Dejate de joder Amodio

La actual peripecia “Amodio” que hace ruido en nuestras cabezas fue disparada por él mismo y por el periodista que aceptó el desafío de ir a buscar la voz que faltaba, con la intención de desenterrar los misterios de la vieja peripecia “Amodio”. Hoy habla, luego de callar durante 40 años, tal vez porque ya había “hablado” demasiado.

Amodio

“Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto… las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras-, para que escuches complacido, la voz de las Sirenas” (La Odisea)

La actual peripecia “Amodio” que hace ruido en nuestras cabezas fue disparada por él mismo y por el periodista que aceptó el desafío de ir a buscar la voz que faltaba, con la intención de desenterrar los misterios de la vieja peripecia “Amodio”. Hoy habla, luego de callar durante 40 años, tal vez porque ya había “hablado” demasiado.
Las otras voces, la de los que se quedaron cumpliendo penas en el fondo de un aljibe no fluye como los medios quisieran. No hay explicaciones fáciles. Hace un par décadas una Conferencia internacional de historiadores y científicos sociales, se dio cita en un pequeño pueblo de Italia que tenía fantásticas condiciones para un trabajo de campo con los sobrevivientes de horribles crímenes perpetrados en la segunda guerra mundial por una compañía nazi que se batía en retirada. Los expertos no obtuvieron de los viejos protagonistas del horror las respuestas esperadas.

Se necesita mucho más que un título de periodista o de comunicador, mucho más que el oficio de articulista o de “opinólogo” para entender la historia y analizarla en la riqueza de su contexto y en la contundencia de su profundidad. De ese modo, si te guía la honestidad intelectual podrás transmitirla, si esa es tu función, aproximándote apenas a la verdad.

Ninguna vergüenza

El pasado nunca vuelve con la objetivad de su crudeza real cuando los protagonistas lo cuentan. Siempre está teñido con el barniz que le dan los años y la impronta del cronista. Mucho más en estos tiempos de posmodernidad donde la ciencia histórica tiene mucho trabajo, desafiada por ese paradigma “posmo” que da veracidad a todos los relatos; en resumen que no hay diferencia clara entre la realidad y la ficción. Sin embargo la diferencia existe.

Por eso tal vez, Gabriel Pereyra, periodista de El Observador que accedió al contacto con Amodio Perez se encuentre tan “frustrado y avergonzado”. La primera impresión es de solidaridad con el profesional y el ser humano que se confiesa, desde mi punto de vista auténticamente conmovido por el impacto personal de su trabajo.

Luego, la reflexión desdramatizada y serena nos lleva inevitablemente a percibir que, el intrépido entrevistador de Amodio no preparó su alma y su conciencia para las catastróficas consecuencia personales, que significaría abrir esa caja de Pandora.

A la corta y a la larga

No soy MLN, nunca lo fui. La idea de la lucha armada en las circunstancias del Uruguay de la década del 60, me parece una estrategia errónea y desgarradora, sobre la que no voy a agregar nada, porque ya lo han hecho autocríticamente sus propios inventores.

No todo el mundo se llama a silencio cuando no tiene un verdadero aporte que hacer.

Algunos escribidores tienen la disculpa de que su perspectiva generacional no los ayuda y en “Cuatro cosas que no me cierran…” un joven periodista de El Observador, que todavía no iba a la escuela cuando muchos luchábamos contra la impunidad, vuelve sobre una clásica y grosera mala interpretación de los hechos al comparar la amnistía para los presos políticos del 85 con la ley de caducidad. Los presos amnistiados en su mayoría no habían sido guerrilleros, pertenecían a organizaciones (sindicatos, gremios estudiantiles y partidos) completamente legales hasta el golpe de estado, y los tupas habían estado doce años presos que se computaron por tres debido a las condiciones infrahumanas. Los milicos torturadores y asesinos nunca habían estado presos cuando la caducidad los exoneró de ser juzgados.

Otros escribidores de prestigiosas páginas punto.com ya no son disculpables, tienen los años y la trayectoria necesaria para no entreverar tocino con velocidad. Por eso cuando coquetean con la idea de responsabilizar a los tupas por el golpe de estado en “El nombre de la trama”, son conscientes de que esa interpretación ya no soporta el más básico análisis histórico y que resulta más trasnochada aun, luego de la desclasificación de los documentos del Departamento de Estado de EEUU, que revela los detalles del impresionante plan para aplastar a las fuerzas progresista de América Latina, aunque ellas fueran legales, democráticas, y tuvieran una estrategia electoral.
“A la corta puede que la historia la hagan los vencedores. A la larga, los aumentos de la comprensión histórica han salido de los vencidos” (R. Koselleck).

Desarticulando la guerrilla

Me pregunto si Pereyra y sus colegas tienen alguna idea de cómo se rinde un bando derrotado, de cómo se negocia una paz, de cómo se desarticula una organización que tiene un marcado funcionamiento “clande”, con miembros desperdigados por lugares insospechados. Me pregunto si los analistas de facilonga crítica con el diario del lunes imaginan siquiera, cómo desarman y desmovilizan a sus compañeros los líderes vencidos, ante el reclamo del bando triunfante que amenaza con no dejar títere con cabeza. La idea que acabo de enunciar ni siquiera puedo describirla en detalle, pero cualquiera puede advertir su complejidad y entender que no resiste la menor simplificación.

Huidobro vs Amodio

Creo que “el Ñato” Fernandez Huidobro debería estar en su casa, no sé si comparto todas las críticas que se le hacen, pero tengo claro que ya no está en condiciones, por cuestiones de salud física y mental de seguir en su cargo. Estaría mejor disfrutando de un descanso, dedicado a escribir sus ocurrencias, lo que hace muy bien. Así dejaría de enrarecer el aire con sus ironías y sarcasmos que ya tienen larga data. También tengo la convicción de que compararlo con Amodio es un mamarracho descomunal, porque una cosa es salir a implementar el desmantelamiento exigido por los ganadores para negociar la paz y otra salir a entregar compañeros para comprar su libertad. No es necesario aclarar quién hizo qué.

Vaya a saber si Amodio fue tentado a regresar, si cree seriamente que no hizo lo que hizo o si simplemente busca la redención de su conciencia. Creo que ya no importa ni siquiera lamentar su aparición, porque lo que es…es. Para los confundidos, que alimentan dudas con sana inocencia, y no logran identificar quien es quien, siempre es posible apelar a la inefable creatividad de la sabiduría popular: “si levanta la pata como perro, ladra como perro, y menea la cola como perro …es perro”.

Finalmente, resulta tragicómico que los mismos que fueron a buscar a Amodio que le entregaron sus medios de comunicación, que apuntalaron el show, hoy se quejan del espacio que ocupa el tema en la consideración pública. En esa salsa se cocinan y ofenden la inteligencia de la gente.

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