Testigos aseguran que Mangini ingresó armado al liceo en 1972
Las actas de la Comisión indican que los profesores Jaime Freglich y María Luisa Silveira Zabala, identificaron al mayor (r) Mangini como uno de los miembros de la JUP que ingresaron armados al Liceo Nº 8, la noche que fue asesinado el estudiante Santiago Rodríguez Muela, expresó Veiga.
El testimonio de Veiga, quien era diputado por el PDC, y como miembro informante de la Comisión en el pleno de la Cámara Baja pidió la remisión de los antecedentes de la Justicia, desmiente los dichos del militar ante el juez Luis Charles, durante la primera audiencia.
El mayor (r) Mangini afirmó ante Charles que concurrió al Liceo Nº 8 ante «un llamado a estudiantes demócratas por los sucesivos problemas que había en la enseñanza», pero que él «no portaba armas de fuego aunque sé que había otros que portaban».
La audiencia fue seguida por unas treinta personas, entre las que se destacaba el Redactor Responsable del diario LA REPUBLICA, Carlos Fasano, los abogados Hebe Martínez Burlé y Pablo Chargonia, la activista por los derechos humanos Sara Méndez y el dirigente del PIT-CNT, Luis Puig, entre otros.
No fue aislado
El «asalto» al Liceo Nº 8 «no fue un hecho aislado» porque durante ese período «se sucedían hechos similares en otros liceos de la capital» y «la Comisión constató que, en muchas circunstancias, (los responsables) eran protegidos por algún oficial policial o de las Fuerzas Conjuntas», dijo Veiga ante el magistrado.
La investigación de la Comisión reveló que «las Fuerzas Conjuntas y la Policía facilitaron la desaparición de las armas» que utilizaron los miembros de la JUP esa noche, así como que «la presunta arma homicida fue ‘vaciada’ en el exterior del recinto», aseguró Veiga.
El mayor (r) Mangini «fue interrogado por la Comisión» y se determinó que «estuvo en el Liceo Nº 8″ como integrante de una «organización u organizaciones que accionaban en distintos centros de enseñanza» dentro del «contexto de la discusión de la ‘Ley de Enseñanza'», expresó.
La Comisión recogió «volantes, pintadas y textos escritos que expresaban la ideología de estos grupos, obviamente anti-democráticos» que, «amparados en la impunidad que les ofrecían sectores de la Policía y las Fuerzas Conjuntas», accionaban en el ámbito de la enseñanza.
La mosqueta
El párroco de Río Branco, Jorge Osorio, fue detenido la noche del asesinato de Rodríguez Muela, en las afueras del Liceo Nº 8 y conducido a la Seccional 9ª como uno de los miembros de la «patota» de la JUP, cuando nada tenía que ver con los hechos que se sucedieron.
El entonces seminarista, contó al juez Charles que, durante su detención, se le realizó la «prueba de parafina» a todos los implicados, pero «nos dijeron que nos quedáramos tranquilos, que la prueba estaba arreglada, que iba a dar negativa».
Los tres seminaristas detenidos esa noche estuvieron «aislados y sin visitas», mientras que «ellos recibieron a familiares, diarios y conversaban con la Policía», además de comentar que «en el grupo estaría quien había disparado, pero no se lo identificó», dijo Osorio.
Asamblea y asalto
Los miembros de la JUP estaban «atacando y hostigando diferentes liceos» por lo que los «padres, docentes y estudiantes del turno nocturno» del Liceo Nº 8 organizamos una «asamblea para prevenir esos ataques», declaró la viuda de Rodríguez Muela, Susana Escudero.
«Santiago había estado detenido un tiempo antes, por las Medidas Prontas de Seguridad (…) y por eso yo le escribí una carta diciéndole que no vaya, que se cuide. Pero él fue igual», relató Escudero.
«Con Santiago nos quedamos por fuera de la asamblea (…) en tareas de prevención, de seguridad» del liceo «cuando escuchamos fuertes golpes». «Santiago sale corriendo y yo atrás (…) nos metemos en un salón y nos acorralan a los dos. Camina hacia atrás, vuelve y se cae al lado mío», contó Escudero.
«Un padre levanta a Santiago, dice que está herido y se lo lleva. Después fue todo muy confuso. Nos sacan para afuera y nos forman contra la pared. Yo pensaba en qué le había pasado a Santiago. Recuerdo que descargan un arma, que se envuelven con bufandas la cara y que estaba ‘el Manco Ulises'», expresó.
Lo levantó en andas
La emoción en el rostro de Júpiter Irigoyen era evidente, cada vez que de sus ojos brotaban lágrimas de angustia contenida por más de 35 años de «silencio», que se rompieron cuando concedió la entrevista al periodista Roger Rodríguez.
Irigoyen dijo que estuvo esa noche en el Liceo Nº 8 porque «los botijas estaban ansiosos, querían ofrecer resistencia porque estos ‘mafiosos’ querían asaltar el liceo», pero les explicamos que «todos los padres armados no podían resistir a estos profesionales de las armas».
«Decidí hablar porque en el artículo de LA REPUBLICA se plantea que el estudiante fue herido en la disparada, pero a él lo asesinaron adentro del liceo por su valor. Me da la impresión de que él ya estaba marcado para matarlo», dijo Irigoyen.
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