El acuerdo nuclear avanza lentamente mientras EE.UU. e Irán juegan a la guerra de la información
Así que hoy no es Día D. No habrá desembarco alguno en el territorio detrás del Muro de la Desconfianza. Un acuerdo nuclear entre Irán y los P5+1 no será cerrado hoy por una serie de razones muy complejas, mucho más allá de la maligna guerra de información en los medios de comunicación; no solo en busca de la fraseología exacta, absoluta, en cada línea de 85 páginas de texto.
Todo tiene que ver, a pesar de todas las bravatas y los dramáticos cambios totales, con un problema de confianza. Más bien, la ruptura del Muro de la Desconfianza de más de 36 años entre Washington y Teherán.
Por supuesto hay grandes logros. Sobre la condición de la instalación de investigación Fordo, por primera vez ambas partes llegaron a un acuerdo. Comparémoslo con la brecha cósmica –exacerbada por el juego de palabras estadounidense– sobre la remoción gradual de sanciones.
Esto es el centro del vals diplomático vienés: qué pasa después de la adopción de un acuerdo – lo que algunos negociadores definen como “operacionalización”. Solo después que el Congreso considere el acuerdo, se suministrarían “garantías irrefutables” de que se removerán las sanciones. Es la tan alabada pero aún nebulosa “fase tres” cuando se supone que desaparecerá toda la infraestructura de sanciones de EE.UU., la UE y la ONU.
Ese es el problema – como un alto funcionario iraní dijo a Asia Times: el problema principal para Teherán es cómo obtener garantías totales de que este complejo proceso será plenamente implementado.
Lo que Teherán quiere –según personas bien informadas sobre las negociaciones– es que se “realice un proceso paralelo”: mientras Irán cumple todos sus compromisos de restricción nuclear, especialmente EE.UU., trabaje para desmantelar el “proceso institucionalizado de sanciones”. No es ningún secreto que Washington controla todo el entramado. Y el secreto para un acuerdo exitoso es que todos estos detalles sean explicitados por escrito.
Personas bien informadas sobre las negociaciones dicen a Asia Times que a un nivel técnico, todos los compromisos necesarios serán cumplidos dentro de un máximo de tres meses. Incluso algo como cambiar el reactor en Arak, que es muy costoso.
¿Entonces cuál es el gran problema? Una vez más, tiene que ver con (des)confianza.
Atención a las centrífugas mediáticas
Las negociaciones nucleares operan a tres niveles diferentes – dos de ellos técnicos, bajo el nivel de Ministro de Exteriores. Si solo tuviéramos un neo-Wittgenstein para deconstruirlas.
Todo esto tiene que ver solo con EE.UU. e Irán. Los otros protagonistas son espectadores en el mejor de los casos.
Imaginemos al ministro de exteriores iraní Zarif gritando ocasionalmente al secretario de estado de EE.UU. John Kerry en medio del entusiasmo del momento. El Supremo Líder Ayatolá Jamenei realmente intervino hace poco, y advirtió a Zarif que se tranquilizara.
Los rusos no muestran tanta iniciativa como podrían; es como si estuvieran apostando a una mano ganadora de integración eurasiática, con o sin acuerdo. Los chinos no dicen absolutamente nada; un rol de protagonista pasivo. Los alemanes son bastante racionales – incluso equidistantes. El ministro de exteriores francés Laurent Fabius no es más que un presumido; pero su dramática pose está lejos de calificarlo como un neo-Talleyrand. Es incapaz de agregar algo de sustancia.
Y luego existen las famosas líneas rojas. Las del Supremo Líder Ayatolá Jamenei fueron siempre muy claras – incluso para los negociadores estadounidenses. Y no son sus propias líneas personales: representan un consenso iraní.
Lo que es seguro es que después de una inmersión total en las tecnicidades del drama vienés, lo que suceda según los medios corporativos de EE.UU. no tiene nada que ver con el verdadero acuerdo en el Palais Coburg.
Lo que suceda en el senado de EE.UU. es un revés para Lausana, como lo ven los diplomáticos iraníes: “Imagine si fuera la dirección contraria, con todo esperando la opinión del Parlamento iraní. Los medios occidentales, en lugar de guardar silencio, estarían furiosos.” El sesgo de la hoja de datos de Lausana “creó mucha confusión sobre la posición de Irán”.
Por lo tanto el que los estadounidenses lo fastidien todo, en este caso, significa que el Senado de EE.UU. hace que sea obsoleta cualquier noción de un plazo como el actual.
Haciendo caso omiso de la realidad, las centrífugas mediáticas siguen sesgando sin parar. Por ejemplo la demanda de EE.UU. –de hace tres meses– de que se entrevistara a 18 científicos y expertos. Nunca fue aceptado en la mesa de negociaciones para empezar. De modo que incluso si eso desapareció, fue posteriormente resucitado para lanzar una guerra mediática.
Otros detalles problemáticos son simplemente suprimidos. El protocolo adicional del acuerdo tiene parámetros serios. Por ejemplo, el famoso párrafo 5c señala que depende del país que está siendo inspeccionado que decida si permite acceso o no. El OIEA no puede curiosear en ordenadores a su gusto, por ejemplo. Solo puede realizar muestras medioambientales.
Las sanciones en el diván freudiano
Los diplomáticos de Irán son absolutamente inflexibles respecto al cambio de la “cultura de sanciones” – y el masivo efecto concurrente que condiciona a cualquier compañía, incluso en Asia, que decide hacer negocios con Irán. Los negociadores iraníes indican que esto puede tomar por lo menos seis meses de duro trabajo. Y están dispuestos a admitir que el tema se mantiene sobre la mesa con los estadounidenses.
Hay tantos problemas alucinantes que solucionar en detalle. Nadie sabe todavía, por ejemplo, de la liquidez iraní distribuida en diferentes bancos. Se puede decir que Irán tiene 110 mil millones de dólares congelados en todo el mundo. Los rumores de que esos fondos podrían ser desviados “a testaferros” por Teherán son vistos con desdén incluso por parte de diplomáticos europeos.
¿Qué pasa entonces si no hay acuerdo? Zarif ya dijo, oficialmente, que no sería el fin del mundo. Eso porque Irán –y los iraníes– trabajaron continuamente para crear una “economía de la resistencia” (y no es ninguna maravilla que el Supremo Líder haya teorizado sobre “flexibilidad heroica”). Como lo describe un funcionario iraní, “EE.UU. sabe perfectamente que las sanciones no afectan a Irán. Los arquitectos de las sanciones iraníes estaban seguros de que Irán colapsaría a fines de 2012 a más tardar. Y que seríamos agotados por el malestar social.”
Nada de esto sucedió, por supuesto. Por lo tanto volvemos a las centrífugas mediáticas sesgando furiosamente. Por ejemplo un clásico, aparecido en vísperas del Día-D.
AFP publicó una historia este lunes titulada: EE.UU. dice que se llegó a un sistema para permitir acceso estadounidense a instalaciones sospechosas de Irán. Funcionarios iraníes lo describen como “desinformación deliberada para influenciar la mesa de negociación”. Admiten que podría ser, en el mejor de los casos, “una idea estadounidense”. Pero nunca fue negociada porque no tiene ninguna relación con el tema nuclear.
No sorprende que AFP haya recibido un “golpe en la puerta” del ministerio de exteriores francés solo minutos después de la aparición de la historia, según se ha enterado Asia Times. En menos de una hora, el lenguaje fue cambiado drásticamente, como en “potencias globales que negocian con Irán han presentado propuestas…” Para entonces, la narrativa original –falsa– se había convertido en viral en cada periódico importante en todo el mundo.
El 22 de junio, también en un artículo de AFP, un grandioso Fabius había descrito sus tres puntos para un acuerdo: un “acuerdo robusto… que incluya la limitación iraní de investigación y desarrollo”; un sistema de verificación que incluya, si fuera necesario, instalaciones militares”; y permita “la vuelta automática a sanciones en caso de violaciones iraníes”.
El protocolo adicional no contempla ninguna inspección de instalaciones militares. La evidencia muestra que Irán, dos veces, y voluntariamente, suministró acceso a la instalación militar de Parchin en 2005. Y todas las preguntas sobre la instalación fueron resueltas por el OIEA.
No es sorprendente que funcionarios iraníes tengan ahora “serias dudas sobre las intenciones de los que presionan a favor de acceso de instalaciones de defensa”. No existe ningún precedente, excepto en los preparativos para la guerra contra Iraq. En ese caso, el gobierno de EE.UU. despreció totalmente al OIEA, porque ya se había tomado la decisión de lanzar Choque y Pavor.
Voluntad política ¿de alguna parte?
Es solo una muestra de lo que los negociadores califican de “montón de diferencias” que impiden un acuerdo. Todas las personas informadas en Viena saben que el gobierno de EE.UU. pretende que “Irán necesita el acuerdo” mientras nosotros, EE.UU., “queremos el acuerdo”. Funcionarios iraníes subrayan que Lausana suministró la infraestructura necesaria para el enriquecimiento pacífico de uranio, incluso con severas restricciones. Pero el gobierno de EE.UU. quiere seriamente que Irán tenga solo un enriquecimiento “simbólico”.
De ahí la formulación de un diplomático iraní: “Los estadounidenses muestran remordimiento de conciencia del comprador después de las negociaciones de Lausana”. Y el estancamiento por falta de voluntad de cooperar. Y las centrífugas mediáticas sesgando como locas. Y el refuerzo ininterrumpido del Muro de Desconfianza – un mecanismo infernal con su propia lógica no-Wittgensteinano orientado totalmente a preparar Irán para que sea el chivo expiatorio en caso de un potencial, monumental, fracaso.
Por lo tanto, ¿quiere realmente el gobierno de Obama un acuerdo justo – su único éxito de política exterior? ¿O se trata solo de otro caso elaborado de “quién está a cargo” – una híper-potencia ávida de demostrar su “credibilidad” sin igual?
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