Desigualdades de género y trabajo doméstico
Las desigualdades en la distribución de los roles y su desarrollo dentro de la institución familiar históricamente nos han sido presentados como un estado innato, inamovible e incuestionable al responder a condicionamientos biológicos; invisibilizando la carga ideológica y las relaciones de poder subyacentes a dicha distribución arbitraria y sexista.
La adjudicación-imposición de las tareas del hogar y el cuidado de los hijos a la mujer contribuyó a su confinación y esclavización doméstica, su definición como madre-esposa-cuidadora, y por tanto, la creación de condiciones para su relegación y exclusión de los espacios políticos, bélicos, económicos y académicos.
Este hecho puede explicarse como consecuencia de la sobreestimación social de los hombres sobre las mujeres en una sociedad patriarcal que se ha organizado en torno a criterios sexualizados, en donde como afirma Pierre Bourdieu en su libro La Dominación Masculina: “la mujer es clasificada por su taxonomía oficial del lado de adentro, le son atribuidas todas las tareas domésticas, privadas y ocultas, las más monótonas, penosas y más humildes; los hombres por su taxonomía situados del lado exterior, se atribuyen los actos breves, peligrosos y espectaculares; se busca atribuir diferencias sociales históricamente construidas a una naturaleza biológica, que funciona como una esencia de donde se deducen de modo implacable todos los actos de la existencia, se legitima una relación de dominio inscribiéndolo en lo biológico, que a su vez es una construcción social biologizada”.
Así mismo, aunado a esta biologización de las desigualdades sociales, se ha intentado justificar y legitimar las desigualdades en la distribución de los roles y la ausencia de las mujeres en otros ámbitos arguyendo tres teorías, entre ellas:
La teoría de la fuerza, la cual apela a la mayor fuerza física de los hombres para justificar el monopolio de determinadas actividades.
La teoría de la compatibilidad, la cual argumenta que las mujeres llevan a cabo las tareas que son compatibles con el cuidado de los hijos -los cuales requieren cuidados continuos y prolongados-.
La teoría de la prescindibilidad, en la cual se afirma que los hombres tienden hacer el trabajo peligroso de una sociedad porque son más prescindibles, ya que la perdida de hombres es menos perjudicial reproductivamente, como también para la crianza que las mujeres.
No obstante, y pese a la increcente incorporación de las mujeres a los espacios productivos, académicos y de toma de decisiones; en la sociedad contemporánea permanece relegada y constreñida en el trabajo de reproducción en el ámbito familiar, es decir, el trabajo doméstico lo continúan realizando preponderadamente las mujeres.
Así lo pone de manifiesto el informe “El progreso de las mujeres en el mundo” 2015-2016 presentado por ONU Mujeres, en el cual se constató que el 83% de los trabajadores domésticos a escala mundial son mujeres, y casi la mitad de ellas no tiene derecho a percibir el salario mínimo.
De acuerdo a este informe el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado sigue recayendo de manera desproporcionada sobre las mujeres, y en los países de la región latinoamericana que cuentan con encuestas de uso del tiempo se evidencia que las mujeres dedican entre el doble, y hasta cinco veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado. Este hecho sin dudas limita sus oportunidades educativas, laborales, políticas, económicas y recreativas.
El trabajo doméstico además de no contar con remuneración económica tampoco encuentra valoración social, considerado con frecuencia “no trabajo”, siendo las mujeres humilladas constantemente al afirmar que no trabajan pese a ser ellas quienes sostienen el funcionamiento de la institución familiar y la habilitación de los procesos educativos, productivos y socializadores de sus miembros mediante su trabajo, entre los cuales es posible considerar a grosso modo: la realización de compras, la preparación de alimentos, el cuidado de la ropa y el calzado, la limpieza de la vivienda, el cuidado de niños, adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad, entre otros.
Es por esta razón que se hace necesario reconocer la contribución de las labores de las mujeres en los hogares con el objetivo erradicar de formas de discriminación contra el trabajo doméstico, promover la cuantificación del trabajo de cuidado no remunerado, así como, instar a los gobiernos a respaldar y dignificar mediante políticas públicas el trabajo doméstico de las mujeres.
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