Sin presiones, sin tacones
No es una novedad el hecho de que las mujeres en las diferentes sociedades y formas organizativas alrededor del mundo se enfrentan constantemente a presiones respecto al “ser” y “deber ser”de una feminidad externamente condicionada y exigida. No obstante, los aspectos sobre los cuales se enfatiza con mayor ahínco, han de ser aquellos relacionados con la estética y las concepciones de belleza imperantes, que no solo se manifiestan en las formas de la corporeidad, sino también en el atuendo, es decir, en la vestimenta, el calzado y los accesorios.
No basta con ser mujer, es necesario parecerlo, no dejar dudas, pero además no cualquier mujer, sino una mujer esbelta, delicada, sexy; ser capaz en cualquier escenario y circunstancia, de atrapar miradas y ser objeto del deseo y el acoso callejero.
De las mujeres parece no importar quienes son, sus logros, esfuerzos, capacidades o desempeño, lo único que parece importar es como lucen. La mayor parte de las conversaciones de las mujeres y entre mujeres radica en la preocupación estética, corpórea o indumentaria; o en sus efectos, en la crítica e interpelación de aquellas que no se preocupan lo suficiente por ello o han transgredido los códigos y expectativas estéticas de la sociedad, o al menos, de la temporada.
Sin embargo, este hecho no es casual, por el contrario, puede considerarse como una consecuencia de la dominación patriarcal históricamente ejercida sobre la mujer, pues el estar permanentemente concentradas en su aspecto físico, puede contribuir a desviar la atención de las mujeres de asuntos relevantes sobre su situación social, así como, de los espacios de participación política y económica. Así lo afirmaría el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en su libro La tercera mujer, quien considera que “al minar psicológica y físicamente a las mujeres, haciéndolas perder la confianza en sí mismas, al absorberlas en preocupaciones estético-narcisistas, el culto de la belleza funcionaría como una policía de lo femenino, un arma destinada a detener su progresión social”.
Este hecho ha sido alertado en repetidas oportunidades por investigaciones académicas, movimientos feministas e individualidades, sin embargo, recientemente ha comenzado a ser visibilizado en diferentes espacios por íconos de la gran pantalla. La organización TheRepresentation Project puso sobre el tapete las desigualdades de la industria en la 87 ceremonia de los premios Oscar mediante la campaña #AskHerMore (pregúntale más) apoyada por la actriz ReeeseWitherspoon. De acuerdo a esta organización en galas como las de los Oscar las mujeres están presionadas a responder a preguntas sobre su apariencia vestidos, zapatos, peinados y maquillaje, mientras que los hombres son consultados sobre sus papeles, expectativas y proyecciones.
Así mismo, ha comenzado a cuestionarse masivamente a través de las redes sociales y desde los diferentes espacios cotidianos, la imposición a las mujeres de llevar tacones como condición imprescindible para su desempeño profesional y laboral. Nicola Thorp ha iniciado un proceso de denuncia de la presión social que sufren las mujeres después de haber sido despedida de su empleo como recepcionista por llevar zapatos planos-situación amparada jurídicamente en el Reino Unido-, motivo por el cual Nicola ha lanzado una petición para cambiar esta ley sexista, que sin dudas responde a la mirada e intereses de la masculinidad.
Otro ejemplo de ello, es el caso de la canadiense Nicola Gavins que se hizo viral en las redes sociales cuando denunció junto a una fotografía de sus pies ensangrentados que en la empresa en la que trabajaba como mesera, obligaban a las mujeres a usar tacones en jornadas de ocho horas.
Pero estas iniciativas de rechazo de la obligatoriedad de las mujeres a llevar tacones comienzan a trascender las redes sociales, llegando inclusive hasta las reconocidas alfombras rojas de la industria del cine. En el año 2015 el personal de vigilancia y protocolo del Festival de Cannes prohibió el acceso a las mujeres que no usaran zapatos de tacón;este año, Julia Roberts y Kristen Stewart se pronunciaron contra esta exigencia al ingresar descalzas a la reciente edición del festival, afirmando esta última que: “Las cosas tienen que cambiar de inmediato. Es bastante obvio que si llego a una alfombra roja con un acompañante hombre y alguien me detiene y dice: ‘Disculpe, jovencita, no está usando tacones y no puede entrar’, yo diré: ‘Tampoco mi amigo. ¿Él tiene que usar tacones?”.
No obstante, no debemos perder de vista que el problema son los criterios e ideología patriarcal que subyace en los zapatos de tacón como mandato; su uso o no, debe ser siempre una decisión personal, nunca una imposición, de lo contrario, no es más que una forma de violencia y vulneración del derecho de las mujeres a decidir cómo lucen;pero también de su derecho a la salud ante la exposición a los riesgos a largo plazo asociadosa este tipo de calzado.
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