ganadores y perdedores

Cambio de fuerzas: los ganadores y los perdedores de las elecciones nacionales en Uruguay

Las próximas semanas definirán no solo el resultado del balotaje, sino también la capacidad de los partidos para adaptarse y recomponerse en un ambiente cada vez más competitivo.

Las elecciones de 2024: cambios y continuidades en el sistema político uruguayo
Las elecciones de 2024: cambios y continuidades en el sistema político uruguayo

Las elecciones nacionales de Uruguay, celebradas el 27 de octubre de 2024, han marcado un hito en el escenario político del país. Con un sistema político en constante evolución y una ciudadanía cada vez más exigente, los resultados preliminares de esta contienda electoral ofrecen una perspectiva interesante sobre las dinámicas partidarias y el futuro del país. Algunos partidos fueron ganadores, mientras que otros fueron perdedores, todos en mayor o menor medida.

Para empezar, el gran perdedor de estas elecciones ha sido Cabildo Abierto, que experimentó una notable reducción en su votación, cayendo 8.6 puntos porcentuales en comparación con 2019, lo que ha significado su virtual salida del mapa político y, sin duda, una pérdida de fuerza dentro de la coalición multicolor.

El partido del ultraconservador y militar retirado, Guido Manini Ríos, no logró obtener representación en el Senado y quedó con solo dos Diputados. Este dato revela no solo la polarización del electorado, sino también la búsqueda de alternativas dentro de un sistema que parece estar experimentando una profunda reconfiguración.

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Los grandes ganadores de las elecciones nacionales

Por otro lado, el Frente Amplio (FA) y el Partido Colorado (PC) han emergido como los verdaderos ganadores de esta elección. El FA incrementó su votación en 4.3 puntos porcentuales respecto a 2019, consolidándose como una opción viable en un escenario de creciente descontento social y político.

El PC también tuvo un desempeño notable, aumentando su apoyo en 3.5 puntos. Este crecimiento puede interpretarse como una respuesta a la fragmentación del electorado, que ha llevado a los ciudadanos a revaluar sus alineamientos políticos en busca de estabilidad y continuidad en sus políticas.

Sin embargo, se puede inferir que la derrota de Cabildo Abierto es sintomática de una tendencia más amplia en el sistema político uruguayo, con nuevo actores que entraron a la cancha para captar votos mucho más específicos, algo así como sibaritas del voto que encontraron “nichos de mercado” electoral muy particulares y no explotados antes, como es el caso de Gustavo Salle Lorier (del que hablaremos más adelante).

El Partido Nacional (PN) también ha experimentado una pérdida, aunque menor, de 2.2 puntos porcentuales, lo que sugiere que el electorado está en busca de nuevas propuestas y que los partidos tradicionales enfrentan desafíos significativos al encantar a los votantes.

El Partido Independiente (PI), del actual ministro de Trabajo, Pablo Mieres, crece un 0.7 puntos porcentuales respecto a su votación de 2019, pero sigue siendo uno de los socios más pequeños de la coalición.

Mientras tanto, el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), de César Vega, y la Asamblea Popular (afín al FA) han desaparecido del panorama político, y varios partidos no lograron obtener los votos necesarios para contar con representación en la Cámara de Representantes. Este fenómeno, conocido como la fragmentación del sistema de partidos, pone de manifiesto la necesidad de renovación y adaptación ante los cambios que buscan los votantes.

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La nueva configuración de poder en Uruguay exige diálogo y alianzas

En términos de bloques, el FA avanzó 4.3 puntos respecto a 2019, pero aún se encuentra casi 4 puntos por debajo de la votación alcanzada por Tabaré Vázquez en 2014, lo que sugiere que, aunque se ha recuperado parcialmente, el FA no ha logrado recuperar la confianza de una mayoría significativa del electorado.

Por su parte, la coalición de la derecha, cuya retroceso de 6.7 puntos porcentuales refleja, en gran parte, el impacto de los resultados del balotaje de 2019, se enfrenta a un dilema: cómo reconquistar a un electorado que muestra señales claras de disenso y cambio.

Lo que resulta llamativo de los resultados es que, a pesar de la votación de los electores, el FA logra obtener una mayoría en el Senado, con 16 senadores, aumentando así en tres la cantidad de representantes en comparación con 2019. Esta victoria permite al FA mantener una influencia considerable en la formulación de políticas a nivel legislativo, incluso si no logra ganar el balotaje.

En contraste, el Partido Nacional pierde un senador, que pasa al Partido Colorado, lo que reduce su capacidad para ejercer control sobre la agenda legislativa. Este cambio podría mostrar, en parte, la fragmentación del voto y la incapacidad de algunas agrupaciones para consolidar una mayoría eficaz.

En la Cámara de Representantes, el escenario es más complejo, con el FA quedando en minoría a pesar de haber aumentado su representación a 48 diputados: es, sí, la bancada más grande, pero la coalición derechista se aglomera como un muro duro de atravesar.

La situación se complica aún más por la llegada del partido de Identidad Soberana, del abogado Gustavo Salle Lorier, que, con dos diputados, se convierte en un actor crucial en la nueva configuración legislativa. Se pronostica que va a ser un jugador notorio y ruidoso, por el estilo controvertido de Salle y sus ideas reaccionarias – algunas veces partiendo de ideas conspirativas – ya que critica por igual al Frente Amplio como a la coalición derechista, entonces sus votos serán cortejados y seducidos por ambas fuerzas

Al observar el panorama interno de los partidos, es evidente que las luchas internas y la fragmentación también marcarán el futuro de la política uruguaya. Dentro del Frente Amplio, el Movimiento de Participación Popular (MPP) ha obtenido una aplastante mayoría, con un 69.4% del total, lo que indica una consolidación de poder interno que podría ser tanto una fortaleza como una debilidad, dependiendo de cómo manejen las disidencias y las expectativas del electorado.

El Partido Comunista (PCU) ha quedado reducido a un 12%, lo que pone de manifiesto la erosión de su base de apoyo y la necesidad de reformas.

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