25 de julio Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente
Tradicionalmente se afirma que todas las mujeres por igual experimentan las desigualdades de un sistema social patriarcal organizado en torno a criterios androcéntricos y falocráticos
Tradicionalmente se afirma que todas las mujeres por igual experimentan las desigualdades de un sistema social patriarcal organizado en torno a criterios androcéntricos y falocráticos; si bien es cierto que ninguna mujer en las sociedades occidentales y orientales escapa a esta realidad, también la experiencia histórica afirma que el sufrimiento, la opresión y la desigualdad ha de experimentarse de diversas formas, distinguiéndose y agravándose por la pertenencia de las personas a un determinado grupo étnico, económico, político, su situación geográfica, así como, su preferencia sexo-afectiva. Es decir, las desigualdades por razones de género serán profundizadas en la medida en que se articulen y transversalicen con otras formas de dominación como el clasismo, el racismo y el heterosexismo.
En el caso de las mujeres afrodescendientes, si bien comparten la experiencia del ser mujer, su proceso de construcción de la feminidad y los elementos socio-culturales que intervienen harán referencia a experiencias completamente distintas. La situación social de las mujeres afrodescendientes continúa estando determinada por su experiencia histórica, por el proceso colonizador, pues durante este periodo las mujeres africanas y sus descendientes directas nacidas en condición de esclavitud fueron el grupo humano más vulnerado al experimentar formas múltiples de discriminación por su condición de género y su herencia étnica.
Las mujeres esclavizadas experimentaron formas de dominación que otros grupos de mujeres nunca experimentaron, no solo fueron víctimas de la trata, es decir, de la comercialización de sus cuerpos -o como se les denominó “piezas de ébano”- por parte de los europeos; también fueron víctimas de la explotación en los campos, las grandes plantaciones y en las casas al servicio de sus esclavizadores.
Las mujeres africanas esclavizadas y sus descendientes fueron sometidas a violencia física y psicológica al haber sido desarticulada su cultura y su familia, al ser obligadas a la crianza de los hijos e hijas de sus opresores, pero también al ser víctimas de la explotación de su vientre para dotar al europeo colonizador de nuevos cuerpos a los cuales esclavizar.
Pero en este contexto de explotación y vulneración de su humanidad, uno de los aspectos que con mayor fuerza marcó el destino de las mujeres afrodescendientes en las Américas fue el proceso de sexualización, erotización y violación sexual al que fueron sometidas por parte de los colonos esclavistas durante este periodo.
Las esclavas en repetidas oportunidades fueron requeridas sexualmente por sus amos, abusadas bajo coacción o chantaje. Esta violación de las mujeres africanas y sus descendientes trajo como consecuencia la edificación de concepciones, imaginarios y estereotipos sobre las mujeres africanas; quienes fueron consideradas como mujeres de fácil acceso y sexualmente disponibles para todo hombre europeo que quisiese satisfacer sus fantasías y deseos en ellas.
Las africanas esclavizadas y sus descendientes fueron consideradas por el pensamiento colonial como mujeres de una sensualidad y sexualidad exacerbada, de un desempeño y rendimiento sexual superior; pero además de ello, consideradas como dispuestas a la realización de cualquier acto sexual negado por la moral religiosa a las mujeres europeas de las clases dominantes.
Aunado a ello, y siguiendo a Inés Quintero en su libro La palabra ignorada, el sistema ofrecía mínimas y difíciles rendijas para la obtención de la libertad de las mujeres esclavizadas. Una de ellas era trabajar sin descanso hasta conseguir el monto que le permitiera pagar por su libertad, pero esta libertad estuvo sujeta al avalúo de su condición física y habilidades para su desempeño como esclava, costos que en la mayoría de las ocasiones eran tan elevados que se convirtió en inaccesible para las esclavizadas. Otro de los mecanismos de acceso a la libertad era esperar envejecer pues el valor de una esclava disminuía cuando no era apta para procrear y cuando no podía satisfacer sexualmente a su amo.
Las mujeres esclavizadas que obtuvieron la libertad fueron consideradas en los diferentes espacios y escenarios de acción social como mujeres de moral reprobable, libertinas, entregadas al desenfreno, los placeres, la lujuria, la perversión, la bestialidad y el instinto; además, en algunos casos acusadas de ejercer la prostitución. Estos hechos en su conjunto limitaron sus posibilidades de inserción social, el pleno desarrollo de sus derechos y su libertad, al mismo tiempo que condicionaron su situación social futura.
Será a partir de esta dinámica social racializada que se consolidó la situación social actual de las mujeres afrodescendientes, heredera de los prejuicios y estereotipos a los que estuvo sometida en el pasado y que constituyeron elementos base para su exclusión del sistema de producción económico, intelectual, artístico y cultural de la sociedad moderna.
Estos hechos en su conjunto crearon las condiciones por las que las mujeres afrodescendientes continúan siendo las más afectadas, vulnerables, discriminadas, excluidas y empobrecidas, cuya situación está caracterizada por la exclusión y la marginación económica; pero también por limitaciones para la participación y el liderazgo, el acceso a la educación, los servicios básicos, el empleo, la salud, entre otras.
Las mujeres afrodescendientes en América Latina y el Caribe continúan siendo víctimas de los estereotipos de género y etnia que se le han impuesto, lo cual ha contribuido a mermar su impacto en la sociedad, invisibilizando su contribución política, económica, social, cultural, educativa. Pero además, las mujeres afrodescendientes continúan invisibilizadas en las estadísticas de la región, no existen en los registros y datos de la mayoría de los países, por lo tanto, se desconoce su situación real.
Es a razón de ello que han surgido iniciativas y demandas de los movimientos de mujeres afrodescendientes, programas internacionales orientados a la erradicación de la discriminación por razones de género y etnia como la Convención de Belem Do Pará, la Plataforma de Acción de Beijing, el Programa de Acción de Durban y la conmemoración desde 1992 del Día Internacional de las Mujeres Afrodescendientes propuesto en el Primer Encuentro de Mujeres Afrolatinoamericanas y Afrocaribeñas; con el objetivo de exigir y comprometer a los Estados nacionales a desarrollar iniciativas por el reconocimiento de los derechos de las mujeres afrodescendientes, la lucha contra el racismo y otras formas de discriminación, así como, la incorporación de la perspectiva de género y etnicidad en las agendas y políticas públicas.
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