China en Siria: acupuntura contra ataques quirúrgicos
La noticia difundida por algunos medios sobre de la llegada del Shi Lang, el único portaviones chino, al puerto sirio de Tartus es falsa. A algunos les habría hecho feliz, pensando que a los comandantes de los diez portaviones de EEUU les iba a dar un susto de muerte frente a la opinión de otros de que serviría de una especie de guerra psicológica para presionar a Barack Obama para que ordene el asalto final a Siria.
Sin embargo, la noticia fue que Beijing, aprovechando los “triunfos” militares de Rusia contra el Estado Islámico (EI), estudia convocar una conferencia, ‘Ginebra 3’, invitando a la oposición y al Gobierno sirios a negociar una salida política a la tragedia que sufre este pueblo.
El escenario se complica por momentos: la OTAN amenaza a Rusia por la violación del espacio aéreo turco y ha convocado un Consejo al respecto en noviembre; un Barack Obama desbordado por la situación, recibe la dimisión de John Allen, jefe de la Coalición Anti-Estado Islámico, y otro general “amotinado”, al tiempo que sus aviones siguen lanzando toneladas de municiones a la oposición siria, que está siendo atacada por Rusia. Es el fin de la era pos-antiBush en EEUU, con todo lo que conlleva.
Un enfoque regional
Desde el inicio del conflicto sirio, la política china ha sido:
Buscar una alternativa política a una intervención militar, propuesta por los occidentales, destacando los desastres de Irak, Afganistán y Libia.
Mostrar la necesidad de una transición política en Siria, y que ésta fuese “incluyente”.
Que dichos cambios fuesen realizadas con la supervisión de la ONU, que no de EEUU.
Con este enfoque, Beijing apoyó el Acuerdo de Ginebra de 2012, participó en el Grupo de Acción para Siria, al tiempo que vetó en tres ocasiones las propuestas de Barack Obama contra el Gobierno de Bashar Al Asad, a pesar de que el veto ruso era suficiente para rechazarlas. China quería enseñar los dientes, además de impedir que la cuestión siria se convirtiese en un asunto entre la Casa Blanca y el Kremlin y reclamar así su nuevo papel en el escenario mundial.
Más adelante, en septiembre del 2013 y como respuesta al despliegue naval de EEUU cerca de Siria, China también envió unos buques de guerra a la zona para “observar” la situación.
De esa forma, el presidente chino Xi Jinping avisa de que:
Sin el voto chino, Occidente no puede establecer un orden mundial en el que no se respeten sus intereses.
China no va a permitir intervenciones militares ilegales contra ningún Estado.
Estos puntos estaban ausentes en su postura ante la agresión de la OTAN a Libia en 2011: en vez de vetar se abstuvo (al igual que Rusia) en la votación para establecer una zona de exclusión aérea. El argumento de que ambas países fueron “engañadas” por EEUU, quien “aprovechó” el mandato para derrocar a Gadafi con el fin de conseguir sus doce objetivos en aquel país, es un insulto a la inteligencia de los líderes de dichas potencias. Hasta los niños de parvulario sabían que se trataba de un complot contra el Estado libio, un nuevo paso hacia el diseño del Nuevo Oriente Próximo. Se abstuvieron porque 1) consideraban imposible parar el ataque de la Alianza y 2) querían estar en el futuro de la Libia sin Gadafi.
Esta sofisticada política exterior de China se reflejó también en el expediente nuclear iraní: firmó las sanciones impuestas por los occidentales contra Teherán, quizás por desconfianza hacia el Gobierno de Irán o quizás porque consideraron que era mejor una batería de sanciones que un ataque militar americano-israelí a uno de sus principales proveedores de energía. De esa forma, también pararían el expansionismo estadounidense por la región.
El expediente sirio en el Consejo de Seguridad de la ONU no sólo ha sido la primera prueba del buen funcionamiento de la asociación estratégica sino-rusa, sino también el anuncio de la nueva política exterior de China, emprendida por el presidente Xi Jinping: Beijing abandona el perfil bajo en las crisis internacionales y, sin pretender ser protagonista, jugará sus cartas manejando tres ejes: cooperación, negociación y resolución de conflictos. La cooperación con Rusia se intensificó con la aplicación de la doctrina de Obama del “regreso a Asia” para contener a China. Y no se trata de un tándem anti-occidental. China no se opuso a los supuestos bombardeos de EEUU contra el EI en Irak, donde tiene varios miles de trabajadores trabajando en el sector petrolífero.
Siria en la agenda china
China no tiene un interés especial en mantener a Al Asad en el poder: no les unen lazos ideológicos, ni políticos, ni económicos. El comercio bilateral en 2010 fue tan sólo de 2.500 millones de dólares. Y aunque Siria forma parte del proyecto de la Nueva Ruta de la Seda china a través de Eurasia, podrá ser reemplazada por Israel, que ha mostrado su interés en el proyecto.
Si prefiere a Bashar Al Asad es porque su caída facilitaría a Occidente aumentar la presión sobre Irán, país clave en sus suministradores de petróleo.
Más que la marcha de Al Asad, le preocupa su posible sucesor. A China no le gustaría nada que fuera un islamista.
Cree que el fin de Al Asad es inevitable, por lo que mantiene contactos con la oposición.
Desde Siria, lo primordial para China es preservar la estabilidad de Oriente Próximo, de donde recibe el 55% del petróleo que consume. Como EEUU depende energéticamente de la región, pero sin elaborar algo parecido a la Doctrina Carter para el Golfo Pérsico.
Comparte la preocupación rusa por la expansión del yihadismo, patrocinado por EEUU, Turquía y Arabia Saudí. Al igual que Rusia, India y Egipto, China ve en Al Asad un freno para el extremismo religioso. La última maniobra antiterrorista de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) fue realizada en junio pasado en la Mongolia interior y, en agosto, China y Rusia hicieron unos ejercicios navales conjuntos en el mar de Japón con el terrorismo religioso como enemigo a batir. Este mal representa para China un obstáculo al desarrollo económico y una amenaza a su seguridad nacional. En los atentados del 30 de septiembre en la región de Guangxi que causaron siete muertos se produjeron 16 explosiones.
A decir verdad, a Beijing no le disgustaría que los bombardeos de Rusia empujasen al Estado Islámico hacia Turquía, para que Recep Tayyip Erdogan, que respalda a los fundamentalistas uigures, probara su propia medicina. China y Rusia, con unos 55 millones de ciudadanos musulmanes suníes, están decididas a eliminar el extremismo salafista de Eurasia, que, por otro lado, han extendido su negocio de opio por toda la región. Los terroristas ya actúan en Rusia, China, Kirguizistán, Uzbekistán y otros territorios de la OCS. Siria es el lugar donde la OCS, como bloque de seguridad colectiva, actúa por vez primera fuera de su geografía. EEUU y yihadistas extienden el “Arco de Crisis” a Asia Central.
Desde Siria Beijing muestra su lealtad hacia Rusia, consolidando la Asociación Estratégica vital establecida para preservar los interese comunes.
¿Participará China en acciones militares contra EI? Muy improbable, aunque en 2014 ofreció a Irak bombardear a los yihadistas.
Hace unas décadas fuimos testigos de cómo la doctrina insensata y anti-científica de Mao Zedong de Tres Mundos invitaba a la izquierda a unirse al imperialismo “decadente” de EEUU para derribar el “imperialismo social ascendente” de la Unión Soviética, y así acercar el socialismo. Hoy, con todo lo que ha caído desde entonces y lo que las potencias mundiales han planeado, el principal reclamo debe ser no a la guerra, a ninguna y bajo ningún concepto. Mejor acupuntura que ataques quirúrgicos, aunque el objetivo sea el mismo.
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