Única solución: Gran pacto mundial sobre la habitabilidad de la Tierra

“Todo depende del dolor con que se mire” – Mario Benedetti.

Foto: UNsplash / Ehimetalor Akhere Unuabona
Foto: UNsplash / Ehimetalor Akhere Unuabona

Titulares de los periódicos de los últimos días como los siguientes ponen de relieve la situación realmente extrema a la que se está llegando:

“Ecocidio, crimen internacional…”. “La presión ciudadana sobre gobiernos y empresas debe espolear un acuerdo en la Cumbre de Glasgow que evite el suicido climático…”. “Futuro peligroso: el informe de la ONU urge a actuar ya para evitar el peor escenario climático…”. “Fuego extremo: los incendios devastadores que se propagan por California, Siberia o Grecia son ejemplo del impacto del cambio climático…”.

Y en este escenario tan sombrío resulta incomprensible e intolerable e  la noticia de que el multimillonario Branson “viaja a la puerta del espacio” con su propia nave… ¡en competencia  con Bezos, de Amazon, olvidándose irresponsablemente ambos billonarios,  de sus deberes apremiantes!

La seguridad en la época de los robots y los drones –nuevos ”señores de la guerra en el cielo”- debe, más que nunca, revestirse de valores humanos esenciales y hacerse cargo de las nuevas exigencias de la seguridad humana.

Después de años de gobernanza neoliberal por grupos plutocráticos (G-6,G-7,G-8,G-20) la brecha social se ha ampliado, se ha marginado el multilateralismo democrático, y el Estado -Nación, aún asociado en débiles estructuras a escala regional, languidece con una ciudadanía progresivamente eclipsada por la tecnología digital, que le da voz y al mismo tiempo la silencia y desorienta, poniendo de manifiesto, con las reflexiones propias del confinamiento por la pandemia, la precaria situación de los medios de atención sanitaria, la privatización, incrementada en los últimos años, de los centros de educación y de salud, los efectos sociales de la deslocalización productiva y  el lamentable resultado de la excesiva concentración en el turismo de las actividades económicas.

Por si los argumentos ecológicos no bastaran, los recientes acontecimientos en Afganistán constituyen un auténtico aldabonazo… ¡Resulta que después de veinte años de gobernanza “mixta”, al irse los Estados Unidos sin asegurar un bien preparado programa de sustitución, siguen los talibanes y la heroína siendo los irresponsables dueños de un país que ve de nuevo comprometido su futuro por no haber intervenido a tiempo el multilateralismo democrático!

La amenaza a la seguridad, agravada por la potencial irreversibilidad de algunos de los procesos, que representa el incumplimiento de la Agenda 2030 ha incrementado el abatimiento y desazón de la juventud, que se había movilizado con loables sentimientos de corresponsabilidad por el cambio climático y la igualdad de género. De nuevo se ha prestado poca atención a sus requerimientos, a sus peticiones, a sus reflexiones propiciadas por la COVID-19.

Cuando se ha escuchado a los jóvenes no ha sido, en general, para procurar atenderles sino para contestarles y contradecirles… La única respuesta que debe ahora ofrecérseles para pavimentar una nueva era, es un cambio radical en seguridad, invirtiendo considerables recursos humanos, económicos y técnicos en alimentación, educación, salud, ecología….y, muy en particular, “humanizar” los servicios de atención y de información, poniendo personas donde hoy hay sólo tecnología, y prestando gran atención psicológica a todas las edades y, muy especialmente, a los más jóvenes y ancianos. Para ello puede contarse, gracias a la longevidad, con un tesoro muy poco utilizado: la experiencia de tantos jubilados que representan un considerable acopio de remedios.

Las actuales epidemias son  “sinérgicas”  y comportan factores sociales. Afectan a la salud -hambre, obesidad, cambio climático- en los diferentes contextos socio-económicos, políticos, ecológicos…. Su tratamiento no puede ser exclusivamente biomédico. Tiene muy importantes facetas educativas, sociales, mediáticas… que no pueden desatenderse. La COVID-19 ha desplazado la atención médica debida a enfermedades profundamente extendidas y de morbi-mortalidad considerable, y afectado la salud mental y emocional de la población.

Muchos comportamientos irresponsables también de personas mayores, algunas de ellas políticos, que pretenden, por ejemplo, que los “derechos humanos“ les autoricen  a atentar contra la salud de sus prójimos (!), requieren que se definan con gran precisión los contornos de la libertad y del delito. Delito de salud… A los bárbaros que realizan “fiestas ilegales “, de las que resultan nuevos brotes de contagio, debería hacérseles ver que están actuando en contra de los derechos humanos de aquellos que pueden, a veces muy gravemente, por su culpa, padecer la enfermedad.

Libertad, toda. Violencia, ninguna. La rapidez informativa de la redes sociales debe compensarse con mensajes veraces capaces de aclarar muchos conceptos y noticias que fortalezcan la reflexión personal, la “autonomía“… Se está generalizando el descontento, la rebeldía, en muchos países que disfrutan, en general, de una prosperidad considerable… ¿Qué sucede?  ¿Por qué no se aceptan las recomendaciones de los científicos y expertos? En primer lugar, seguramente, por las adaptaciones interesadas que algunos gobernantes introducen…. Pero en el panorama actual se observa, a escala global, un desasosiego generalizado, una confusa reacción popular que debe analizarse y tenerse muy en cuenta. ¿Cómo se explica que en países como Francia se manifieste un profundo descontento social? ¿Y qué sucede en varios países de América Latina, especialmente en los más afectados por el paso de los “mercaderes”? ¿Por qué proliferan los antisistema cuando lo que necesitan es, precisamente, establecer un buen sistema?

Ahora hay más “señales” visibles globalmente que inducen  a no malversar esta nueva ocasión… Pero, para ello, lo primero es cambiar nosotros mismos, ciudadanos del mundo, que no debemos depositar nuestra confianza en los algoritmos, sino en las facultades distintivas de la especie humana y compadecer, compartir, convivir… desvivirnos para hacer realidad, pensando en nuestros descendientes y todos los niños del mundo, este porvenir que no puede demorarse, que tiene fecha, por primera vez en la historia, de caducidad.

Sí : hasta ahora todo se basaba en los medios de disuasión , de eliminación del enemigo: quien tenía más soldados, más armas, más fusiles, más cañones, más bombarderos, más acorazados, más cohetes de largo alcance… era el vencedor. Terminada una contienda, se iniciaba la preparación de la siguiente. Y así se ha llegado a la situación actual, en la que los  grandes consorcios productores de sofisticadas armas junto a los gigantes de la tecnología digital, son los dueños del mundo. De la cultura de guerra a la cultura de paz. De la fuerza a la palabra. De la confrontación a la mediación. Hasta hace poco tiempo, poder absoluto masculino. El pasado, desoído, acallado.  O “los pueblos” conscientes de que estamos a un paso del abismo reaccionan y ponen en práctica en todo el mundo y en el marco del multilateralismo democrático de la ONU, los Acuerdos de París y la Agenda 2030 o la humanidad en su conjunto sufriría, en algunos aspectos de forma irreversible, las consecuencias de la propia calidad de vida sobre la Tierra.

Irreversible deterioro ambiental, muertos de hambre y pobreza extrema, incendios y otras catástrofes, emigrantes… Estos son los objetivos que ahora, por un acuerdo unánime a escala mundial, conscientes de que se trata de una responsabilidad generacional que a todos concierne, deben abordarse de forma impostergable.

Glasgow es la última oportunidad. Todas las Declaraciones de las “Cumbres”, las resoluciones de las Naciones Unidas, Manifiestos del Club de Roma y de las múltiples instituciones que favorecen un nuevo concepto de seguridad y una cultura de paz, han sido desoídos por una gobernanza plutocrática que no sólo ha actuado irresponsablemente  frente a las generaciones venideras sino que, con un gran despliegue mediático, ha convertido a una ciudadanía por primera vez en la historia capaz de expresarse libremente, en silenciosa espectadora de lo que acontece, cuando no comparte sus planteamientos o lo hace de forma fanática siguiendo sus desvaríos.

Nada puede esperarse ya de los países más ricos de la Tierra al timón del destino común. El proceso de emancipación cívica ya no se detendrá. El gran desafío a la vez personal y colectivo es cambiar de modelo de vida. El mundo entra en una nueva era. Insisto en que el poder ciudadano deberá situar entre sus primeras reivindicaciones el desarme nuclear inmediato. Se trato de otro gran pacto global promovido por un colosal clamor de la ciudadanía mundial.

Hay que pasar de tener a ser. De “más” a mejor, de la “abundancia asimétrica” a la  sobriedad voluntaria y compartida. Debemos actuar resueltamente, sin nuevos aplazamientos, sobre todo cuando se trata de procesos potencialmente irreversibles.

Ha llegado el momento impostergable de actuar todos a una: es con este convencimiento que, para celebrar el 75 aniversario de las Naciones Unidas y de la UNESCO, hemos preparado   –la Federación Española de Asociaciones, Centros y Clubes de la UNESCO (FECU), la Fundación Cultura de Paz y el Instituto DEMOSPAZ de la Universidad Autónoma de Madrid, y la Comisión Nacional Española de Cooperación de la UNESCO-     una gran jornada titulada “La sociedad, pilar fundamental hacia la paz”, sobre el deber irrenunciable de todos, sea cual sea su condición, ideología, creencia…, teniendo bien presentes a las generaciones venideras, contando para ello con el apoyo de entidades como el International Peace Bureau, la World Academy of Art and Science, la Universidad de la Paz de las Naciones Unidas, AIPAZ, European Center for Peace and Development, Global Movement for a Culture of Peace…

La nueva era no aguardará a que la humanidad esté preparada para hacer frente a las amenazas globales. Corresponde a la humanidad anticiparse y actuar en consecuencia.  Hoy los seres humanos ya son capaces de promover grandes clamores a escala mundial en el marco de un multilateralismo democrático que permita una economía basada en el conocimiento y un desarrollo humano global y sostenible, mediante el cumplimiento de los ODS. Que nadie diga que es imposible. La gran responsabilidad hoy en día de todos los seres humanos es demostrar a las generaciones venideras que supieron estar a la altura de sus asombrosas facultades intelectuales.

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*Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934)  Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz. Texto enviado a Other News por la oficina del autor.

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