La regañina de Eleuterio Fernández Huidobro
Una vez más Eleuterio Fernández Huidobro, con honestidad intelectual y valentía política, exhibe sin falsos pudores, una verdad oculta en los pliegues de nuestra sociedad, contaminada por residuos del pensamiento histórico hegemónico, que construyó pacientemente la oligarquía uruguaya durante los dos últimos siglos.
Su diatriba contra el implacable sanjuanino, Domingo Faustino Sarmiento, desató las iras de los sepulcros blanqueados que pululan en las cátedras de la historia oficial.
Una historia oficial uruguaya, que abrevó en las fuentes ideológicas de la oligarquía porteña, aliada al pensamiento de la clase dominante montevideana, también portuaria, las mismas fuerzas coaligadas que contribuyeron a la derrota y el exilio del protector de los pueblos libres, pueblos que conformaban las Provincias Unidas del Río de la Plata, a la que pertenecíamos todos, hasta que la pérfida Albión probó con éxito en nosotros su plan de balcanización.
El vituperio de Eleuterio al “José Pedro Varela de la vecina orilla”, como se lo denomina a Sarmiento en los cenáculos de la historia oficial, es obvio que no se refiere a su rol de educador, reconocido por tirios y troyanos. En ese ámbito, Sarmiento fue un genio de la escolaridad primaria, sembrando semillas que germinaron en 1915 con más del 80% de la población alfabetizada. Ese no es el punto.
Así como Faustino fue “el padre del aula” en nuestras atrasadas comarcas, su elitismo arrogante, su aristocracia intelectual y su violencia visceral puesta al servicio de la dominación, lo llevó a abrazar las peores causas contra los pueblos que pretendía civilizar por la fuerza.
Fue así como en su carta a Bartolomé Mitre, otro personero del antipueblo, genocida de la flor y nata de la población paraguaya, Sarmiento lo instaba a la masacre de la plebe: “No trate de economizar sangre de gaucho. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esta chusma criolla, incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos”.
Fue así que llegó hasta la traición a su patria para combatir a quien en esa época defendía los intereses de los gauchos, los mulatos, los orilleros, la chusma al decir de Sarmiento: Juan Manuel de Rosas, el que derrotó a la mayor coalición imperialista de esos años, Inglaterra y Francia, en la batalla de la Vuelta de Obligado.
Y no contento con defender a ingleses y franceses contra su propio pueblo, hizo una campaña en Chile, para que ese país ocupara la Patagonia argentina, la mitad del territorio de su propia patria, titulando sus artículos bajo el lema “La Patagonia es chilena”. Con la confesa intención de construirle a Rosas un nuevo conflicto internacional que lo hundiera definitivamente.
El pueblo uruguayo en su inmensa mayoría apoya a Sarmiento y condena a Rosas. Porque aun es fecundo el vientre que parió una historia oficial latinoamericana al servicio de los intereses oligárquicos. Los grandes esfuerzos para desmitificar esa historia llevados a cabo por el revisionismo uruguayo, en las cabezas pensantes de Vivián Trías, Carlos Machado, Methol Ferré, Ares Pons, Lucía Salas de Touron, José de Torres Wilson, José Claudio Williman, y los contundentes aportes antropológicos de Daniel Vidart, no han sido suficientes para desnudar la mentira del relato oficial tantas veces repetido y difundido en nuestras aulas.
Por eso una vez más, Fernández Huidobro, tuvo la virtud con su diatriba, de ubicar un tema histórico en la agenda, promover un inesperado debate en los medios y en las redes, y sembrar su semilla y riego en el suelo reseco del revisionismo oriental.
Estoy de acuerdo con el vituperio de don Eleuterio.
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