Pakistán: jugar a la “carta rusa” fulmina al gobierno de Imran Khan

Captura de pantalla: Twitter / Imran Khan
Captura de pantalla: Twitter / Imran Khan

Podría haber sido otro golpe de estado convencional de la CIA, pero en Pakistán eso no hace falta: todos los órganos del poder están bajo el control de las agencias de inteligencia estadounidenses y británicas desde su fundación como República Islámica en 1947, desintegrando India, y que fortalecieron su presencia durante el timo de la «guerra contra el terror» dirigida por EEUU, que hacía del bombero pirómano.

El gobierno del demócrata Joe Biden no pierde el tiempo y, mientras amplía la trampa tendida a Rusia en Ucrania, resucita a la OTAN y vende a Taiwán armas (incluidos los sistemas de misiles tierra-aire Patriot) con la clara intención de provocar a China, acaba con el vigesimosegundo primer ministro de Pakistán, que al igual que el resto de sus antecesores no pudo acabar su mandato: a Imran Khan, elegido en 2018, le quedaba un año para agotar su mandato. Su último pecado, convertirse en el primer mandatario del mundo en encontrarse con el presidente Vladimir Putin en Kremlin, horas después del inicio de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero: y «Roma no perdona a traidores». Khan ha sido cesado por el parlamento.

El Partido Demócrata, además de ser adicto a expandir la influencia de EEUU por el mundo con cualquier medio, desde el «excepcionalísimo» auto-otorgado de EEUU manifiesta una grave amnesia: ha perdido la memoria tanto cercana como lejana. No hace mucho acusaba de injerencia a Rusia en las elecciones de EEUU, aunque durante los últimos setenta años no ha escatimado recursos del bolsillo de los contribuyentes para secuestrar, derrocar y asesinar a los mandatarios de numerosos países. Imran Khan sólo es el último de la larga lista de sus víctimas.

Desconocemos si la visita de Khan a Moscú el mismo día de la guerra fue una coincidencia, o si el líder pakistaní había sido informado de lo que iba a ocurrir, pero lo más seguro es que Putin no le podrá devolver la visita, planeada para finales del año, e iba a ser el primer presidente ruso en pisar Pakistán, Tierra de los Inmaculados significa este nombre persa, para distinguirse de los «impuros» hinduistas.

Imran Khan, exjugador de críquet, un férreo defensor de los talibanes, intentó gobernar un país subdesarrollado de 220 millones de habitantes ubicado en una región con inmensos recursos naturales y rutas comerciales estratégicos. También es vecino de Afganistán, Tayikistán, Irán, India y China. Datos que le convirtieron en el candidato ideal para que EEUU y el Reino Unido le convirtieran en la cuna del «terrorismo yihadista sunnita», a los que asignaron misiones concretas por todo el mundo.  En 1978, el plan del Pentágono de cercar a la Unión Soviética en sus fronteras utilizando a la extrema derecha religiosa empezó en Pakistán: Los «Muyehedines» liderados por Masoud Shah (y ahora por su hijo y por Francia) fueron enviados a Afganistán para derrocar al gobierno socialista afgano, Jomeini fue instalado en Irán llegado de Francia (país miembro de la OTAN) y Lech Walesa respaldado por el Vaticano en Polonia, con la misión de rodear y asfixiar a la URSS, que para defenderse cayó en la trampa tendida en Afganistán. ¿Fue el KGB quien «accidentó» en 1988 el avión del presidente fascista de la República Islámica de Pakistán, el General Muhammad Zia-ul-Haq, uno de los padrinos del terrorismo «yihadista»?

Ahora, Talibanistán, el único país «musulmán» con armas nucleares, pierde la pequeña posibilidad de independencia con la que soñaba.

La hemeroteca revela lo que pasó

24 de febrero: la visita de Imran Khan a Moscú tenía cuatro objetivos:

Reafirmar la independencia de Pakistán de Washington. Khan elogiaba la política exterior de la India, que mientras importa armas de Rusia se unía a EEUU en la alianza Quad (contra China). Pero Pakistán no es India: uno nace gracias a un plan colonial de Occidente, cuando éste tiene que descolonizar la India, y el otro expulsa a los colonialistas británicos, gracias a las victorias de las fuerzas progresistas a nivel mundial.

Discutir la reorganización de Asia central, en colaboración con India y China y desde la Organización de Cooperación de Shanghái, de la que los cuatro son miembros. Rusia, que es el primer país del mundo, después de Pakistán, en entregar la embajada de Afganistán a los talibanes propakistaníes, escenificó la importancia del encuentro entre Putin y Khan sentados juntos con una mesa pequeña en medio, nada que ver con la megamesa de casi cuatro metros que separaba a Emmanuel Macron (Europa) del mandatario ruso.

Ampliar las relaciones económicas. Pakistán busca inversiones rusas para la economía destartalada del país. Ambos gobiernos están ultimando la construcción del gasoducto Pakistan Stream, por el valor de 2.000 millones de dólares (¿o ya en rublos?), que conectaría un terminal de gas natural licuado en el puerto de Karachi con la ciudad norteña de Lahor, mientras Joe Biden priva a Europa aprovechar el proyecto Nord Stream 2 ya construido. Ahora discuten los procedimientos gratuitos y las exenciones fiscales relacionadas con este vital proyecto de energía para Pakistán.

Pacificar las relaciones indio-pakistaníes. La enemistad entre Islam Abad y Nueva Delhi absorbe una gran parte de sus fondos: Pakistán asigna 8.78 mil millones de dólares (2021-2022) para su aparato militar, mientras solo el 59% de la población está alfabetizado, y sus mujeres sufren una desigualdad tan escandalosa que lo convierte en uno de los peores países para nacer mujer. Una situación parecida viven los ciudadanos de la India, país capitalista exacerbado que tendría que compararse con China.

9 de marzo: «No somos sus vasallos», contestó Imran Khan a una carta enviada por los embajadores de la Unión Europea en la que le exigían condenar la operación militar de Rusia en Ucrania. Islam Abad se abstuvo de votar una resolución que «deploraba» la invasión y «exigía» la retirada rusa, aunque sí enfatizó en el compromiso del país en respetar la soberanía e integridad territorial de los estados, abogando por una solución pacífica para las disputas. «¡Quiero preguntarles si enviaron un mensaje similar a la India!», les preguntó Khan, ya que Nueva Delhi tampoco había condenado el ataque ruso.

7 de marzo: Las actas de una (supuesta) reunión entre Donald Lu, subsecretario de Estado del gobierno de Joe Biden para Asia Central y del Sur, y Assad Majid, el embajador de Pakistán en Washington, llegan a Islam Abad. En ellas se encuentra una carta amenazante de Lu (que fue revelada por Imran Khan el 4 de abril), en la que le advierte de que los grupos de la oposición en el parlamento pakistaní pronto plantearán la destitución de Imran Khan por la nefasta gestión de los problemas del país, y que «si la moción de censura no fructificara, el país tendría que enfrentarse a sus consecuencias». El ministro de las Relaciones Exteriores de Pakistán, Shah Mahmood Qureshi, dijo en el Parlamento que, el mes de febrero, el asesor de seguridad nacional de EEUU llamó a su homólogo paquistaní exigiendo cancelar la visita de Khan a Rusia, y obviamente fue rechazado.

8 de marzo: la oposición compuesta por el Partido Popular, la Liga Musulmana y la Sociedad de Clérigos Islámicos presenta una moción de censura contra Khan, acusándole de ineficacia en atajar la inflación del 20%, la caída libre de la rupia frente al dólar o el desempleo que sigue empujando a millones de jóvenes a emigrar a otros países.

22 de marzo: en la 48ª reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Cooperación Islámica, Imran Khan insiste en la necesidad de poner fin a la ocupación tanto de Cachemira como de Palestina. A pesar de las presiones de EEUU, Khan se negaba a reconocer al estado israelí y unirse a los Acuerdos de Abraham, que peligrosamente ha llevado a Israel al Golfo Pérsico.

30 de marzo: tras varios intentos de parar el proceso de su destitución mediante los procedimientos constitucionales, Khan pierde la mayoría y es cesado.

1 de abril: Zalmai Khalilzad, un estadounidense de origen afgano, criminal de la guerra de Afganistán, que cuatro meses antes del 11 de septiembre del 2001 fue nombrado por el régimen de George Bush como Asistente Especial del Presidente, se reúne con el jefe del ejército paquistaní, el General Qamar Bajwa en Islamabad. El mismo día, Khan afirma temer por su vida, aunque continuará su lucha por un Pakistán independiente y democrático. Su colega Benazir Bhutto fue asesinada en 2007, tres semanas después de una entrevista en la que revelaba que Bin Laden llevaba muerto años, desmantelando la farsa de la «guerra global para buscar al terrorista saudí». Así, nadie cuestionaría el asalto a la supuesta vivienda de Bin Laden en 2011 y el asesinato de un hombre desconocido (¿Por qué no fue capturado para luego ser exhibido ante los periodistas, como hicieron con Sadam Husein o el Chapo Guzmán? ). Por cierto, 26 de los 30 estadounidenses muertos en un accidente de helicóptero en diciembre del 2015 en Afganistán eran del Equipo SEAL Seis de la Marina, que participaron en el asalto a aquella mansión.

Kahn también recuerda la ejecución del primer ministro Zulfikar Ali Bhutto en 1979, auspiciada por la CIA y realizada por el general golpista Zia-ul-Haq: Pedagogía del terror en estado puro.

4 de abril: En un gran mitin, Khan revela el contenido del cable diplomático como la prueba de la confabulación de los «poderes extranjeros» para derrocar a su gobierno. Washington, que negó tener algo que ver con la moción de censura, dio una explicación que hizo aumentar las sospechas: primero afirmó que la carta era falsa y, luego, que se trataba de una conversación informal entre el Sr. Lu y unos funcionarios amigos. A ver, ¿No fue el propio Biden quien planeaba lo mismo, pero sobre el Sr. Putin, al decir que «…Por el amor de Dios, este hombre [Putin] no puede permanecer en el poder» ? ¡Y lo dice un hombre que ha apoyado las guerras contra Irak, Afganistán, Yemen, Siria, Libia, Sudán, Gaza o Pakistán, destrozando la vida de al menos 100 millones de personas!

Otros motivos de la caída de Khan

– Las discrepancias entre aquel primer ministro y el ejército comandado por el general Qamar Bajwa, institución que controla la política y la economía del país (al igual que en Egipto, Irán y en Turquía antes de Tayyeb Erdogan). El plan de Khan para reemplazarle por el exjefe de los servicios de inteligencia (Inter-Services Intelligence), el teniente general Faiz Hameed, fue interceptado por micrófonos ocultos, acelerando el fin de su mandato.

– Negarse a enviar tropas a Yemen, atizando el fuego de la guerra criminal liderada por EEUU y Arabia Saudí. Los jeques árabes le amenazaron con deportar a cerca de tres millones de trabajadores paquistaníes, explotados en las petromonarquías del Golfo Pérsico.

– Oponerse a la instalación de bases militares de EEUU en Pakistán.

– El descontento manifestado públicamente de Khan por los ataques con aviones no tripulados estadounidenses que bombardean la frontera de Afganistán con Pakistán en la «lucha contra el terror», matando según él a 70.000 civiles paquistaníes y provocando la huida de millones de sus hogares. Joe Biden nunca llamó al primer ministro pakistaní desde que asumió su cargo en la Casa Blanca, pero sí que lo hizo al líder de la India, país clave en el diseño de la doctrina de «contención de China» de EEUU.

– El aumento de la pobreza y el malestar generalizado por el incumplimiento de sus promesas en acabar con la corrupción y mejorar la vida decenas de millones de pakistaníes que viven bajo la línea de la pobreza. La publicación de los Papeles de Pandora sacó a la luz la corrupción y la evasión de impuestos por el círculo íntimo de Khan. La guerra entre Rusia y Ucrania, ambos proveedores de trigo de Pakistán, así como el alza de los precios de energía, agravará aun más la crisis económica del país superpoblado que va hacia la deriva.

– Acercarse demasiado a China, que lo recogió cuando EEUU lo tiró a la papelera. «Una amistad más alta que la montaña de Himalaya y más profunda que las profundidades del Mar Arábigo», así definen su relación los dos países asiáticos, unidos por el Corredor Económico China-Pakistán, en el que el puerto Gwadar es una de las piezas claves del «Collar de perlas» (los puertos estratégicos que China ha alquilado alrededor del mundo), arrendado por 40 años al país de Mao, y que forma parte de unos 90 proyectos de infraestructura, la mitad completados o en ejecución. Los técnicos chinos han sido objetos de varios atentados mortales por parte de los talibanes. En el abril de 2021, una bomba fue estallada frente al hotel Serena donde se alojaba el embajador de China Nong Rong en la ciudad de Quetta, Baluchistán. El diplomático no se encontraba en el lugar, pero murieron varias personas.

Con la caída de Khan, los talibanes pierden su principal rostro de cara al mundo, atractivo y elegante, quien pedía con insistencia a la comunidad internacional reconocer a estos monstruos escapados de los cementerios de la Edad Media, porque «no hay alternativa a ellos», afirmaba mientras ocultaba que fue justamente su país quién mandó a los terroristas que masacraron a decenas de miles de fuerzas progresistas afganas, entre ellos al presidente de la República Democrática de Afganistán, el doctor Nayibullah, que fue  linchado y su cadáver colgado durante días en una plaza en Kabul.

El diseño del nuevo orden mundial dejará a su paso otros millones de víctimas, y Imran Khan no es más que un simple cadáver «de lujo», eliminado por la «familia», mientras Islam Abad se debe preparar para revueltas populares de los más desheredados sin que ni los generales pudiesen contenerlas.

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*Nazanín Armanian es iraní, residente en Barcelona desde 1983, fecha en la que se exilió de su país. Licenciada en Ciencias Políticas. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Público. Fuente:  //www.nazanin.es/, Público.es

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