JOSE MARTI SOBRE KARL MARX
El admirado trovador cubano ha participado activamente, con su arte y con su palabra, en el debate suscitado en relación con Cuba por los temas de notoriedad. Mantuvo en ese sentido una controversia con Carlos Alberto Montaner, uno de los más sistemáticos y venenosos detractores de la revolución cubana de largo tiempo atrás. Esta polémica tuvo hasta ahora dos fases. En la última, que circula bajo el título de «Segunda réplica a Carlos Alberto Montaner», Silvio Rodríguez responde punto por punto a las imprecaciones de su oponente. Se inicia con la siguiente formulación: «Sé que, cuando Marx murió, Martí le dedicó algunas frases de homenaje, si mal no recuerdo ‘por haberse puesto de parte de los pobres’. Por favor, ilústrame y muéstrame las ‘críticas severas’ del Apóstol al autor de El Capital».
Me pareció que ésta es una buena ocasión para sacar a la luz este texto poco difundido de Martí, referido nada menos que al pensador insigne que fue en parte su contemporáneo y que marca toda nuestra época. En esas dos figuras relevantes se reúnen las bases ideológicas esenciales de la revolución cubana, que es el acontecimiento fundamental de la historia de la América Latina y caribeña después de las guerras de independencia. Por cierto que ello desborda los marcos de esa polémica circunstancial y adquiere un valor permanente. Permítaseme también la inmodestia de mencionar que algunas de esas frases figuran en el exordio de un capítulo de mi libro «América Latina y el retoñar de la utopía». Dice Martí:
«Karl Marx ha muerto. Como se puso al lado de los débiles, merece honor. Ved esta sala: la preside, rodeado de hojas verdes, el retrato de aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante. La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo hombres de todas las naciones. La multitud, que es de bravos braceros, cuya vista enternece y conforta, enseña más músculos que alhajas, y más caras honradas que paños sedosos. El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un herrador, o a un marinero. (…) Karl Marx estudió los modos de asentar el mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Karl Marx no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. Él veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha».
Y más adelante: «Aquí está Swinton, anciano a quien las injusticias enardecen, y vio en Karl Marx tamaños de monte y luz de Sócrates. Aquí está el alemán John Most, voceador insistente y poco amable. Tanta gente ha ido a oírles hablar que rebosa el salón, y da a la calle. Sociedades corales cantan. Entre tanto hombre, hay muchas mujeres. Repiten en coro con aplauso frases de Karl Marx que cuelgan en cartelones por los muros. Millot, un francés, dice una cosa bella: ‘la libertad ha caído en Francia muchas veces, pero se ha levantado más hermosa de cada caída’. John Most habla palabras fanáticas: ‘Desde que leí en una prisión sajona los libros de Marx, he tomado la espada contra los vampiros humanos’. Dice un Magure: ‘Regocija ver juntos, ya sin odios, a tantos hombres de todos los pueblos. Todos los trabajadores de la tierra pertenecen ya a una sola nación, y no se querellan entre sí, sino todos juntos contra los que los oprimen. Regocija haber visto, cerca de lo que fue en París Bastilla ominosa, seis mil trabajadores reunidos de Francia y de Inglaterra’. Habla un bohemio. Leen una carta de Henry George, famoso economista nuevo, amigo de los que padecen, amado por el pueblo, y aquí y en Inglaterra famoso».
La conclusión: «Y entre salvas de aplausos tonantes, y frenéticos hurras, pónese de pie, en unánime movimiento, la ardiente asamblea, en tanto que leen desde la plataforma en alemán y en inglés dos hombres de frente ancha y mirada de hoja de Toledo, las resoluciones con que la junta magna acaba, en que Karl Marx es llamado el héroe más noble y el pensador más poderoso del mundo del trabajo».
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