Contra el silencio
“Llega un momento en que el silencio es traición”, declaró el reverendo Martin Luther King Jr al proclamarse contra la guerra en Vietnam; en otro momento subrayó que “al final, recordaremos no las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”.
El pasado lunes se festejó oficialmente el Día de Martin Luther King y, por supuesto, las cúpulas sólo hablarán de su sueño de la igualdad racial y su principio de la no violencia, pero no harán referencia a su condena a las guerras imperiales de este país, ni su última campaña contra la profunda injusticia económica de Estados Unidos. Son palabras aún demasiado peligrosas y contemporáneas.
“Sabía que nunca más podría alzar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin primero hablar claramente al mayor proveedor de violencia en el mundo hoy día, mi propio gobierno”, declaró King en su famoso –pero casi nunca citado por el mundo oficial– discurso en 1967, cuando se pronunció contra la guerra en Vietnam y ofreció su visión antimperial, vinculando la lucha de los oprimidos dentro de este país a sus contrapartes del mundo.
En ese discurso, señaló que era necesario para los estadunidenses preguntar qué está ocurriendo con los pueblos que están sufriendo la guerra librada por Washington, como el caso de Vietnam, donde se imaginaba cómo “ellos observan mientras envenenamos a su agua, mientras matamos un millón de acres de sus cultivos… Llegan a hospitales con por lo menos 20 bajas por fuego estadunidense por cada herida infligida por el Vietcong. Hasta ahora hemos matado a un millón de ellos, más que nada niños”.
Llamó por un alto el fuego inmediato, reconocer el derecho del enemigo a negociar dado su apoyo popular, retirar todas las tropas, etcétera. Insistió en que se tenía que seguir buscando todo método de protesta creativa posible en demanda de poner fin a esa guerra.
No es difícil imaginar a King hoy día rompiendo el silencio en torno a la complicidad criminal de Estados Unidos en la guerra de Israel contra los palestinos, ahora transmitida al mundo en vivo todos los días, de la cual todos somos testigos.
Otro feroz rompedor de silencios, Noam Chomsky, una de las voces disidentes más sabias de la política oficial de Washington y Tel Aviv, no ha podido participar físicamente en el gran debate sobre la guerra actual contra los palestinos por razones de salud, pero sus críticas y condena durante los últimos años siguen muy presentes (circulan constantemente por las redes sociales).
“Hay dos estados que atacan a Medio Oriente, agreden y violentan, realizan actos terroristas y actos ilegales de manera constante, ambos son enormes poderes nucleares: Estados Unidos e Israel, los dos principales estados delincuentes del mundo”, declaró hace unos pocos años.
En otro foro afirmó que “hay dos países que no sólo están llamando a que una nación no exista, la están destruyendo –esos son Estados Unidos e Israel, esa es su posición en torno a los palestinos. No sólo lo están diciendo, lo están haciendo día tras día, esas son las políticas que están impulsando frente a nuestros ojos”, dijo hace varios años.
Una vez más marcharon miles en Washington el sábado contra la complicidad de su gobierno con Israel y demandando un alto el fuego, rompiendo una vez más el silencio –entre ellos una hija de Malcolm X y el teólogo radical y candidato presidencial Cornel West que marcaron el legado del reverendo– como lo han hecho cientos de miles, si no ya millones, aquí y alrededor del mundo durante los últimos tres meses.
Ante lo que está sucediendo en Gaza, los pueblos siguen exigiendo, entre otras cosas, que los gobiernos que dicen apegarse a los derechos internacionales y/o que son éticos, rompan el silencio al endosar el caso de genocidio contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia impulsada por Sudáfrica.
“Una injusticia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todo lugar”, afirmó King hace 60 años. (La Jornada)
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