Vergüenza del arrabal
Quienes crecemos en los arrabales, somos marcados por el estigma, el rechazo y la exclusión del sistema y la sociedad. Nos ven como al nido de las clicas criminales, donde prolifera la drogadicción, las enfermedades venéreas y las familias disfuncionales. Nos ven como a la descomposición social que debe ser eliminada de tajo, con las limpiezas sociales y la pena de muerte. El nombre mara, los aterroriza, los asquea, los llena de estereotipos, cuando mara tiene su significado claro: familia. Ser de la mara es formar parte de una familia, como las tantas otras que conforman la humanidad.
Así crecí, yo vengo de un arrabal. Un arrabal que desde niña quisieron que escupiera y lo negara. Un arrabal del que quisieron que yo sintiera vergüenza. Un arrabal que quisieron que yo olvidara.
Por el contrario me aferré a él con uñas y dientes, mi expresión viene de su entraña, de su esencia, de su identidad. Yo soy arrabal.
Como escritora, articulista y poeta, también me lo han querido arrancar, se empeñan en que lo niegue, en que me sacuda de ese lastre, que cambie de vocabulario, de postura para poder tener contactos y codearme con “gente importante”, “gente bien”, “gente que tiene poder”.
Me quieren enclaustrar, cortarme las alas, quieren encadenarme para que yo también vaya a donde todos van, para que sea parte de la manada, para que sea obediente, sumisa y me deje arrastrar por la corriente. Para que me justifique y pretenda ser de donde no soy, para que invada un lugar que no me pertenece, para que me vuelva una marioneta, una intrusa, una desleal. Para que reciba los aplausos hipócritas de la academia, del mundo artístico, del mundo de la intelectualidad. Para que me venda.
«Así crecí, yo vengo de un arrabal. Un arrabal que desde niña quisieron que escupiera y lo negara. Un arrabal del que quisieron que yo sintiera vergüenza. Un arrabal que quisieron que yo olvidara»
No me interesan los aplausos ni el reconocimiento, no me interesan los contactos, ni los codeos, mucho menos la lisonjas, nado contra corriente desde niña, no será ahora que yo venga a negar mi identidad.
No me interesa pertenecer a ningún grupo exclusivo, yo soy arrabal, soy pueblo, soy paria. Soy mercado. Y así me moriré, con el corazón que se me revienta de orgullo de haber crecido en Ciudad Peronia.
El mundo de la intelectualidad, de los artistas, de los Juegos Florales, de los recitales, de los concursos literarios, de las reuniones culturales con “gente bien,” el de los reconocimientos y lisonajas, me vale pura estaca. Yo soy mercado, soy paria, y jamás sentiré vergüenza del arrabal.
Con información de //cronicasdeunainquilina.com/2017/08/15/verguenza-del-arrabal/
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