La irresoluble pandemia requiere cambios más profundos de los que se están considerando para evitar su cronificación
Hay una sorprendente resistencia en las autoridades públicas españolas (tanto centrales como autonómicas) a aplicar medidas obligatorias a fin de poder controlar la pandemia lo cual no deja de sorprender pues la tasa de infección de la población por COVID-19 es de las más elevadas en los países a los dos lados del Atlántico Norte. Tal resistencia suele basarse en dos tipos de argumentos: uno, en el respeto al derecho individual (que se asume garantizado por la Constitución) subrayando que el Estado (en todos sus niveles) tiene que tener límites en su tarea normativa a fin de no afectar el derecho individual de las personas, a las cuales se las considera como plenas soberanas en decisiones sobre, por ejemplo, el ser o no ser vacunados. La libertad individual se considera sagrada en una economía liberal. Y son precisamente los partidos neoliberales los que utilizan el slogan LIBERTAD para oponerse a la obligatoriedad de las medidas de control de la pandemia, incluso la vacunación de los ciudadanos.
El otro argumento es el de priorizar el desarrollo económico por encima de todo lo demás. Se asume en esta postura que no puede permitirse que las medidas propuestas por las autoridades públicas para controlar la pandemia puedan afectar el crecimiento y/o el quehacer económico, vital para la supervivencia de la sociedad. Se establece así una supuesta dicotomía en que hay que elegir entre medidas de higiene y salud pública para prevenir y controlar la pandemia por una parte (que frecuentemente se presentan de escaza eficacia, como así afirman los partidos políticos afines al Trumpismo) y las políticas de estímulo económico (que siempre deben priorizarse) por el otro. Estos dos argumentos, la defensa del individualismo y la priorización del desarrollo económico, por encima de todo lo demás, suelen complementarse y forman el eje ideológico de las derechas conservadoras-neoliberales en España, reproduciéndose también en algunos sectores conservadores y liberales dentro de las izquierdas.
Las debilidades de tales argumentos neoliberales
El ejercicio del derecho de una persona, sin embargo, no puede poner en peligro la vida de otra. La libertad de una persona para escoger no vacunarse no puede permitirse si ello conlleva el peligro de que otra persona pueda morir o su salud puede estar afectada como consecuencia de ello. De la misma manera que una persona tiene prohibido beber bebidas alcohólicas, o no llevar el cinturón de seguridad mientras está conduciendo (pues la vida de otras personas, además de la suya, pueden quedar afectada) a una persona no puede permitírsele que permanezca no vacunada si ello implica que como consecuencia, otra persona pueda contagiarse, enfermarse o incluso morir. El individuo no vacunado es más contagioso que el vacunado y de ahí la necesidad de que se vacune la población no vacunada para, entre otros objetivos, disminuir la contagiosidad. En realidad, la naturaleza más contaminante y más dañina de la variante Delta del virus ha acentuado todavía más el peligro para la colectividad del ciudadano no vacunado.
Este peligro del individualismo alcanza su máxima extensión en el Trumpismo que suele además promover su argumento individualista como parte de un proyecto patriótico, presentando a la patria (EEUU) como la máxima realización del modelo neo liberal basada supuestamente en el individualismo. Tal sesgada visión de patria y patriotismo olvida que fue precisamente el presidente George Washington el dirigente de la liberación del país frente al Imperio británico, el que hizo obligatoria la vacuna de la viruela que estaba causando más muertes que el propio conflicto militar. En realidad, el Ejército británico enviaba a civiles enfermos de viruela a las áreas liberadas por las tropas de Washington para extender la enfermedad. De ahí que Washington, uno de los fundadores del país, mostrara claramente el deber patriótico a vacunarse, deber que fue más tarde afirmado por la Corte Suprema que utilizó como argumento que «toda comunidad tiene el derecho de garantizar la seguridad y el bienestar de su población», lo cual incluye la de vacunarse cuando así lo aconseje la comunidad científica y lo decida la comunidad. (Matt Ford. Vaccine Mandates are as American as Apple Pie. Portside. July 30, 2021).
¿Se puede recuperar la economía sin controlar la pandemia?
Pero el argumento que parece más convincente dentro del argumento neoliberal es el de anteponer la recuperación económica a las medidas de control de la pandemia, pues sin producción y consumo la gente no sobrevive. Pero tal argumento asume que existe una dicotomía: es decir, que se debe o puede escoger entre uno (la recuperación económica), o lo otro (las medidas de control de la pandemia). Esta dicotomía, sin embargo, economía versus salud es falsa. La evidencia acumulada muestra, claramente, que la manera más eficaz para recuperar la economía es precisamente, hacer mandataria la aplicación de medidas de control de la pandemia. Países que han intentado saltarse este orden, como en Estados Unidos durante la época de Trump, y que han propuesto estas medidas no como obligación sino solo en bases voluntarias han tenido una recuperación menor que aquellos en los que hubo tal aplicación. Un artículo de pronta publicación en la revista internacional International Journal of Health Services ha analizado con países comparables (en su estructura económica, política y demográfica) como Noruega y Suecia en Europa, o como Colorado, Washington y Massachusetts en Estados Unidos, comparando la evolución de la pandemia y de la economía en cada en cada uno de los países semejantes, agrupándolos según las políticas públicas de control de la pandemia sean obligatorias o sean voluntarias durante el mismo periodo de marzo 1, 2020 a octubre 19, 2020. Conforme tal estudio aquellos países con mandatos obligatorios de sus medidas de control de la pandemia, tales como Noruega en Europa y Colorado y Washington en Estados Unidos, han tenido menor mortalidad debida al virus, y mortalidad en general, y menos parálisis económica que aquellos como Suecia y Massachusetts con medidas voluntarias. Así, Noruega y Suecia, dos países nórdicos, escandinavos, de clara tradición social demócrata (la mayoría de años gobiernos desde la II Guerra Mundial fueron gobernadas por partidos social demócratas) con indicadores de desigualdades (Gini coefficient) semejantes (Noruega 0.26, Suecia 0.28) han tenido unas tasas de mortalidad muy distintas, bajas en el caso de Noruega (5.1 x 100.000 habitantes), y otros muy altas en Suecia (58.5 x 100.000 habitantes), siendo ello el resultado, en gran parte, de que las medidas de confinamiento de control de movilidad, restricción de viajes, cuarentena en caso de contagio, no reuniones en público o la utilización de máscaras y estricto control de acceso a residencias de ancianos son obligatorias en Noruega, mientras que en Suecia todas estas medidas eran voluntarias. Pero lo que es interesante resaltar es que ha sido la economía de Suecia la que sufrió mayor depresión económica (su PIB cayó en un 8.6%) durante el periodo de la pandemia, mayor que Noruega (7.4%). Un tanto semejante ocurrió en Colorado y en Washington donde las medidas eran mandatorias mientras que en Massachusetts eran voluntarias. Algo parecido ocurrió en Asia, en donde el contraste por ejemplo, entre China y Nueva Zelanda (obligatorio) y la India (voluntario) ha sido bastante marcado. Todos estos datos cuestionan pues, aquellas voces bastantes estridentes hoy que continúan gritando «Libertad» (que quiere decir que cada persona haga lo que le dé la gana) como un nuevo eslogan con un coste humano y económico considerable. En realidad, el individualismo siempre es la defensa de aquellos que tienen más oportunidades que de los que tienen menos. Tal libertad en el contexto de gran desigualdad es el beneficio de una minoría a costa de la mayoría.
Estamos viendo la vuelta al pasado indeseado
Varios hechos han ocurrido en la evolución de la pandemia que muestran el grado de desorientación en gran número de gobiernos como consecuencia de la gran incertidumbre que todavía existe sobre este problema internacional y como resolverlo. Solo hace tres meses el Presidente Biden declaró la victoria sobre la pandemia pues parecía que por fin se estaba ya controlando la pandemia, permitiendo una gran relajación de las medidas propuestas por la mayoría de la instituciones científicas y aprobadas por el Gobierno Federal y por los Estados de la Unión que facilitaban la vuelta a la normalidad. Una de tales relajaciones, dictada nada menos que por la máxima autoridad en materia de pandemias del Gobierno Federal de Estados Unidos (que es el CDC) permitió a las personas vacunadas a eliminar el uso de mascarillas. Un tanto igual ocurrió en otros países, incluido España en donde el Presidente Sánchez también declaró la victoria sobre el virus, permitiendo una gran relajación de las medidas de control de la pandemia, en el camino vuelta a la deseada normalidad, incluyendo la eliminación de utilizar las mascarillas por parte de las personas vacunadas.
En todos estos casos, tales medidas anuladas han tenido que recuperarse al salir una nueva variante del virus , la variante Delta, cuya contagiosidad tomó a todos por sorpresa aumentando dramáticamente el número de contagios, hospitalizaciones e incluso muertes, llegando a niveles que se habían pensado que nunca volverían a ocurrir. En Estados Unidos, se predice que causará la muerte alrededor de 4.000 personas en bases diarias el mes de octubre. Y en España, el número de contagios ha vuelto a extenderse volviéndose a incrementar el número de personas hospitalizadas, siendo el caso particularmente acentuado en el grupo personas por debajo de 50 años, aunque también ha habido un incremento notable en las residencias de ancianos.
El problema español; excesivo voluntarismo
La versión en España ha sido de una excesiva abertura y relajación cada vez que la pandemia comenzaba a controlarse. Estas relajaciones han significado un retraso considerable tanto de la recuperación económica como de la salud de la población. El mejor ejemplo de esa situación, como indiqué antes, es la anulación de la obligación de llevar máscara para las personas. Esta última medida fue muy negativa, pues, además de suponer, incorrectamente que la persona vacunada no era contagiosa, también asumía una inmunidad absoluta de la persona vacunada lo cual tampoco era cierto. Además, con la eliminación de máscaras no había manera de reconocer quién era el más contagioso, creando un problema grave, resultado de este paso de obligatorio a voluntario, creando un gran crecimiento de los contagios.
Hay un cansancio de la anormalidad en la vida cotidiana que representa la pandemia pero hay que ser consciente de que, en contra de lo que se está informando a la población, la pandemia estará con nosotros para largo y es más que probable que más variantes del virus aparezcan que sean más resistentes a las vacunas que las actuales. Y el problema grave es que parece no haber consciencia de ello en las mayores establishments político-mediáticos internacionales. Como he indicado en varias ocasiones, no hay un sistema internacional capaz de responder a esta situación. En realidad, la humanidad está experimentando una situación nueva en la que, a no ser que el problema se resuelva a nivel mundial, no hay seguridad para ningún país. Esto ocurre en la crisis climática y esto ocurre en la pandemia también. A no ser que el problema de la pandemia se resuelva a nivel internacional no se resolverá a nivel local. La mayoría de la población mundial no está vacunada y ello es el caldo de cultivo para el surgimiento de una variante del virus que sea resistente a las vacunas existentes hoy. A Delta la está sucediendo otra (Lambda) surgida en América Latina, aparecida en Perú que parece resistente a las vacunas, con lo cual se comienza todo el proceso de nuevo. Y lo que es más preocupante es que no hay plena consciencia de que para resolver la pandemia el hecho de que la mayoría de la población mundial no esté vacunada representa un enorme obstáculo para resolver la pandemia. Esto todavía no se ha captado por las estructuras de poder económico, financiero, político y mediático responsables de las enormes crisis climática y pandémica que existen a nivel mundial. Una vez más la realidad muestra que la solidaridad es mucho más eficaz para conseguir el bien común que el individualismo egoísta que nos está llevando al desastre global.
Compartí tu opinión con toda la comunidad