Como algunos me han criticado por opinar desde México, ahora lo hago desde el riñón del imperio estadounidense: Los Ángeles.
El año 2018 terminó de la peor manera para los partidos agoreros representantes de la oligarquía uruguaya. A principios de diciembre, los profetas del desastre se tuvieron que fumar el índice de prosperidad elaborado por el instituto Legatum, el cual ubica a nuestro país en el primer lugar de América Latina y el Caribe. Legatum no es un instituto de un país afín a gobiernos de izquierda, sino de Inglaterra.
El estudio de los londinenses cubre 110 países y analiza el desarrollo económico, la distribución de la riqueza, la calidad de vida y el bienestar humano.
Poco antes, el también británico diario The Economist había publicado que Uruguay tiene el ingreso per cápita más alto de la región. Por otra parte, con 2018 cerramos 16 años de crecimiento continuado (lo cual es histórico) y serán 17 cuando el año entrante logremos entre de 2,5% a 3%.
Por si fuera poco, también la estabilidad institucional es admirada a nivel mundial, cosa que me han indicado varias personas, tanto en México como en Estados Unidos. Sólo Chile cabecea junto a nosotros cuando hablamos de cristalinidad y orden institucional; mientras que tales términos son desconocidos en Brasil y Argentina, donde el poder judicial responde a intereses políticos y se vende al mejor postor, y qué decir de Paraguay, cuya economía, festejada por el Partido Nacional, se basa en el crecimiento de unas pocas familias gracias a la explotación de millones de personas, incluyendo niños. Allí, quienes cobran por debajo del salario mínimo legal, no tienen el amparo del Estado para hacer valer sus derechos. Por el contrario, Óscar Andrade nos recordaba hace poco que “una ministra de Industria que nos visitó hace unas semanas estaba orgullosa porque casi la mitad de los trabajadores en Paraguay no alcanza el mínimo nacional que es ley en su país. ¡Estaba orgullosa porque los costos salariales están muy por debajo incluso del mínimo establecido por ley! ¡Eufórica! Ni siquiera lo colocaba con pesar o diciéndonos “esto es ahora, pero después la economía va a crecer”.
De acuerdo a la OCDE, nuestra carga tributaria es menor que las de Argentina y Brasil, y aun así, los superamos por lejos en bienestar social.
Los informes internacionales no dieron tregua a los rosados. En febrero, la Organización Mundial de la Salud reconoció a Uruguay como país líder en la cura del cáncer infantil en Latinoamérica y lo ubicó a la par de los países más avanzados del mundo, destacando que 100% de los niños puede acceder a tratamiento gratuito con 80% de posibilidades de sanar por completo.
En marzo, Freedom House ubicó en sexto lugar a nivel mundial a Uruguay en materia de derechos humanos, con 98 puntos en 100.
Resulta extraño que si el país está tan mal como señala la derecha, los inversores extranjeros continúen eligiendo a Uruguay para desarrollar sus proyectos. Ni unos ni otros son idiotas: los inversores saben que Uruguay les conviene y los rosados saben que están mintiendo descaradamente, pero que a falta de propuestas alternativas para mejorar lo que se está haciendo, mentir es la única opción que les queda para ganar en 2019. Aún tengo en las retinas el papelón de Lacalle Pou cuando habló del aumento de la mortalidad infantil y Gabriel Pereyra le mostró una gráfica en la que se demostraba que dicho índice estaba en un mínimo histórico.
Para colmo, Tabaré (en un exceso de crueldad) dio datos devastadores para las aspiraciones rosadas, nada menos que en ADM y para todos los cajetillas. Entre otros: “La pobreza disminuyó de 32,5% en 2006 a 7,9% en 2017 y la indigencia prácticamente no es medida”. “Tenemos el mayor ingreso per cápita de la región, 16.000 a 17.000 dólares por año, y la mejor distribución de la riqueza, lo que nos destaca en el contexto regional”. “Entre 2015 y 2017 los salarios reales, es decir, descontado el efecto de la inflación, alcanzaron un aumento de 6,2 %”.
El “sinapellido” y sus recolectores de votos (Sanguinetti, Larrañaga, Alonso, Mieres y Novick) quedaron recalientes; porque los datos son irrefutables. Ahora apuestan a que fracase la temporada y aumente la delincuencia. No es casual que en diciembre circulara por las redes sociales la noticia de que en Atlántida se habían realizado 128 denuncias por robo en un solo día, lo cual fue desmentido rotundamente por todas las instituciones públicas y privadas vinculadas al tema.
Contrastando con los datos positivos que muestra Uruguay, en Argentina el macrismo llevó la pobreza a 27,3% y la deuda con el FMI pasó de 0, con Cristina, a 57.000 millones de dólares, con Macri, sin que la población vea los beneficios de semejante endeudamiento.
Pese a todo, la derecha charrúa tuvo un gran triunfo al lograr frenar el proyecto de ley de financiamiento de los partidos que impide las donaciones anónimas, fija un tope a las donaciones nominadas y prohíbe el aporte de las empresas. El proyecto también buscaba regular la publicidad de los partidos dentro y fuera de una campaña electoral y establecía minutos gratis de publicidad en televisión. No obstante ello, la interpelación a Carolina Cosse por parte de Pablo Mieres permitió posicionarla de manera espectacular en la opinión pública; algo que debemos agradecer al Partido Independiente, porque en la vida hay que ser agradecidos. Otra interpelación como esa y ya tenemos asegurado el cuarto gobierno del Frente Amplio.
Ya el año comenzaba mal para la derecha cuando en enero se dio a conocer el Índice de Democracia establecido por The Economist Intelligence Unit, el cual considera a Uruguay como el único país de Latinoamérica con democracia plena. A mediados de 2018, un informe de la Universidad de Belgrano, Argentina, estableció que Uruguay es el país latinoamericano con menos pobreza: 7,9%. Hay que considerar que en 2006 el índice estaba en 32,5% y 18,5% a sólo cinco años de gobierno frenteamplista. Ni siquiera Chile (siempre bien ubicado en las mediciones) logra igualar a Uruguay en este punto.
Queda mucho por hacer, sin dudas, y la inseguridad es un tema crucial; pero si no sabemos defender lo alcanzado, no podremos continuar avanzando. Es imperioso recordar a los docentes, una y otra vez, cómo estábamos cuando logramos arrebatar el poder a la oligarquía blanquicolorada. En 2005, una maestra de tiempo completo y del escalafón más alto (sin tener en cuenta la antigüedad) cobraba lo que hoy equivale a 35.000 pesos. Ahora gana unos 68.500 pesos. Esto hace comprensible que la oposición no solo apele a la mentira, sino también a la desmemoria. Es imperioso recordar a los policías que con el Frente Amplio comenzaron a cobrar por nocturnidad por primera vez en su historia. Es imperioso recordar a los uruguayos que gracias a los gobiernos frenteamplistas, en 2018, 44,8% tiene auto, 57,4% posee vivienda propia, 98,4% tiene heladera, 96,7% tiene televisión, el 70% tiene computadora, 85% tiene lavarropas y 61,8% está afiliado a alguna mutualista. Hay que recordarle a la gente del interior que la pobreza en el ámbito rural bajó en una década de 16% a 2%.
Crean lo que les dice un caminante: hay que patear bastante por el mundo para encontrar estos guarismos.
La falta de argumentos ha llevado a varios de sus militantes al patoterismo, con insultos al Pepe, a Tabaré, a Astori, a Rossi, demostrando que la violencia verbal es el argumento de los que carecen de razón. Mientras el Frente Amplio se dedica a multiplicar los edificios destinados a la educación en todos los niveles, mientras construye puentes, caminos y hospitales, los rosados se dedican a tirar piedras, sin otra propuesta que no sea la de eliminar la tolerancia cero en el grado de alcoholización de los conductores.
A los tirapiedras de gabardina no les gusta que recordemos que el Salario Mínimo Nacional llegó en 2018 al nivel más alto desde que recuperamos la democracia. Ni blancos ni colorados lo hicieron cuando tuvieron la oportunidad. ¿Por qué algún uruguayo podría llegar a creer que si vuelven van a ser sensibles con los trabajadores?
La batalla en 2019 será entre progreso y retroceso, entre memoria y restauración conservadora, entre manija y realidad, entre pueblo y oligarquía.
Que te la pinten como quieran; pero así son las cosas.
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