La gigantesca huella hídrica de la carne en el planeta y su impacto a la salud
Las carnes rojas no solamente son nocivas para la salud, sino que además su producción tiene un gigantesco impacto negativo en el medio ambiente.
¿Alguna vez te pusiste a pensar en el impacto ambiental de los alimentos que consumes a diario? Algunos más, algunos menos, todo lo que consumes puede tener un impacto en el planeta, especialmente en la cantidad de agua que se requiera para su producción.
Los distintos tipos de alimentos requieren distintas cantidades de agua para elaborarlos, y en la cúspide de desperdicio de este vital líquido está la carne. Ciertamente la hamburguesa que disfrutas esta noche o la tira de asado que se va a tostar en la parrilla el fin de semana tuvieron un pésimo impacto en el planeta: el promedio de gasto de agua por cada 500 gramos de carne es de 1.800 galones (6.800 litros), una cantidad que parece absurdamente inimaginable porque solamente el 3% del agua existente en el planeta es dulce.
«Producir una libra (500 gramos) de carne de res requiere un promedio de 1.800 galones de agua, mientras que una libra de tofu requiere 302 galones de agua», explica clearwateraction.org en su web.
La carne de res es le producto que más usa agua, incluso mucha más que los 1.086 galones (4.110 litros) que se requiere para cultivar 500 gramos de nueces.
¿Y las vacas de pastoreo?
Existe el falso argumento de que las vacas de pastoreo tienen una huela hídrica más baja que las de corral, sin embargo hay algunas consideraciones para analizar esta afirmación.
Esto sería cierto si las vacas de pastoreo o alimentadas con pasto en vez de ración industrial o granos requirieran el mismo tiempo de crianza que las que son criadas en encierro, pero el hecho es los granos llenan mucho más y las engordan más rápido. Por ende, al final la vaca de pastoreo estará por más tiempo cronológico tomando agua y el consumo de agua es semejante.
«Los estudios informan que las vacas alimentadas con granos en realidad tienen una huella hídrica total menor que sus contrapartes en pastoreo. ¿Por qué? Porque es más eficiente engordar vacas alimentadas con granos en corrales de engorde que para las vacas engordar las libras que pastan en el pasto. Eso significa que las vacas alimentadas con cereales están listas para el matadero antes, por lo que comen y beben menos que las vacas alimentadas con pasto durante su vida», explica la web ambientalista de divulgación científica grist.org.
Inclusive las carnes blancas tienen una altísima huella hídrica, muy a pesar de la buena prensa que se le haga.
El cerdo, por ejemplo, gasta casi 2.200 litros de agua por cada 500 gramos, y el pavo 1.970 por la misma cantidad. El pollo requiere un poco menos, 1.840 litros por ese mismo medio kilo.
Problemáticas para la salud
Aparte de todo esto, está la afectación que las carnes causan a la salud humana: según la Organización Mundial de la Salud, las carnes de res, ternera, cerdo, cordero, caballo y cabra son consideradas «potencialmente cancerígenas» y, dependiendo de la cocción, la carcinogenicidad aumenta.
Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) recomendó en 2014 que la carne roja y las procesadas fueran consideradas de alta prioridad en las alertas de la OMS por su carcinogenicidad, explicando que diversos estudios epidemiológicos sugieren aumentos en el riesgo de varios tipos de cáncer asociados al consumo de carne.
Los métodos de cocción a alta temperatura generan compuestos que pueden contribuir al riesgo cancerígeno -como por ejemplo el asado-, pero su papel no está todavía plenamente entendido.
«Cocinar a altas temperaturas o con la comida en contacto directo con una llama o una superficie caliente, como la barbacoa o el sartén, produce más de ciertos tipos de químicos cancerígenos (como los hidrocarburos aromáticos policíclicos y las aminas aromáticas heterocíclicas). Sin embargo, no había suficientes datos para que el Grupo de Trabajo del CIIC llegara a una conclusión sobre si el modo en que la carne es cocinada afecta el riesgo de cáncer», indica la OMS.
En el caso de las carnes procesadas, fueron puestas en el grupo 1 de productos cancerígenos para seres humanos. Esta categoría se utiliza cuando hay suficiente evidencia de carcinogenicidad en humanos. En otras palabras, hay pruebas convincentes de que el agente causa cáncer. La evaluación se basa generalmente en estudios epidemiológicos que muestran el desarrollo de cáncer en humanos expuestos.
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