Transición histórica de la fuerza a la palabra
Desde el origen de los tiempos los gobernantes han seguido el perverso adagio de “si vis pacem, para bellum”, es decir, si quieres la paz, prepara la guerra. El poder absoluto masculino ha ejercido siempre sus funciones basado en la imposición y el dominio.
El Presidente Roosevelt, al término de la segunda gran guerra mundial, en la que se habían utilizado los más abominables medios de exterminio, realizó un gran diseño de multilateralismo democrático. Junto a las Naciones Unidas, dispuso una serie de instituciones para asegurar la pertinencia de su acción en temas de tanto relieve como la alimentación (FAO), la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO), la salud (OMS), el trabajo (OIT)… fondos para la infancia (UNICEF) y programas para el desarrollo (PNUD)… No cabe duda de que el Sistema hubiera permitido asegurar una nueva era si hubiera sido posible poner en práctica el luminoso inicio de la Carta de la Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras”.
Son estos tres principios –“Nosotros, los pueblos”, construir la paz y tener en cuenta a las generaciones venideras- los mismos que hoy, urgidos por la posibilidad de puntos de no retorno al tratarse de procesos potencialmente irreversibles, constituyen la solución a los grandes retos actuales: los pueblos, es decir, la democracia; construir la paz con nuestro comportamiento cotidiano a todos los niveles, y tener en cuenta a las generaciones venideras, ya que sería una irresponsabilidad inconcebible dejar como legado a nuestros descendientes una disminuida y deteriorada habitabilidad de la Tierra. Las palabras clave de las Naciones Unidas en aquellos años iniciales eran compartir y cooperar. El desarrollo tenía que ser integral (social y económico), endógeno, sostenible, según estableció en la década de los ochenta la Comisión presidida por la Primer Ministra noruega Gro Harlem Brundtland y, en esencia, “humano”, tal como proclamó el Administrador Adjunto de UNICEF Richard Jolly en su libro “Development with human face” en 1989.
La guerra fría, con la carrera armamentística entre las dos grandes superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética, junto a operaciones de sometimiento al poder hegemónico norteamericano (Plan Cóndor, siguiendo las directrices del Mcarthismo) hicieron muy difícil el ejercicio de las funciones propias de las Naciones Unidas a escala global.
En la década de los ochenta, cuando todo clamaba paz y auguraba un “nuevo comienzo” en los albores de siglo y de milenio, las imposiciones neoliberales protagonizadas por el Presidente Reagan y la Primer Ministro del Reino Unido Margaret Thatcher impidieron esclarecer entonces los horizontes de la humanidad que, según la Constitución de la UNESCO, debería de ser guiada por “principios democráticos” y la “solidaridad intelectual y moral”.
En efecto, un prisionero surafricano llamado Nelson Mandela, después de 27 años de cautiverio, los últimos de los cuales en la isla de las serpientes, Robben Island, frente a Ciudad del Cabo, sale con los brazos abiertos en lugar de alzados para la venganza y logra, con la complicidad de otra gran personalidad, el Presidente Frederik de Klerk, el final de la forma más abominable de racismo, el apartheid. Y el Presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachev, consigue en otra actuación totalmente inesperada, como la de Nelson Mandela, la transformación de la Unión Soviética en una Comunidad de Estados Independientes. Y se logra la paz en Mozambique, y en El Salvador, y se reinicia el proceso de paz en Guatemala…, todo clamaba paz.
Pero el neoliberalismo no sólo debilitó al Estado-Nación sino que marginó al Sistema de las Naciones Unidas y confió a 6, 7, 8… 20 países la gobernanza del mundo. ¿Cómo pudo aceptarse, sobre todo por Occidente, que fueran unos grupos plutocráticos (los G6, G7, G8… G20) quienes gobernaran a más de 190 países? Se sustituyó la cooperación por la explotación, las ayudas por los préstamos y, lo peor, los valores éticos por los mercantiles. La Unión Europea dejó de ser vigía de los derechos humanos y la dignidad, como se proclama con tanta clarividencia en su Carta de Derechos Fundamentales, para convertirse en una unión monetaria, incapaz de lograr una unión política y económica. El resultado está a la vista: la brecha social se ha incrementado hasta situaciones de auténtico agravio comparativo, la extrema pobreza se incrementa sin cesar, el medio ambiente se deteriora y, en lugar de reforzarse, han desparecido prácticamente las subvenciones para el desarrollo, con lo que los flujos de refugiados y emigrantes no dejan de aumentar.
Es necesaria y apremiante la refundación de un multilateralismo democrático, de unas Naciones Unidas dotadas de la autoridad moral y de la fuerza que impida en el futuro que el terrorismo campe a sus anchas y que se decidan, basadas en la simulación y la mentira, invasiones y conflictos como sucedió en el año 2003 en Irak… Está claro que habiendo entrando en el antropoceno y habiéndose establecido científicamente que pueden alcanzarse puntos de no retorno en la habitabilidad del planeta, es preciso adoptar medidas de emergencia para alcanzar, antes de que sea demasiado tarde, una regulación apropiada tanto desde un punto de vista social como económico y medio ambiental.
El Presidente Obama, el Papa Francisco y el ex Presidente Mikhail Gorbachev (//declaracionconjunta.
Es necesario facilitar la transición de una economía basada en la especulación, deslocalización productiva y guerra (mueren al día millares de personas, la mayoría de ellas niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en armas y gastos militares más de 3000 millones de dólares) en una economía basada en el conocimiento para un desarrollo global sostenible y humano. Una transición de una cultura de imposición y dominio a una cultura de diálogo, conciliación y paz. De la fuerza a la palabra. En lugar de “si vis pacem, para bellum”, “si vis pacem, para verbum”.
Hace unos años, estas transiciones no eran posibles, porque “los pueblos” eran invisibles, anónimos, silenciosos, temerosos, confinados intelectual y territorialmente en espacios muy limitados, desconocedores de lo que acontecía más allá de unos cuantos kilómetros cuadrados… Gracias a la tecnología digital, hoy los seres humanos saben progresivamente lo que acontece en el mundo, pueden expresarse libremente y, en particular, la mujer –“piedra angular” de la nueva era, según el Presidente Nelson Mandela- incrementa su participación en la toma de decisiones. Ahora ya se pueden poner en práctica las prioridades de las Naciones Unidas: alimentación, agua potable, salud, cuidado del medio ambiente, educación de calidad para todos y paz, para contrarrestar las actuales tendencias y esclarecer horizontes tan sombríos.
Para la efectiva puesta en práctica de los ODS (Objetivos de Desarrollo del Milenio) y de los acuerdos de París sobre medioambiente adoptados en el mes de diciembre de 2015, es indispensable apoyar con firmeza la propuesta de “desarme para el desarrollo” que promueve International Peace Bureau, Premio Nobel de la Paz de 1910. Bastaría con un 20-25% de los dispendios actuales en armas y gastos militares para que, sin afectar en absoluto la seguridad a escala mundial, pudieran atenderse las grandes prioridades indicadas e iniciar los tiempos nuevos, con pleno reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos, en muy pocos años.
Intermon-Oxfam ha indicado recientemente que son menos de un centenar de personas que poseen una riqueza superior a la de la mitad de la humanidad (¡3.300 millones!). Tengo la seguridad de que, al tomar conciencia de los grandes problemas que la humanidad afronta en estos momentos, habrá una reacción de solidaridad y generosidad en muy breve plazo. Tendremos presente lo que dijo el Presidente John F. Kennedy el 23 de julio de 1963 en la Universidad Internacional de Washington: “La paz es posible. El desarme es posible. No hay ningún desafío que se situé más allá de la capacidad creadora que distingue a la especie humana”.
El por-venir está por-hacer. De la razón de la fuerza transitaremos a la fuerza de la razón, a una cultura de paz y no violencia, de mediación, de conciliación, de reconciliación. 17 de mayo de 2016.
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