“Las tácticas sin estrategia son un ruido antes de la derrota”, Sun Tzu.
No hay ninguna duda de que la actual ronda de masacre palestina por Israel en Gaza no es una venganza ni un castigo colectivo a la criminal y estúpida Operación de Tormenta de Al Aqsa de Hamás, el 7 de octubre. Se trata de una nueva fase de la estrategia del imperialismo israelí de borrar del mapa, y literalmente, a los palestinos: las dos anteriores tuvieron lugar en 2011 cuando Israel se convirtió en una República Judía, y en 2020, y cuando Donald Trump y Benjamín Netanyahu firmaron el “Acuerdo del Siglo” para dar una Solución Final a la causa palestina, para que Israel pudiera apoderarse del gas y del resto del territorio palestino, sin trabas.
El despliegue militar y político en curso para “aniquilar a Hamás” con el fin de “garantizar una seguridad duradera de Israel” (será para sus dirigentes que no de su pueblo), como afirma Tel Aviv, recuerda la “reacción” de los que llevaban tiempo preparando la Primera Guerra Mundial y sólo necesitaban un detonante, alguien que apretara el gatillo matando al archiduque de Austria Francisco Fernando, y su esposa, la duquesa Sofía Chotek, en Sarajevo en 1914.
Israel no sabe qué hacer con Gaza
La actual matanza de los palestinos por los militares no responde a ningún plan elaborado por los políticos israelíes para el día después del fin de la invasión. De esta manera, los dirigentes israelíes están lanzando varios “globo sonda” para evaluar la reacción de su audiencia:
1. Organizar una cumbre internacional, dirigida por el primer ministro británico Rishi Sunak (que no por Joe Biden), y con los representantes de Israel, Jordania, Egipto, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Qatar y las Naciones Unidas, ¡sin los palestinos!, para formar un gobierno de transición en Gaza, la prisión convertida en cementerio.
2. Aplicar el modelo de Cisjordania a Gaza de forma progresiva:
– Entregar el poder a la Autoridad Palestina (AP), con el respaldo de las Fuerzas de Paz de la ONU y los principales estados árabes. Que el presidente de la AP Mahmud Abbas haya expresado su predisposición muestra que hay tanteo. Si el carismático líder de Al Fatah Marwan Barghouti, preso en Israel desde 2002, es liberado durante el canje de los rehenes civiles en mano de Hamás con los presos palestinos, podría significar que incluso se está elaborado un plan a más largo plazo, y con nuevos partidos palestinos en el escenario.
–Mantener una presencia militar “fluida”, que no permanente, en Gaza para que no se le llame “ocupación militar”, dividiendo la Franja en el área A, que estaría bajo el control palestino; área B administrado conjuntamente por Israel y Palestina, y el C bajo el dominio directo de las tropas ocupantes, protegiendo nuevos asentamientos ilegales. Esta zona haría también de “amortiguamiento” con el territorio oficial de Israel.
– “Hamás no solo ya no estará en Gaza, sino que el territorio de Gaza también disminuirá” adelanta Eli Cohen, ministro de Relaciones Exteriores de Israel. Matar, hasta la fecha, a al menos 11.000 gazatíes y forzar a otros 1.4 millones a desplazarse, indica la ejecución de este croquis.
3. Trasladar a los gazatíes a la península Sinaí de Egipto. Esto es lo que propone una supuesta filtración de un documento del Ministerio de Inteligencia de Israel, fechada el 28 de octubre, desempolvando una vieja conspiración israelí, que trata de:
– una “Limpieza Étnica” en toda regla, que no “limpiar Gaza de Hamás”. Es decir, un Nakba II. Curioso: gracias a los reporteros palestinos y los móviles que muestran al mundo, en vivo y en directo, los crímenes de guerra cometidos por Israel, expulsándoles de sus casas, los historiadores de los vencedores no podrán falsificar otra vez la verdad como lo hicieron con el Nakba I, del 1948: en el que según ese relato los palestinos -unos vendepatrias-, además cobraron un buen dinero para dejar sus tierras a los judíos emprendedores llegados de Europa. El documento habla de llenar el norte del Sinaí de tiendas de campaña para más adelante construir viviendas permanentes. Así, los palestinos estarían 1) bajo el control férreo del presidente dictador Abdel Fattah Al Sisi, y 2) no tendrán derecho a moverse. En su nueva prisión, los palestinos estarían vigilados además por las tropas de EEUU, que ya llevan tiempo allí, al parecer para luchar contra un chollo llamado “yihadismo”. Al Sisi se niega, y no porque se trate de un descarado pogromo, sino porque:
– Una afluencia masiva de refugiados desesperados palestinos desestabilizaría a Egipto.
– A diferencia de los años 1948 a 1967, que al no existir partidos políticos palestinos y Egipto administraba aquellos territorios, hoy son numerosos. Por tanto, Palestina y los palestinos no necesitan tutela.
– Siendo Hamás la rama palestina de la Hermandad Musulmana (protegida por el Partido Demócrata de EEUU), contra quien Al Sisi hizo un golpe de Estado (patrocinado por Arabia Saudí), teme que convierta al Sinaí en su base de operaciones antisraelíes, arrastrando al país a una guerra con el poderoso vecino.
– Si la cuestión palestina no es un tema de Israel, tampoco la es de Egipto, piensa el faraón.
Que Israel bombardeara el norte de Gaza para empujar a la población hacia el sur, donde “casualmente” está la frontera egipcia, obedecía al Plan C.
4. Devolver Gaza a Hamás. De este modo:
– Se ahorraría la paliza de buscar un “gobernador” para lo que quede a los palestinos en Gaza.
– Rescataría al candidato Biden del suicidio, e incluso le regalaría la posibilidad de convocar una conferencia-pantomima de paz, que tanto gusta a los presidentes de EEUU y que Biden se negó a pasar por el aro.
– Salvaría la cara de los países que han normalizado su relación con Tel Aviv, e irían ampliando el Acuerdo de Abraham.
La táctica de “bombero pirómano”
En su estrategia expansionista, Israel:
1. Patrocinó a Hamas, -una organización de extremaderecha teocrática que fantasea con la destrucción de Israel-, para debilitar a la Autoridad Palestina, que tenía un plan viable para instalar un Estado Palestino en las fronteras de 1967.
2. Luego tachó a Hamas de terrorista para quitar legitimidad a la lucha palestina y poder apoderarse de sus recursos naturales en el Mediterráneo. ¡Y lo ha conseguido! Para Hamás, los palestinos no están «oprimidos» porque estén bajo un brutal colonialismo israelí de corte medieval-apocalíptico, sino por ser perseguidos como musulmanes, por los judíos que además controlan su gran templo Al Aqsa (de allí el nombre de su operación del 7 de octubre). Así, el gobierno de Gaza y el de Tel Aviv se han ido retroalimentado, en perjuicio de sus propios ciudadanos.
EEUU probó esta táctica en Afganistán. Colocó a los talibán en el poder en 1992, y al ver que no eran capaces de cumplir con su cometido, lanzó una campaña internacional sobre ¡cómo oprimían a sus mujeres! para después invadir y ocupar el país directamente. Después de 20 años, y tras ser derrotado por China en Asia Central, negoció con los talibanes en 2020 su regreso a Kabul, a cambio de mantener cinco bases militares y el control sobre los aeropuertos empezando la sexta etapa de la ocupación…y ¿dónde lo hizo? ¡En Qatar! El mismo país que está mediando entre Hamás e Israel.
Obviamente, sin la luz verde de EEUU (y sus catorce motivos de su respaldo incondicional a Israel), Israel no podrá llevar a cabo ninguno de sus planes, que son nada menos que un cambio en el mapa de Oriente Próximo. Joe Biden ha respaldado no sólo la condena a muerte de hambre y de sed de los 2,3 millones de gazatíes, sino que le ha enviado más armas para una mejor matanza indiscriminada de los palestinos, y la destrucción total de sus hogares, hospitales, y escuelas; lo único que le pidió, y para el bien de Israel y el suyo propio, fue que se pensara dos veces antes de una invasión terrestre al enclave. Y Netanyahu no le hizo caso: aquí mando yo, es lo que le advirtió a Joe Biden en 2010.
Este rompecabezas podría quedarse en nada si Irán entra en la guerra, deseando o cayendo en la trampa de EEUU-Israel. El régimen clerical-militar, también de extremaderecha semítica, que gobierna Irán está preparando la opinión pública con que “una guerra regional inevitable”, en palabras de su ministro de Asuntos Exteriores, Amir Abdolahian.
Demasiadas incógnitas y una única certeza: una mayor militarización de Oriente Próximo, más guerras y un infinito dolor para cientos de millones de personas.
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