El reto mayor de los movimientos sociales progresistas: la unidad de acción

Foto: Internacional Progresista
Foto: Internacional Progresista

Uno de los grandes retos que las fuerzas progresistas deseosas de una transformación de la sociedad que elimine las causas de los agravios y de las explotaciones que origina la existencia de movimientos sociales de liberación (como los movimientos feministas, el movimiento sindical, el movimiento ecológico, el movimiento climático, y el movimiento de ancianos entre otros) es el desarrollo de un proyecto común que aúne sus esfuerzos en busca de una sociedad alternativa. De ahí la gran urgencia e importancia de establecer los lazos transversales que permitan desarrollar estrategias comunes de cambio. He vivido en muchos países durante mi largo exilio, (parte forzado al inicio y voluntario más tarde), donde he podido directamente ver las consecuencias para tales movimientos sociales de que exista o no tal transversalidad y estrategia común. Y me centraré en dos polos opuestos en el panorama político de los países del Norte del Atlántico (donde he vivido por bastante tiempo y donde tengo familia y que creo conocer bien): Estados Unidos y Suecia.

Los movimientos sociales en Estados Unidos: el modelo liberal

Estados Unidos es un polo dentro del espectro político existente en los países del Atlántico Norte. Es el modelo liberal. Y es el mayor punto de referencia de los partidos políticos y movimientos sociales que siguen tal orientación política a los dos lados de aquel Atlántico. En Estados Unidos la gran mayoría de movimientos sociales actúan dentro de una cultura política conservadora-liberal existente en el país, de manera tal que cada movimiento va por su cuenta y suele competir con los otros movimientos para conseguir la legislación deseada, así como el apoyo y los recursos del Estado (primordialmente del Estado Federal), que está gobernado por un bipartidismo que incluye solo dos partidos. Uno, el Partido Republicano, que es la derecha conservadora (hoy de ultraderecha, dominado por el trumpismo, semejante a la ultraderecha europea). Y el otro partido es el Partido Demócrata, un partido liberal (observador en la Internacional Liberal, de centro derecha). No hay partidos de izquierda con representación parlamentaria en el Congreso ni tampoco en el Senado Federal. Hay un senador independiente, Bernie Sanders, que es socialista, pero no es parte de un partido socialista. Y hay Congresistas Demócratas que se consideran socialistas. Pero tampoco son miembros de un partido socialista. Como partidos políticos que puedan vehicular las demandas legislativas o presupuestarias de los movimientos sociales, solo hay dos partidos en el Estado Federal, uno de ultraderecha y otro de centra derecha.

El Partido Demócrata no es (ni se considera) de izquierdas, lo cual es una de las causas de las enormes limitaciones del Estado del Bienestar en EEUU, así como el gran déficit de sus derechos sociales, laborales y políticos que afecta a las mujeres, a los trabajadores y trabajadoras, a las minorías, a los ancianos, y a su ambiente y clima, cada uno de los cuales tiene sus movimientos sociales que compiten para influenciar al Estado, primordialmente a través del Partido Demócrata. Naturalmente que hay una diversidad de sensibilidades dentro de tal partido, incluyendo progresistas, pero la dirección del partido es claramente liberal de derechas, aunque últimamente, con el presidente Biden, tales fuerzas progresistas han adquirido mayor influencia recuperando la tradición del New Deal liderada por el presidente Roosevelt que fue el que aplicó políticas más cercanas a la social democracia europea de su tiempo. Tal tradición, sin embargo, experimentó un cambio muy sustancial de su orientación política, a partir de los presidentes Carter, Clinton y Obama. Fue precisamente el abandono de esta tradición New Deal en el Partido Demócrata lo que explica el distanciamiento de grandes sectores de la clase trabajadora de tal partido y su apoyo al trumpismo, que canalizo el enfado de grandes sectores de la población frente al establishment político mediático liberal representado por el Partido Demócrata.

La influencia del liberalismo en los movimientos sociales en una cultura conservadora-liberal, EEUU

La estrategia de liberación en la mayoría de estos movimientos sociales en EEUU ha sido la de centrarse exclusivamente en la causa que dio lugar a su origen. Su exclusividad les dificultó ver la relación existente entre las distintas explotaciones que hay en el país. Cada movimiento social luchaba por su cuenta sin buscar puntos de transversalidad con otros movimientos de liberación. Al individualismo, característico del liberalismo, se acompañaba la exclusividad de cada movimiento, compitiendo entre ellas y ellos. Y su proyecto incluía en lugar prominente, conseguir el mayor número de puestos de autoridad y responsabilidad dentro de los aparatos del Estado y del establishment político mediático liberal. La mayoría de los dirigentes de tales movimientos eran profesionales, de clase media alta con educación superior académica. La paradoja de tal situación es que, a pesar de ser movimientos extensos con visibilidad mediática, los derechos sociales, laborales y políticos de cada grupo discriminado y/o explotado continuaban y continúan muy limitadas. Las desigualdades de género, por ejemplo, están entre las más altas de los países del Atlántico Norte, siendo las mujeres estadounidenses las que tienen menos derechos. Un tanto semejante ocurre en cuanto a las desigualdades por clase social, las más acentuadas de tales países, con un desarrollo muy limitado de su protección social. Los servicios de atención pública a las familias (como las escuelas de infancia y servicios domiciliarios a las personas con dependencias, por ejemplo) es casi inexistente y la sanidad pública no es universal, con 38% de los pacientes terminales preocupados por como poder pagar sus facturas médicas (para ver una comparación internacional de los datos sobre desigualdades y niveles de atención pública, por clase social y género, según la tradición política en Europa y en Norteamérica, ver mi artículo Causas y consecuencias del subdesarrollo social en EspañaPúblico, 16/9/2021).

Evolución de los movimientos sociales en el modelo liberal

Quisiera subrayar que esta estrategia de los movimientos sociales de integración y entrismo dentro de las instituciones del Estado y del establishment político mediático tuvo conquistas importantes. El hecho, por ejemplo, de que el presidente Obama de Estados Unidos fuera un negro tuvo una gran importancia, sobre todo de carácter identitario, dando un mensaje de esperanza para la población negra, bien definido por el eslogan que el candidato Obama hizo suyo (originalmente utilizado por los sindicalistas de los trabajadores del campo), de que «Sí Se Puede». Ahora bien, una vez en el poder, el presidente Obama siguió las políticas liberales del Presidente Clinton que afecto negativamente a la gran mayoría de las clases populares, incluyendo a la población negra. Y su ministra de Asuntos Exteriores, Hillary Clinton, una mujer, fue una mayor proponente de la globalización liberal que dañó enormemente a la clase trabajadora estadounidense, no solo del sector industrial sino también de servicio, cuya mayoría fueron mujeres. Ello explica, en parte, que la mayoría de las mujeres, que eran de clase trabajadora, no votaron por la ministra, cuando fue la candidata feminista en las elecciones presidenciales del año 2018.

Ello causo la aparición de movimientos transversales como alternativa a los movimientos sociales más tradicionales . Y un gran paso en esa dirección fue la creación del Rainbow Coalition (Coalición Arcoíris) por parte del candidato a la presidencia de Estados Unidos en los años 1984 y 1988, Jesse Jackson (al cual tuve el honor de asesorar). En el año 1984, Jesse Jackson se presentó como la voz de las minorías negras consiguiendo movilizar sectores de tales minorías, pero quedo muy lejano de conseguir ganar las elecciones primarias para poder ser el candidato del partido Demócrata a la Presidencia de EEUU. Pero en el año 1988, Jesse Jackson, como fundador y presidente de la Coalición Arco Iris, se presentó, en cambio, como la voz de la mayoría de la población trabajadora y de las clases populares y de sus movimientos sociales, fueran estos y estas, blancos, negros, amarillos, verdes, o lo que fuera, invitándolos a todos y a todas a que se unieran, sin perder su identidad, en el movimiento de coalición en contra de cualquier forma de explotación, que le permitió casi ganar las elecciones primarias del Partido Demócrata en aquel año. Este fue el origen de la aparición más tarde de otra orientación en los movimientos sociales, presentándose en defensa de los intereses de las clases populares en sus distintas versiones y dimensiones, que ha causado una gran resistencia y hostilidad por parte de los movimientos sociales más tradicionales y también del establishment político mediático del país y que está teniendo un impacto muy importante dentro del Partido Demócrata, reforzando sus sectores progresistas y que explica muchas de las propuestas consideradas por el presidente Biden.

El otro polo es Suecia: los movimientos sociales como sensibilidades de espacios mayores

Los mismos datos que muestran el retraso de la mujer en Estados Unidos señalan el gran adelanto en Suecia (junto con Noruega, Dinamarca, y Finlandia), en donde la mujer tiene mayores derechos sociales, políticos, y laborales y donde las desigualdades de género y por clase social son las mas bajas en aquellos países del Atlántico Norte, al revés que en el mundo liberal. Y, sin embargo, lo que llama la atención, es que no hay movimientos feministas extensos, puesto que el sentimiento feminista esta ampliamente incorporado dentro de los espacios políticos. La cultura dominante ha sido la Social Democracia y el Socialismo, fuertemente enraizadas en la historia del movimiento obrero a través de partidos políticos progresistas que han gobernado en coalición, durante la mayoría del período desde la Segunda Guerra Mundial hasta ahora. Tales coaliciones progresistas gobiernan hoy todos los países escandinavos, Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, siendo ellos los que tienen menos desigualdades de género y de clase social con mayores derechos laborales, sociales y políticos. En estos países la transversalidad de intereses y causas comunes han motivado una estrategia colectiva en que la suma y no la competitividad han empoderado al movimiento transformador. Y esta suma, es más que una suma, pues es la sensibilidad de cada movimiento que se ha incorporado y hecho suya por parte de toda la comunidad. En esa transversalidad, la clase social juega un papel importante, pues en todos los países, la mayoría de las mujeres pertenecen a la clase trabajadora. De ahí que la sensibilidad de la necesidad de la liberación de la mujer pasa a ser objetivo no solo del movimiento feminista sino de todo el movimiento transformador, favoreciendo la movilización de toda la clase trabajadora y de las clases populares, que es lo que las élites dominantes temen. Y de ahí que intenten dividir siempre al movimiento progresista entre sus componentes como bien muestra la experiencia estadunidense donde el racismo, por ejemplo, tiene una función importante para dividir a las clases sociales frente al adversario común, las clases pudientes gobernantes. En los países nórdicos los movimientos sociales tienen mayor conciencia de la importancia de los espacios transversales dentro de un proyecto común. Esta observación podría dar pie a un malentendido de que, en aquellos países, los movimientos sociales están instrumentalizados por los partidos políticos. Es precisamente al revés: los partidos son los instrumentos vehiculares de los movimientos sociales que tienen en común la lucha de todas y todos contra todo tipo de explotación, ya sea de clase social, de género, de raza, o de región, frente a la cultura liberal, qué antepone lo individual sobre lo colectivo y lo exclusivo sobre lo común.

La experiencia nórdica señala pues la necesidad de actuar conjuntamente en el diseño de una sociedad alternativa -el socialismo en aquel caso,- que debe tomar como punto central el fin de cualquier tipo de explotación y el máximo desarrollo democrático, con la aplicación de políticas públicas diseñadas para reducir las desigualdades sociales, por clase social, por género, por raza y por región (entre otros), garantizando la calidad de vida y el bienestar de la población desde la infancia a la vejez, con prevención del deterioro ambiental y crisis climática. Y lo que es de gran interés es que, en el análisis de sus políticas públicas, se ve que hay una relación estrecha entre ellas, y ello es la causa de que, como acentué en varias ocasiones en este artículo, tengan menos desigualdades de renta (Coeficiente de Gini es de los más bajos del mundo capitalista desarrollado: Suecia 28.2%, Finlandia 25.9%, Dinamarca 26.3%, Noruega 25.2%, más bajos que España 34.1% y mucho más bajo que Estados Unidos 39.1%); menos desigualdades de género (Índice de desigualdad de genero es de los mas bajos, Suecia 4.4%, Finlandia 5.8%, Dinamarca 4%, Noruega 5.1%, más bajo que España 8%, y mucho más bajo que Estados Unidos 18.9%), y mayor sensibilidad ecológica en la población. Es también interesante que estos países, excepto Suecia, han tenido, en general, una mortalidad acumulada por coronavirus (desde el principio de la pandemia hasta ahora por 100.000 habitantes) más baja que la gran mayoría de los países europeos y muy especial de Estados Unidos, que ha tenido una mortalidad muy elevada.

Ni que decir tiene que hay muchos vacíos y problemas pendientes y hay muchos artículos y libros escritos definiendo las deficiencias del sistema, tales como los excelentes trabajos de Goran Therbon y Walter Korpi. Pero los datos señalan que su modelo es más solidario y afín a lo que la mayoría de los movimientos sociales aspiran, que el modelo liberal, donde la solidaridad no es una característica del sistema, sino que es la competitividad, la exclusividad y las leyes del mercado (que siempre aseguran la permanencia de los más poderosos). Es sorprendente pues, que muchos intelectuales en España, incluyendo algunos progresistas, han dado mucha más atención a intelectuales y a portavoces de movimientos sociales estadounidenses que no a intelectuales y portavoces de los países nórdicos, explicándose tal atención por el dominio mediático que el pensamiento liberal continúa teniendo en nuestro país.

Esperanzas en España: cambio en la correlación de fuerzas que permitan el desarrollo del modelo solidario

En España la nota optimista es que están apareciendo nuevas orientaciones en los movimientos sociales que están desarrollando estrategias de transversalidad que permiten amplias coaliciones a favor de cambios que aúnen distintas causas en un proyecto común. Ejemplo de ello, es la atención que está recibiendo lo que se llama el Cuarto Pilar del Bienestar (que complemente a los 3 primeros pilares, el derecho a la salud, el derecho a la educación y el derecho a la jubilación), de clara inspiración escandinava, que garantiza el derecho individual de acceder a los servicios de atención a las familias (tales como los servicios de infancia y los servicios de dependencia). Tal derecho, que todavía no existe en España, está recibiendo un amplio apoyo del movimiento feminista (por el papel fundamental que juegan tales servicios en la liberación de la mujer en España), del movimiento sindical (por las implicaciones de mejoramiento de amplios sectores de la clase trabajadora), del movimiento de los ancianos (por la expansión y la definición de los servicios de ayuda a la dependencia), entre otros, que intenta presionar al Gobierno de coalición de izquierdas a atender uno de los problemas mayores que tiene la sociedad española, que es la escasa atención pública a las familias, resultado del enorme dominio que las fuerzas conservadoras históricamente han tenido en la vida política del país. Una nueva página de esperanza, sin embargo, se está escribiendo en su historia, pues están ocurriendo hechos que están cambiando las coordenadas de poder que permiten aberturas a una nueva sociedad. Y uno de tales hechos es la creciente concienciación y realización por parte de los movimientos sociales de que hay causas comunes en el origen de los distintos tipos de explotación. Y entre ellas destacan las limitaciones de la democracia resultado de la enorme concentración de poder económico, financiero, cultural, político y mediático que existe en España, dentro de un contexto político europeo, cuyas instituciones están también predominantemente dominadas por fuerzas conservadoras-liberales que facilitan y promueven tal concentración.

 

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