Día Internacional de la Solidaridad con la lucha de la Mujer en Sudáfrica y Namibia
La autoproclamación de lo europeo como referente único de la civilización, el desarrollo, el conocimiento y la belleza; aunado a las prácticas económicas de esclavización y explotación de todo aquel fenotípica, ideológica y materialmente distinto, creó las condiciones para el establecimiento del racismo como una de las formas de discriminación de mayor alcance y envergadura a nivel mundial.
Esta forma de discriminación alcanzaría su máxima expresión en las conocidas experiencias de las leyes de Jim Crow en los Estados Unidos, La ideología nazi en Alemania, y más tarde -pero claramente influenciado por estas experiencias antecesoras-, el Apartheid afrikáner en Sudáfrica.
Ahora, si bien es cierto que la discriminación de la población negra se hizo habitual en Sudáfrica y Nambia desde la instauración de la Colonia del Cabo en 1814 por parte de Gran Bretaña e Irlanda, no fue sino con la llegada al poder en 1948 del Partido Nacional liderado por los afrikáneres –grupo étnico de origen neerlandés también conocidos como bóeres-, que el apartheid –segregación y exclusión masiva de la mayor parte de la población por su origen étnico- pasó a convertirse en una sólida ideología, un principio jurídico y una política de Estado.
Esta política segregacionista conocida como apartheid pese a que fue declarada un crimen internacional por la Convención de las Naciones Unidas en 1973 y entrada en vigor en 1976, para posteriormente sumarse a la lista de los crímenes de lesa humanidad considerados por la Corte Penal Internacional, se mantuvo en vigor hasta 1990.
Esta forma de opresión racista fue ejercida desde entonces de forma sistemática y continua contra todos aquellos no blancos; principalmente contra los africanos -que constituía más del 80% de la población-, pero también contra las personas de origen asiático y los mestizos que hacían vida en la región.
No obstante, en este escenario de exclusión y represión, el grupo más vulnerable lo constituyeron las niñas y mujeres quienes fueron víctimas de asesinatos, torturas, violaciones, detenciones extrajudiciales, hambre, desarticulación familiar, entre otras formas de violencia que podían cometerse particularmente contra ellas por su condición de mujer; pero también como un mecanismo de afrenta a los líderes de la resistencia al apartheid, así como, de desmoralización de sus comunidades.
Es entonces con el objetivo de visibilizar los sufrimientos experimentados por las mujeres sudafricanas y nambianas, sensibilizar contra el flagelo del racismo, así como, conmemorar su lucha y resistencia contra la política segregacionista -expresadas en la movilización masiva de las mujeres en 1956 como protesta ante la obligación de los ciudadanos sudafricanos negros de llevar pases parar poder movilizarse dentro de su país-, que el 17 de diciembre de 1981 la Asamblea General de la Naciones Unidas proclamó el 9 de agosto como el Día Internacional de la Solidaridad con la lucha de la Mujer de Sudáfrica y Namibia.
En esta resolución se invita a los gobiernos y organizaciones a aportar contribuciones generosas a los proyectos para la erradicación del racismo, los movimientos de liberación nacional; así como, prestar la ayuda necesaria a las niñas y mujeres refugiadas de Sudáfrica.
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