Las periodistas rusas que retan al machismo y cuentan sobre la violencia sexual
Durante la era de Vladimir Putin se han despenalizado algunos tipos de violencia de género y se castiga duramente a las mujeres que hagan acusaciones y que no puedan demostrarlas. Una sociedad con un machismo enquistado trata a las periodistas con desprecio pero ellas se resisten a considerarse menos.
Informar sobre la violencia de género y el machismo en Rusia es complicado, especialmente porque el gobierno de Vladimir Putin tiene una política de poca tolerancia contra las críticas. En los últimos años la situación de las mujeres ha empeorado por la despenalización de algunos tipos de violencia doméstica: el mandatario firmó en febrero de 2017 la «ley de despenalización de las palizas familiares» (lo más cercano a una traducción literal desde el ruso), que transfiere cualquier acto de violencia de un hombre a su esposa de la categoría de delitos penales a la de delitos administrativos, o sea que la violencia intrafamiliar es más bien una contravención ante la ley.
Esto provocó una drástica caída en la cantidad de mujeres que han acudido a los juzgados para denunciar ser víctimas de violencia de género por parte de sus parejas, pero no precisamente porque haya bajado la cantidad de episodios.
Sin embargo, a pesar de esto, las periodistas independientes han continuado siguiendo el ritmo de los hechos que se han ido agravando, retando al gobierno y su control casi absoluto de la información. Medios como Daptar, que cubre temas de género en la república rusa de Daguestán, de mayoría musulmana, y Holod, una revista web de investigación en Moscú, dan voz a las mujeres que sufren violencia y acoso más allá de las cifras oficiales.
Anteriormente, las críticas hacia mí y mi trabajo eran más esporádicas y desorganizadas. Ahora hay una plataforma ideológica que une a muchos de mis críticos. Ven mi trabajo como odio al Islam porque estoy hablando de igualdad de derechos», dijo Svetlana Anokhina, periodista y directora de Daptar, en entrevista con el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés).
«Es por eso que, lo que es más importante, cuando publicamos artículos controvertidos en Daptar , tratamos de incluir comentarios de una figura religiosa como experta, para demostrar que dentro del marco religioso del Islam, si una mujer está siendo oprimida, tiene derecho a no poner arriba con eso», agregó.
Un artículo lanzado por la revista sobre la circuncisión femenina en Daguestán causó el odio de la comunidad religiosa y de los sectores pro supremacismo masculino. «Colegas me mostraron capturas de pantallas de chats donde hombres discutieron sobre cómo encontrarme, dónde vivía, y otras amenazas», adujo la periodista.
La comunicadora destaca que, si bien Rusia es un país patriarcal y machista, Daguestán lo es en un nivel más profundo, y que a las periodistas se les trata con desprecio. «Aquí, una corresponsal femenina es tratada con menos confianza que uno masculino; es posible que los hombres ni siquiera quieran hablar con ella sobre temas serios», contó.
«Our reporting on violence against women is not an ideological declaration, but rather an opportunity to give a voice to people who have been silent,» Тaisia Bekbulatova, founder and chief editor of Holod in Moscow told @CPJ_Eurasia.//t.co/5UR2JtE05f pic.twitter.com/eHNSeOYx40
— Committee to Protect Journalists (@pressfreedom) March 4, 2021
Persecución al periodismo
Тaisia Bekbulatova, periodista del portal web Holod, entiende que hay resistencia en la sociedad rusa a la incursión cada vez más intrépida de las mujeres en el periodismo, pero que donde se han topado con más represión ha sido desde el gobierno nacional.
«Tomemos como ejemplo el endurecimiento de la ley sobre difamación en el Código Penal, que ahora conlleva una pena de hasta cinco años de prisión por acusaciones falsas de agresión sexual. Tuvimos un caso en el que una mujer tenía miedo de hablar abiertamente sobre la violación, de publicar su historia, porque vio el endurecimiento de esta ley y pensó que estaría en riesgo. Creo que, lamentablemente, habrá más casos de este tipo», alertó Bekbulatova.
En el caso de los profesionales de la comunicación, tanto el o la periodista como su fuente pueden ser acusados de difamación, y si un periodista intenta ocultar o proteger a su fuente, el caso recae con más peso en el primero. «Cada vez que escribimos algo sobre violencia, intentamos que nuestro abogado lo dirija» Añadió Bekbulatova.
Para ella, los medios de prensa estatales rusos cubren el femicidio con una lente distinta. «Usan titulares como ‘Ella fue asesinada por celos’, que es el tipo de culpabilización a la víctima que estamos acostumbrados a ver acá en Rusia», reflexionó. «También hay titulares que culpan de un incidente a una mujer que estaba siendo abusada, diciendo que ‘ella lo provocó’ o que ‘ella lo engañó'».
Otra de las profesionales que desafían los estándares de género de la patriarcal Rusia es Sofia Rusova, quien se ha enfrentado a situaciones de acoso sexual desde el inicio mismo de su carrera. «Sufrí avances, toqueteos, ofertas de pasantías a altas horas de la noche, sugerencias constantes para tomar una copa en el lugar de trabajo y pasar el tiempo juntos a solas con colegas o jefes; viví una cosificación constante, sórdida e inapropiada», contó a CPJ.
Las mujeres en el periodismo, acotó, reciben salarios más bajos que hombres que realizan el mismo trabajo, y que en el caso de las corresponsales la diferencia salaria es de cerca del 30%. «Muchas de estas mujeres, que conozco personalmente, no quieren hablar de esta brecha salarial porque tienen miedo a ser despedidas», adujo.
Entrevistar a una personalidad política de poder en su país es una tarea ciertamente peligrosa. «En cuanto a la seguridad de las mujeres cuando están entrevistando a hombres en el poder, el problema del acoso existe, pero está muy escondido. Hay acoso, pero [las mujeres periodistas] suelen hablar de ello muchos años después, si es que alguna vez logran hacerlo. Por lo general, temen ser perseguidos por funcionarios, personas en el poder; tienen miedo de admitir estos hechos, de hacerlos públicos», expresó.
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