Juan Raúl Ferreira: los tensos instantes previos al Golpe de Estado
“Cuarenta años después me abstraigo; empiezo a vivir con mucha intensidad todos los recuerdos. Mi madre tiene 92 años, y ella también junta, repasa un montón de papeles. Miro la foto del último discurso de mi padre aquella noche en el Parlamento, y me doy cuenta que de los que allí aparecen, salvo Carlos Julio Pereyra y yo, todos los demás han partido. Ya no están con nosotros. Es realmente muy fuerte, muy intenso”, reflexiona con lentitud Juan Raúl Ferreira, dejando de lado por un momento la habitual consistencia fluida de su charla.
“Yo era en realidad muy joven, pero ya era el secretario de mi padre. Me doy cuenta ahora de lo joven que era, tenía 18 años, pero claro, en ese momento uno lo veía de otra forma. De aquellos días me acuerdo de un país mucho más movilizado, otro tipo de movilización claro, con tres, cuatro actos políticos como algo normal cada fin de semana. Me acuerdo que el fin de semana anterior habíamos estado de gira por Maldonado. Había un clima de tensión grande: se habían registrado algunos incidentes con jóvenes dela JUP (la Juventud Uruguaya de Pie) y la gente estaba nerviosa”, relata.
“Pero lo que más me acuerdo de aquel fin de semana fue que estábamos en Piriápolis y nos preparábamos para cenar en un lugar cerca de las escaleritas que bajaban a la playa, cuando un oficial de la Armada–que era el jefe de la Base Aérea en Laguna del Sauce- vino a hablar ante el grupo que estábamos. Nos dijo abiertamente que los políticos se tenían que preparar, que el golpe de Estado era inminente. Cuando volvimos a Montevideo, mi padre se fue al campo, para tomarse un par de días, para pensar. Esa noche me encontré debajo de la puerta de entrada al apartamento donde vivíamos un papelito del entonces Capitán de Navío Bernardo Piñeyrúa –el padre de la actual diputada- que nos convocaba a una reunión para las 6 de la mañana. Como papá no estaba, fui a la reunión. Había algunos marinos blancos, y también colorados: me dijo lo que se venía y armó una reunión para el jueves siguiente. Pero el jueves nunca llegó: uno cree en lo obvio, en lo inminente, pero el golpe, llegó antes”, reflexiona.
Los personajes centrales de la historia asisten al desenlace
“Cuando vuelvo a casa, a las dos horas llega mi padre: un alarmómetro pienso, le había hecho volver –pensemos que era una época sin teléfonos celulares- Le conté. Me acuerdo que su primera preocupación fue que Erro tenía que quedarse en Buenos Aires: el pedido de desafuero hacia pensar que esperarían que regresara para detenerlo en el aeropuerto. Me acuerdo que le consultó por teléfono a Seregni, en presencia de Michelini que había llegado al apartamento donde vivíamos: los tres estuvieron de acuerdo que la mejor idea era que Michelini fuera a Buenos Aires a detener a Erro para que no volviera. Era muy temperamental y temían que le pasara cualquier cosa. Mi padre tenía una gran amistad con Michelini y se fue a hablar con Erro: por eso no estaba en el Senado la noche del golpe.”
Otro de quienes será protagonista medular del devenir histórico también es motivo del recuerdo de aquella noche fatídica en el Palacio Legislativo.
“Mi padre le pidió a Gutiérrez Ruiz que se fuera, por cuestiones de seguridad. Pero el otro era un eterno optimista y no creía que fuera a pasar nada. Me acuerdo que aquella noche me crucé con él como veinte veces en el Salón de los Pasos Perdidos y estaba como si nada. Se fue después del Palacio, a la Ciudad de la Costa, pero se quedó, y tenía la esperanza que nada iba a pasar…”
Del contacto con la gente en las calles, recuerda que aquella misma noche previa al golpe, vivió algo que quedó grabado en su memoria por lo impresionante.
“Había un acto de coordinadores de Por La Patria, en el cine Grand Prix. Ahí fuimos antes de volver al Parlamento. Es un recuerdo fortísimo: había un clima de fervor absolutamente indescriptible por lo inconmensurable. Mi padre habló en medio de un silencio que cortaba la respiración: “Les vengo a decir que no nos vamos a ver por mucho tiempo”, y casi ya no recuerdo lo que seguía: el cine se venía abajo. El entusiasmo, el fervor, era algo inmedible….”
Concluye su evocación pidiendo no olvidar a Jorge Sapelli, el entonces vicepresidente dela República, que asegura ha sido injustamente visto por algunos intérpretes de lo que ocurrió en aquellas horas.
“Cuando el retorno a la democracia, el Partido Nacional plantea en la negociación de los actos, que Jorge Sapelli nos tome juramento como último presidente dela Asamblea Nacional que había sido. No nos tomó juramente después, pero estuvo en la primera línea, presidiendo simbólicamente aquella sesión”, apunta finalmente.
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