. Elevar al poder a un islamista «moderado» desde el interior de Irán, que será incapaz de crear puestos de trabajo, instalar un federalismo en Irán (con 12 nacionalidades distintas, y que son la mayoría de la población), o desmantelar el sistema patriarcal, será una nueva fase de la continuidad de la actual lucha.
Los halcones de EEUU de ambos partidos, Israel y el régimen islámico, como señalamos hace unos años, optan por canalizar estas protestas hacia una larga guerra civil, salvando sus intereses. Para el Pentágono, que no ha parado de cambiar el mapa político del mundo tras el fin de la URSS, creando miniestados o simplemente Estados fallidos, el objetivo siempre ha sido un Irán grande y potencialmente poderosos, que no la teocracia medieval. Mientras, suceden, en esta línea, dos acontecimientos, preocupantes:
1. El regreso repentino al poder de Benjamín Netanyahu en Israel
2. El atentado contra el ex primer ministro pakistaní Omran Khan, que fue eliminado del poder (por EEUU) al intentar jugar la carta rusa. Este país comparte con Irán la región de Baluchistán, donde la TI ha hecho sus últimas matanzas: casi la mitad de los asesinados en los 50 días de las protestas son baluches.
La revolución iraní sigue su curso, con entusiasmo porque pone fin a la era más oscura de los últimos siglos de esta vieja tierra, y la preocupación por la incertidumbre.
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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Público. Fuente: //www.nazanin.es/, Público.es
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