El bullying político se instaló en Uruguay con la ayuda de las redes sociales
Miles de voces piden que ruede una cabeza. ¿Cuál cabeza? cualquiera, pero que ruede. Las redes sociales le han dado voces a los análisis cortos, el acoso desmedido, los insultos y la falta de respeto a las investiduras gubernamentales.
El Bullying es un anglicismo que se traduce como «acoso escolar». Durante años, las sociedades han venido combatiendo esta práctica que puede derivar en que las víctimas caigan en cuadros severos de depresión, aislamiento, rechazo y, en los casos más severos, el suicidio. Pero, ¿se trata de un fenómeno exclusivo del ámbito escolar?
No es algo nuevo, pero el fenómeno ha crecido en los últimos años con la llegada de políticos no tradicionales al Gobierno de la República. El primer mandato de Tabaré Vázquez se vio librado del frenesí mediático, pues entre 2005 y 2010 las redes sociales no eran el pan de cada día que son hoy. Además, se trataba del primer experimento de izquierda en un Estado gobernado tradicionalmente por los partidos Nacional y Colorado, de postura claramente derechista, y la sociedad había decidido que necesitaban probar otra fórmula. Nadie estaba tan a la defensiva (¿u ofensiva?) como ahora.
Atrapados en las redes
El primer presidente en volverse mediático, no solo en redes sociales a nivel local sino también a nivel internacional, fue José Mujica, un candidato que ya resultaba sui generis para la escena política nacional desde que su nombre empezó a sonar en las internas del Frente Amplio. Su administración no fue muy distinta a lo que se esperaba: durante sus cinco años en la Torre Ejecutiva se aprobaron leyes como la de la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, se derogó la infame ley de caducidad, la UTEC se extendió al interior del país, entre otros logros.
Su impopularidad en algunos sectores de la sociedad se hizo visible en la facultad que tiene cualquier persona de opinar hoy en día por medio de las redes sociales como Facebook o Twitter. Ya para su candidatura, los medios sociales se volvieron un arma importante para cazar votos, pero también para desprestigiar a los contrincantes políticos con mentiras, insultos y difamaciones.
Otro personaje largamente pasado por la cámara de tortura mediática ha sido Luis Lacalle Pou, ex candidato presidencial y senador de la República, quien se ha visto expuesto a todo tipo de escarnios que, muchas veces, provienen de las diferencias políticas o de la lucha de clases.
Por su origen, ascendencia e ideología política o posición económica, Lacalle Pou por momentos se convierte en el chivo expiatorio de lo que gobiernos de su Partido Nacional han dejado en el Uruguay.
¡Exigimos su fusilamento!
Regresó Tabaré a la Presidencia de la República y ya los facebookeros, tuiteros e instagramers estaban listos con la amplia cartera de insultos e improperios, un segmento idiomático en el que el castellano rioplatense no tiene rival.
Si la situación actual política del país fuera un huracán, Vázquez estaría en el centro, donde las temperaturas son cálidas, el viento es leve y todo es calma. Unos metros alejado del eje central, más bien donde la tormenta gira, está su segundo al mando, Raúl Sendic.
Desde que apareció en la escena política el «caso Sendic», la polémica se ha vuelto el plato principal de la mayoría de las conversaciones del trabajo, en la facultad, o los domingos en el almuerzo familiar. Se ha creado una grieta que divide amistades, relaciones y familias.
El primer y escándalo jugoso fue el del renombrado título cubano. Sendic cursó hace 30 años una carrera en medicina y genética en Cuba, pero en el momento en que se graduó con honores la carrera no entregaba un título de licenciado. Ha aducido en incontables ocasiones que todas las materias cursadas coinciden con los de un licenciado. Nunca ejerció como médico ni como genetista en el Uruguay, por lo que no cometió delito alguno.
Hay quienes lo defienden. Hay quienes piden su cabeza. Hay quienes piden que el partido desaparezca y que vuelvan las propuestas tradicionales. Todo a raíz de un caso en el que la oposición ha capitalizado políticamente como en pocas ocasiones tuvo chance. Otras voces -bastante más arriesgadas- piden una suerte de «impeachment«, que se le retire de su cargo o que renuncie.
El vice presidente de la República ha estado esperando de pie frente al batallón de fusilamiento una ráfaga de disparos que tardan en llegar, al menos las mortales. Los mismos que han sido víctimas del asedio ahora empuñan las armas para disparar, con claros intereses políticos y dudas en la veracidad y fiabilidad de sus discursos.
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