ENTREVISTA

Caetano: «Esta pandemia abre espacios para injusticias, persecuciones y ajustes económicos interesados”

Para Caetano, en tiempos de cuarentena, el gobierno comete un “error” al enviar al Parlamento el Proyecto de Ley con Declaratoria de Urgente Consideración y además toma un “riesgo que asume de forma innecesaria”.

Gerardo Caetano. Foto de archivo: LARED21
Gerardo Caetano. Foto de archivo: LARED21

¿La pandemia traerá una nueva época?

Esa es la gran pregunta. Cuesta responder en medio de tantas incertidumbres, a veces me invade un ensimismamiento reflexivo. Hay que ser cauteloso. Ya estábamos hace tiempo transitando un cambio de época, incluso un cambio civilizatorio en múltiples aspectos. Además, el coronavirus no nació por generación espontánea. Lo primero que debemos indagar en cómo se llegó a esta pandemia y cómo esta ha pegado tan fuerte incluso en países y regiones muy poderosas. El coronavirus finalmente lo que viene a demostrar apunta a las fuertes debilidades de modelos y pautas de convivencia globales que ya estaban en entredicho pero hoy lo están mucho más. Hagamos una lista corta de procesos y tendencias que facilitaron la llegada de esta pandemia y su enorme impacto: la desprotección medioambiental, la crisis del multilateralismo y la ausencia de mecanismos de cooperación realmente vigentes, la inviabilidad y la peligrosidad de los esquemas de capitalismo salvaje, lo absurdo e inmoral de las desigualdades tanto a nivel de las sociedades como de países y continentes, la poca centralidad otorgada a la ciencia y a la investigación tecnológica en los países con bajo desarrollo, todas nuestras pautas de consumismo totalmente irracionales, la necesidad de nuevos pactos interculturales de proyección global que sin colonialismos nos permitan a nivel macro ciertos acuerdos básicos, la terrible emergencia de nuevos autoritarismos antidemocráticos, de líderes mesiánicos que actúan en forma irracional pero que encuentran apoyo popular, etc., etc. 

Ansío que la pandemia sea una oportunidad para que intentemos la forja de una nueva época mejor.

La lista podría ser casi infinita. Pero para responder a tu pregunta lo primero es investigar cómo llegamos a la pandemia, el antes de. No soy proclive a relatos conspirativos aunque hoy salen a publicidad mundial informes, anuncios e incluso advertencias que se planteaban en los años pasados y que apuntaban a que algo así no solo era posible sino hasta previsible. La ausencia de pensamiento estratégico también provocó esta pandemia y sobre todo sus efectos devastadores para los que no estábamos preparados.  Yo ansío que la pandemia sea una oportunidad para que intentemos la forja de una nueva época mejor. Creo efectivamente que hay abundante evidencia sobre que las agendas pero también muchos de los libretos previos han explotado, se han quedado sin sustento, no resultan aptos para enfocar lo que viene. Nuestra convivencia cotidiana cambiará sin duda en cosas muy concretas, para bien y para mal. Pero esta situación de cuarentena es también un tiempo de indefensión. No advertirlo es de una enorme imprudencia. Hay más espacio para injusticias y persecuciones, para los liderazgos “predestinados”, para los ajustes económicos interesados, hay menos rendición de cuentas, hay menos capacidades para protestar frente a situaciones injustas, los más débiles son aún más débiles. Parece haber “carta blanca” para demasiadas cosas y supuesta justificación para medidas inaceptables. Hay razones para el pesimismo si uno ve el mundo y la región. Pero también las hay para un realismo radical, de ir a “la raíz”. Puede plantearse optimismo a partir de las redes de solidaridad que también han surgido, al papel de los médicos y de los científicos, a gobernantes que apuestan a la razón y al pragmatismo, a la moderación democrática. 

Si volvemos para atrás y tomamos la visión de inseguridad dominante en los años pasados en el país, aunque el foco esté puesto en otros temas, es muy claro que los problemas persisten.

 ¿La inseguridad parece haber sido desplazada por la salud y la economía?

La pandemia es en sí mismo un enorme tema de inseguridad. Resulta necesaria una visión integral de esos problemas. Si vemos la desprotección sanitaria de los barrios más pobres, la ausencia de reflejos como sociedad y como Estado frente a contingencias críticas que usualmente no tenemos, los problemas de vulnerabilidad estructural de nuestra economía y de nuestra sociedad frente a eventos de esta magnitud, la expansión de nuestros miedos, no podemos sino sentir zozobra y buscar una visión integral sobre lo que vemos. Pero si volvemos para atrás y tomamos la visión de inseguridad dominante en los años pasados en el país, aunque el foco esté puesto en otros temas, es muy claro que los problemas persisten. No podría ser de otro modo. Aunque a menudo me pregunto si sabemos realmente lo que está pasando en varios planos, porque estamos absorbidos por la cuestión de la pandemia y la sobre-información, los asesinatos y la violencia doméstica siguen a niveles feroces entre nosotros. El narcotráfico no está respetando la cuarentena. Es muy pronto para evaluaciones prudentes sobre el éxito de las nuevas políticas. Pero creo que todos podremos coincidir en que el tema de la inseguridad y los fantasmas que genera están muy fuertemente radicados. Y requieren políticas integrales, que refuercen a la vez medidas represivas contra el delito y políticas sociales de largo plazo para contrarrestar sus causas más profundas. Sin caer en punitivismo ni en visiones idílicas. No hay que establecer como alternativas irreductibles políticas que la mera sensatez impone como complementarias. Lo mismo pasa en las respuestas frente a la pandemia: las medidas sanitarias no deben ser vistas como alternativas a la necesaria atención de las consecuencias sociales, económicas y hasta psicológicas del confinamiento.  

Celebro que el gobierno haya ido a buscar el asesoramiento de científicos de la valía indiscutible como Rafael Radi, Henry Cohen y Fernando Paganini.

¿Hay que pensar ya en el día después? ¿Se puede comparar este momento con qué momento de la historia? 

Antes que nada, hay que problematizar la noción del “día después”. En un sentido estricto no lo habrá. En su lugar se dará, como por suerte ya muchos empiezan a enunciar, una transición larga cuya extensión precisa no conocemos. Tendremos que entrar en un período de “grises”, en una “nueva normalidad” como bien decía el Presidente (Luis Lacalle Pou), en políticas que casi de manera insoslayable estarán sometidas al “ensayo” y al “error”, a pasos pequeños pero seguros, aunque tal vez cambiantes. Para ello se impone el pragmatismo en su mejor sentido y el respaldo directo del conocimiento científico. Ambas cosas son centrales y complementarias. Celebro que el gobierno haya ido a buscar el asesoramiento de científicos de una valía indiscutible como Rafael Radi, Henry Cohen y Fernando Paganini. Conozco muy bien a los tres y creo que la comunidad científica uruguaya tiene una representación de lujo y de proyección internacional para apoyar al país en esta coyuntura crítica. Y también es extraordinario el peso de las instituciones académicas en todo este proceso, como los aportes formidables de la Universidad de la República, del Instituto Pasteur, de las Academias de Medicina y de Ciencias, entre otros. Son momentos en que el conocimiento crítico y sustentado debe predominar en la mente de los gobernantes sobre los chispazos de la opinión que, en clave muchas veces frívola y no sustentada, reinan en las llamadas “redes sociales”. Y esto incluye también otros asesoramientos para que la respuesta ante la pandemia sea verdaderamente integral. Los impactos económicos, sociales, culturales, psicológicos, del coronavirus, también es bueno que cuenten con asesoramiento científico de calidad probada. Con sentido nacional y con responsabilidad, hay que salir a buscar a quienes puedan aportar, más allá de donde vengan.  

¿Queda demostrado la importancia de la inversión en ciencia y tecnología e infraestructura tecnológica?

Por supuesto. Este es un tema en que el impacto de la pandemia nos debería obligar a cambiar. La comunidad científica nacional ha vivido en las últimas décadas una “revolución silenciosa”, con la consolidación de miles de investigadores y de institutos de valía internacional. Sin embargo, la exigencia sobria, casi minimalista, de llevar la inversión en ciencia y tecnología al 1% del PBI, a pesar de ser un compromiso asumido en la campaña electoral de 2014 por todos los candidatos presidenciales, en los hechos  se incumplió. Y allí había y hay un gran proyecto. No solo se trata de mayor financiamiento para que los investigadores jóvenes puedan quedarse en el país o para que se pueda proyectar mucho más la capacidad ya instalada en nuestros circuitos académicos y científicos. Es necesario también que se acuerde en políticas científicas integrales, que asuman las mejores experiencias practicadas en el mundo y se termine de una vez con esas ideas equivocadas de que un país como Uruguay solo puede copiar, solo puede consumir la ciencia que se hace en los países desarrollados y a lo sumo agregar aplicaciones con ingenio tecnológico. El ejemplo muy virtuoso y lleno de coraje -pues es una tarea dificilísima en la que nadie tiene el “atajo a la verdad”– que estamos viendo en el actual asesoramiento de científicos al gobierno, realmente invita a la esperanza de que la respuesta a la pandemia permita otros avances en este campo. Es un tema central y el mundo desarrollado hace décadas que camina en esa dirección. Es incluso la opción que privilegian los países pequeños –nuevamente Finlandia podría ser ejemplo- para profundizar y calificar sus políticas de desarrollo. En Uruguay una visión realista debería sustentar amplios consensos en esa dirección, en una clave integral, interdisciplinaria y sin disciplinas vetadas o ignoradas, sin estrecheces tecnologistas ni de ningún tipo.  

La ciudadanía uruguaya, sin desmedro de sus posiciones políticas o ideológicas, si las tiene, la mayoría está más para apoyar que para confrontar, lo que no significa dar cheques en blanco para nadie.

¿Cómo viste los sondeos de opinión pública respecto al desempeño del gobierno?

Hay que ser prudentes también en esto. Este gobierno no había terminado de instalarse cuando debió enfrentar este desafío inédito de la pandemia. En materia sanitaria lo viene haciendo muy razonablemente, con prudencia y buen asesoramiento. En todo el mundo, mucho más frente a un gobierno que se inicia y que debe enfrentar este tipo de amenazas, la opinión pública tiende a apoyar a los gobiernos. Salvo situaciones de políticas catastróficas e irracionales, los ciudadanos tienden a apoyar a los gobernantes que actúan razonablemente ante situaciones extremas. Y esta lo es. Solo hay que mirar al mundo y ver lo que pasa en Alemania, en Francia, incluso en España. En América Latina hay que ver lo que pasa en Argentina o en Uruguay. Y también hay que ver el contra ejemplo de países en los que la respuesta no parece haber sido razonable, como Brasil, México, incluso EEUU, a pesar de que Trump busca electoralizar todo con sus discursos de “posverdad” y el ataque constante a sus adversarios por vía de las “redes sociales”.  Creo que hoy en la ciudadanía uruguaya, sin desmedro de sus posiciones políticas o ideológicas, si las tiene, la mayoría está más para apoyar que para confrontar, lo que no significa dar cheques en blanco para nadie. 

Las recientes encuestas en Uruguay indican esa tendencia de aprobación al gobierno y su respuesta sanitaria. También están indicando algunos problemas de reubicación del Frente Amplio, que luego de 15 años en el gobierno debe reconstruirse como oposición, lo que nunca es sencillo ni instantáneo. Todo parece ser previsible, más allá del problema de sesgos en las encuestas de comienzos de mandato y de respuesta ante crisis muy fuertes. Lo que pasa es que hay que olvidarse por un tiempo, a pesar que quedaron las elecciones departamentales y municipales para setiembre, hay que olvidarse un poco de las intenciones de voto partidario. Con rigor hay que profundizar los estudios de lo que pasó en la campaña electoral de 2019 y de lo que está pasando hoy frente al impacto de la pandemia. Y ser cautos. En muchos temas pero sobre todo en el de la pandemia, estamos en una carrera larga y distinta, en la que ni siquiera sabemos si el metraje final será de 400 o 4000 metros, incluso si no será tan exigente como una maratón. Cautela y mucha reflexión. 

La decisión en este 1º de mayo de 2020 de negar la cadena al PIT-CNT es un error político difícil de entender.

La gente parece estar conforme con el manejo de la pandemia, pero, ¿Cómo viste la decisión del Presidente de negar la cadena al PIT-CNT por el primero de mayo?  

Como ya dije, creo que el gobierno, hasta este momento al menos, está haciendo bien las cosas en la respuesta sanitaria. Lo que no quiere decir que sepamos qué sintonía habrá la semana que viene porque todo esto es muy cambiante. Pero el respaldo de la comunidad científica brinda solidez a esta política. Respecto a lo de la negación de la cadena al movimiento sindical, partamos por decir que un nuevo gobierno tiene todo el derecho y la legitimidad de establecer sus políticas de comunicación. Y estas pueden ser polémicas, en especial si no fueron anunciadas con antelación en la campaña. Esto puede ser discutible y nos puede gustar más o menos. Sin embargo, creo que la decisión en este 1º de mayo de 2020 de negar la cadena al PIT-CNT es un error político difícil de entender. Y hay que verlo de manera desapasionada. El Presidente podría haber anunciado su nueva política de comunicación hacia su período de gobierno de cinco años, pero al mismo tiempo, teniendo en cuenta las restricciones imperantes para un acto de esta envergadura y de esta significación en este preciso momento de crisis, con tanta zozobra en el mundo de los trabajadores, podría haber tenido el gesto de la excepcionalidad. Por la pandemia y sus impactos, el Presidente podría haber pactado, sin desmedro alguno de su autoridad y de sus ideas, que en este 1º de mayo había razones para la excepción. No lo hizo y creo sinceramente que fue un error. No afirmó su mando con esto. No consolidó este buen relacionamiento que ha tenido con los principales dirigentes del PIT-CNT, con excepción de esa “noche triste” de la pugna entre caceroleos y el himno nacional, en la que ojalá no se reincida. El tema del 1º de mayo, que podría haber sido la oportunidad de un gesto superior, quedó prisionero de un pobrísimo debate pseudo ideológico de opiniones a favor o en contra, previsible, superficial, sin reflexión, para “convencer a los convencidos”. Incluso el pactar cómo se realizaría un 1º de mayo ante la situación excepcional de la pandemia, hubiera sido un acto de política superior, que afirma legitimidades y lealtades. Esa necesidad inmediata que tuvo el Presidente de explicar la decisión que había comunicado vía Twitter -otro error me parece, este tipo de decisiones no deben comunicarse por esa vía- pone de manifiesto que no hubo allí acierto. 

Los sindicatos están obligados – en el mejor sentido de la expresión – a cumplir con esa tradición y ese ritual de los trabajadores organizados.

El PIT-CNT anuncia cuatro pequeños actos ¿Qué te parece?

La historia del 1º de mayo en Uruguay es muy especial y todos, no solo los dirigentes sino los gobernantes y los ciudadanos de todos los “pelos”, deberían conocerla bien. Como es sabido, la creación del 1º de mayo como “día de los trabajadores” fue dispuesta en 1889 en París por el Congreso que se considera constitutivo de la llamada II Internacional. La idea era organizar “una gran fecha fija”, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores reclamarían a las autoridades de sus respectivos países, la reducción a ocho horas de la jornada laboral, entre otras reivindicaciones. Como han estudiado entre otros Yamandú González y Universindo Rodríguez, en Uruguay rápidamente se adoptó la resolución del Congreso de París y siempre desde entonces hubo actos por el 1º de mayo. Es de los pocos países del mundo en donde siempre hubo actos o actividades sustitutivas ese día. Incluso los hubo y en medio de fortísimas restricciones durante los años de la dictadura. Entonces también hubo formas de recordar la fecha contra las políticas imperantes de esos tiempos oscuros. Los militares hasta decretaron hacerlo un feriado móvil para desestimular que el 1º de mayo hubiera actividades conmemorativas. Pero siempre se encontró la forma, algunos años meramente simbólicas, pero que en más de una ocasión generaron despidos y represión. Este rasgo de siempre haber celebrado el acto es una rareza del Uruguay, eso que tanto parece gustarnos. El primer acto formal del 1º de mayo de acuerdo con lo dispuesto por la Internacional, se realizó en la cervecería de Giambrinus, frente al cementerio Inglés, que por entonces estaba situado en el centro montevideano, en el lugar hoy ocupado por la Intendencia Municipal. Aquel primer acto contó con poco más de un centenar de participantes. Sin embargo, nunca la realización del 1º de mayo se enfrentó a una pandemia. Por cierto que el gobierno no está negando la realización del acto, solo está negando la cadena, incluso está ofreciendo alternativas a través de los medios públicos. La cadena en realidad fue una innovación –discutible como todas- de los últimos gobiernos frenteamplistas. Sin embargo, con pragmatismo, el Presidente pudo actuar de otra manera en esta situación, incluso anunciando que sería por excepción ante la adopción de una política de comunicación que cree más adecuada. Muchos pueden decir que es algo muy menor pero creo que tiene una relevancia simbólica muy importante en este contexto tan especial. Los sindicatos están obligados –en el mejor sentido de la expresión- a cumplir con esa tradición y ese ritual que tanto ha significado para los trabajadores organizados. 

El envío de la LUC parece expresar cierto sentido de urgencia del Presidente (Lacalle Pou) por hacer un acto de afirmación personal, en el país y hacia la coalición.

Y en medio de todo esto, el gobierno anuncia el envío del proyecto de ley con declaratoria de urgente consideración (LUC) ¿Cómo interpretás dicho envío?

Otro error a mi juicio del Presidente y del gobierno. A contramano de una coyuntura marcada por un buen desempeño ante la emergencia sanitaria, que es el tema más acuciante que tiene en su agenda, el que se quiera o no condiciona todo lo demás. Pero la entrada formal de la LUC al Parlamento es un error y hasta un riesgo que el gobierno asume, creo que en forma innecesaria. 

Tratemos de fundamentar esta idea. En primer término, no parece oportuno el momento y esto lo han señalado partidos y dirigentes de la propia Coalición de Gobierno. En circunstancias en que la emergencia sanitaria impone restricciones obvias para la acción de la ciudadanía, de los partidos y de las organizaciones sociales, el gobierno hace entrar el proyecto sin haber generado acuerdos sólidos ni siquiera dentro de la propia coalición. Esto último augura problemas en su tramitación y la casi segura emergencia de cambios. Recordemos también que los partidos de la coalición han venido teniendo problemas de funcionamiento y de negociación, que las discrepancias en su interior y sobre temas importantes han sido fuertes, y que todavía no han construido espacios de negociación sólidos. Pero alguien podría decir que todo eso marca una visión más abierta y menos disciplinada para que se discuta el articulado final en el Parlamento. Puede ser y de hecho va a ser así. Los partidos de la “Coalición Multicolor” se han comprometido a respaldar el documento “Compromiso para el país”, que firmaron en noviembre. El proyecto que llegará al senado va bastante más allá de ese Compromiso en muchos temas, aunque también tiene cambios respecto al borrador de enero. El Presidente y su partido insisten en llevar iniciativas –como la desmonopolización de ANCAP o la creación de un órgano desconcentrado del Ministerio de Vivienda- que fueron cuestionadas en forma directa por otros partidos de la coalición. En otros campos como en materia de seguridad, normas penales, educación, inclusión financiera, entre otros, aunque ha habido cambios, las diferencias siguen siendo muy notorias y no es seguro que se llegue a las mayorías. El ingreso del proyecto se aceleró sin mucha consulta, habida cuenta de las opiniones críticas que ese acto ha provocado en muchos de los legisladores oficialistas. Y se produce en momentos en que se han sucedido distintos episodios, en particular con el protagonismo de Manini Ríos y de algunos dirigentes de “Cabildo Abierto”, que no parecen indicar que la coalición de gobierno haya aumentado su fortaleza y agilidad en la negociación interna. Alguien puede decir que es precisamente este último punto el que estaría generando ese aceleramiento del Presidente, ante las dudas sobre los avatares de su coalición en los futuros contextos. Puede ser. Pero todo se aceleró sorpresivamente y parece bastante desprolijo. En más de un sentido, parece expresar cierto sentido de urgencia del Presidente por hacer un acto de afirmación de su autoridad personal, en el país y hacia la coalición. Si es así, cabe preguntarse ¿es la vía más acertada?

Para la oposición y las organizaciones sociales, obviamente las señales de este aceleramiento de la LUC en tiempos de emergencia sanitaria, solo producen malestar y críticas. El número de artículos ha aumentado a 502, son decenas de leyes y de políticas públicas que son transformadas por el mecanismo de “urgente consideración” y las condiciones de su tratamiento parlamentario en tiempos acotados, con las restricciones de la emergencia, no alientan la mejor apreciación. Si antes de la pandemia ya se hablaba de la inconstitucionalidad de varios aspectos de la ley, de lo inapropiado de reunir en un solo proyecto asuntos tan diversos en calado y en su necesidad de “urgente consideración”, en cómo se comprometía la calidad de la consideración parlamentaria en tales condiciones, esta aceleración en la coyuntura actual acrecienta el rechazo. 

Pero creo que la principal objeción es otra y es mucho más radical, repito, en el sentido de ir a la raíz del problema ¿El libreto del Presidente no ha cambiado nada tras el impacto de la pandemia y sus graves consecuencias previsibles? Lo que se ve en el mundo y las previsiones que se advierten para los años que vienen, ¿no generan dudas sobre la vigencia de un proyecto construido claramente para y en otro contexto? Si los problemas de la agenda han cambiado tan radicalmente y las señales del mundo van en un sentido muy diferente a la ratificación de lo que algunos gobernantes pensaban hace unos meses, ¿el proyecto de la LUC que entra esta semana al Parlamento atiende efectivamente a las urgencias de hoy? Con sinceridad y apostando a los puentes, que son tan necesarios en estos contextos, creo que es un error importante y que la señal va en una dirección equivocada. Todos debieran aceptar que en más de un sentido, no solo las agendas sino también los libretos han cambiado. 

¿El proyecto de ley de urgente consideración (LUC) y su aceleración constituye una respuesta adecuada a las urgencias realmente existentes en este primer semestre de 2020? Tengo enormes dudas de ello.

Se afirma que se trata de un paquete de leyes que implican cambios en al menos 30 políticas públicas y que sus contenidos modifican o suprimen casi 50 leyes aprobadas en estos últimos 15 años.

El Presidente insistió mucho en la campaña, que una de las cosas que quería era evitar un espíritu refundacional, que a su criterio le había hecho mal al país. También el programa de su agrupación “Todos” invitaba a la “evolución”, lo que por cierto le valió críticas hasta dentro de su partido. En lo que finalmente se probó como un diseño exitoso en términos electorales, afirmó una y otra vez que su proyecto sería una síntesis del programa de todos los partidos de la oposición. Pero finalmente, este proyecto de “urgente consideración”, parece ser más un proyecto del Partido Nacional que de la Coalición Multicolor en su conjunto. Y en cuanto a las señales hacia la oposición, no resultan muy halagüeñas. También dijo que no quería una política “de medio país” contra la otra mitad. No creo que esta aceleración de la llegada de la LUC en las actuales circunstancias vaya en esa dirección.  

Pero insisto en lo que me parece central: ¿los contenidos y hasta los instrumentos de la LUC son los que el país requiere frente a este tsunami que estamos viviendo y las incertidumbres que se plantean? Con evidencia fuerte podemos ya saber algunas cosas sobre los durísimos impactos sociales y económicos que se avecinan, a partir de la lectura de lo que dicen analistas confiables y diversos: los contextos internacionales y regionales serán fuertemente recesivos y tardarán bastante más de lo previsto en recuperarse; los impactos de la crisis económica afectarán principalmente a los “sectores vulnerables”, aquellos que aun habiendo salido de la pobreza pueden recaer en ella y que no tienen condiciones de recuperación rápida ni siquiera ante un cambio de ciclo positivo; esto quiere decir que además de recesión, habrá incremento importante de la pobreza y hasta de la indigencia; los impactos serán especialmente severos en trabajadores informales, en los migrantes, en las personas con dificultad para el teletrabajo y las nuevas formas de trabajo que se acelerarán, así como en trabajadores independientes con salarios bajos y escasos derechos; ni que hablar del impacto sobre pequeños y medianos productores como los tamberos o los apicultores o sobre los sectores más marginados tanto del campo como de la ciudad. Creyendo que solo con el capital privado se encenderán los “motores de la recuperación” o recelando del “Estado social”, me parece que tendremos más problemas. No es esa la dirección mayoritaria en el mundo. Y dejemos por acá. Sin entrar en otras discusiones más filosóficas sobre todo lo que la pandemia viene a cuestionar sobre nuestras posturas y certezas previas al 2020, ¿la LUC y su aceleración constituyen una respuesta adecuada a las urgencias realmente existentes en este primer semestre del 2020? Tengo enormes dudas de ello. Por cierto que el gobierno debe gobernar porque para eso tiene la legitimidad del soberano que en una democracia siempre es el voto popular. El gobierno es gobierno y la oposición es oposición. Pero ante lo vivido y las perplejidades del presente, ¿no se impone desde todos los actores, también desde el gobierno, más pragmatismo y más puentes? Con convicción así lo creo en verdad. Y desde una postura de apertura y de preocupación por lo que viene, sobre todo por los más vulnerables frente a la pandemia, sobre cuyas condiciones previsibles cabe la alarma y allí sí se impone una “urgente consideración”, sin “la menor demora”. Lo digo con mucha cautela, advirtiendo además las enormes responsabilidades que un gobierno recién asumido se ve obligado a enfrentar ante tantas incertidumbres. 

Cuando uno se mete en el análisis de la pandemia y sus múltiples consecuencias en varios campos, parece más razonable en este momento apostar a los puentes. Lo que por cierto no significa ocultar ni silenciar las críticas ni salir a convocar a grandes “pactos nacionales”.

La pandemia trajo acuerdos entre el Gobierno y la oposición (FA) 

Creo que luego de los choques de la campaña, a unos y otros les costó “desensillar”. Estaba la perspectiva de las elecciones departamentales y municipales y también los pases de factura en la oposición, así como los problemas de sintonía dentro de la coalición de gobierno. Todo esto fue muy notorio. Como dijimos, al FA todavía le cuesta adaptarse a una situación en la que no estuvo en los últimos 15 años. Además tiene problemas internos de diversa índole que no han sido resueltos. Dicho esto, cabe señalar que el impacto de la pandemia y sus incertidumbres, han encontrado puentes de acuerdo entre el gobierno y la oposición (FA), entre el gobierno y el movimiento sindical. Por cierto que en ambos campos, hay quienes prefieren estrategias más agresivas y menos acuerdistas. Todos podemos advertir los perfiles que los dirigentes más connotados de uno y otro campo prefieren asumir. Pero precisamente por la gran preocupación que se genera cuando uno se mete en el análisis de la pandemia y de sus múltiples consecuencias en varios campos, parece más razonable en este momento apostar a los puentes. Lo que por cierto no significa ocultar ni silenciar las críticas ni salir a convocar a grandes “pactos nacionales”. Gobierno y oposición, mucho más aun Gobierno y organizaciones de la sociedad civil, tienen roles diferentes que cumplir. No se trata de invisibilizar las diferencias tan reales como legítimas. Todo lo contrario. Hay que marcar alternativas, fundamentar las diferencias. Y luego ver si se puede negociar algunas cuestiones centrales. Y si no se puede, pactar el disenso, sus formas, eso también es una manera de ayudar en estos tiempos tan pero tan difíciles. Los sectores sociales esperan ver efectivamente quién defiende mejor sus intereses, pero me parece que están más orientados a los equilibrios que a la confrontación. Por lo menos mientras la pandemia se encuentre tan desafiante. 

Guido Manini Ríos desde el primer día de gobierno ratificó que su primer objetivo es ser Presidente en el 2025. Su ambición en ese sentido es prístina.

¿Qué te han parecido los dichos del senador Guido Manini Ríos y las críticas del subsecretario de Defensa Rivera Elgue a los ministros Pablo Mieres y Ernesto Talvi? 

A nadie creo que le puedan sorprender mucho. Más allá de la gravedad de lo que ha ocurrido, nadie se puede mostrar muy sorprendido. Tal vez las formas han sido un poco brutales y demasiado tempranas. Pero son confirmatorias de lo difícil que será el funcionamiento de esta coalición y de sus debilidades. 

Guido Manini Ríos desde el primer día de gobierno ratificó que su primer objetivo es ser Presidente en el 2025. Su ambición en ese sentido es prístina. De todos modos, suena un poco raro que un senador oficialista y líder del partido que tiene la llave de las mayorías del gobierno, a 15 días de iniciado un gobierno que integra, emita “comunicados a la población” por Youtube sobre decisiones que a su juicio debería tomar el Presidente, sin antes haber hablado con él. Era más previsible pero no deja de ser brutal, que aprovechara el 14 de abril y su banca en el senado, para reiterar por enésima vez, su cuestionamiento a la Justicia y su postura reiterada de cerrar todo camino posible a favor de la justicia, pero también de la verdad respecto a los desaparecidos. También no sorprenden sus visiones, esas sí hemipléjicas, sobre la dictadura y la necesidad de olvidar lo ocurrido “hace cuarenta o cincuenta años”, indicando que todo es mentira y fruto de la venganza. Lo de Rivera Elgue tampoco puede sorprender a nadie, salvo el trámite insólito de sus marchas y contramarchas. Me preocupa sí la debilidad, aunque la pueda entender en términos políticos, de las reacciones de otras figuras del gobierno. Entre los muy pocos que “salvaron” la prueba de una actitud firme ante estos desbordes inadmisibles dentro de las figuras del gobierno, destacan las actitudes del canciller Talvi y de la Juventud del Partido Colorado, que no estuvieron vacilantes para repudiar un ataque de esta envergadura al principio republicano de la separación de poderes. No es buena cosa que se “naturalicen” este tipo de episodios, resulta muy imprudente en términos cívicos ser condescendiente y acallar las críticas frente al resurgir de este tipo de discursos. Pero repito que nadie puede sentirse muy sorprendido. 

Sentía un gran cariño y una gran admiración por Felipe (Michelini) por su estilo, por su manera sobria y profunda de defender lo más importante sin necesidad de estridencia ni de excesos.

¿Cómo te impacta la muerte de Felipe Michelini? 

Siento una enorme pena por su muerte que me cuesta mucho superar. Me unen lazos muy especiales con la familia Michelini, de amistad y de admiración por su historia, por Zelmar y Elisa y por todos ellos. Sentía un gran cariño y una gran admiración por Felipe, por su estilo, por su manera sobria y profunda de defender lo más importante sin necesidad de estridencia ni de excesos. Me da también una gran pena ese sufrimiento que ha golpeado tantas veces a esta querida familia. Creo además que el país y también las organizaciones defensoras de los derechos humanos de todo el mundo han perdido un gran referente y defensor de las mejores causas. Tenemos con él muchas deudas pero tendremos en su recuerdo una razón más para luchar por esas causas por las que peleó, con seguridad de las más importantes.

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