La ocultación del daño causado por la industria química a la salud de la población
Animo al lector a que vaya a ver la película Aguas Oscuras, que se está proyectando en los cines españoles estas semanas. Describe un caso real. Muestra cómo la industria química Dupont mintió a la ciudadanía estadounidense produciendo y empleando una sustancia (que era utilizada ampliamente en aquel país y en el mundo) a sabiendas de que era cancerígena y tóxica, hasta tal punto que mató a miles y miles de personas. Les sugiero que la vean porque el lector debe ser consciente de que estas prácticas son comunes (en todo el mundo, incluyendo nuestro país), hecho que muestra que la población está escasamente protegida frente a tales industrias debido al enorme poder político que tienen para ocultarlo, con el fin de optimizar sus beneficios económicos.
En realidad, la película me recordó una serie de hechos que ocurrieron aquí en España, concretamente en Catalunya, hace ya muchos años, y que me afectaron negativamente, dificultando durante varios años mi reintegración en España tras un largo exilio. Al tener que dejar el país a principios de los años sesenta por razones políticas, como consecuencia de mi participación en la lucha contra la dictadura, viví en Suecia, en el Reino Unido y, más tarde, en EEUU. En España fui médico clínico, pero más adelante, durante mi exilio, cambié de profesión para formarme y conocer cómo mejorar la salud, el bienestar y la calidad de vida de las poblaciones, unos estudios que incluyeron la economía social y la salud pública.
Como profesional experto en estos temas, y siendo profesor de Salud Pública de uno de los centros sanitarios y salubristas más importantes de EEUU, la Johns Hopkins University, fui elegido por 50.000 profesionales de la Asociación Americana de Salud Pública como parte de su dirección. Como tal, tenía que presentar propuestas de esta asociación al parlamento de los EEUU (concretamente a la cámara baja del Congreso), la máxima autoridad legislativa de EEUU en temas de mejora la salud y la calidad de vida de la población. Y una de ellas fue que eliminaran varios productos tóxicos y cancerígenos utilizados en la industria química en el Estado de Delaware, donde está ubicado uno de los mayores centros de la industria química de EEUU. El Congreso atendió alguna de aquellas peticiones, lo cual me alegró pero a la vez me preocupó, pues sabía que tal producción dejaría de hacerse en Delaware pero probablemente se desplazaría a Tarragona, en Catalunya, donde los controles de dicha industria eran menores que en EEUU.
De ahí que viniera a Barcelona y avisara de ello a las autoridades públicas y a la ciudadanía, lo cual hice en el curso de una entrevista en directo en Catalunya Ràdio, la radio pública de la Generalitat de Catalunya, que me entrevistaba sobre otro tema. A pesar de ello, aproveché la ocasión para – forzando algo la dirección de la entrevista – informar del peligro que implicaba el hecho de que en Tarragona se pudieran producir sustancias tóxicas y cancerígenas prohibidas en EEUU, lo cual creó gran revuelo y un enorme enfado de la Generalitat de Catalunya, gobernada por una coalición de dos partidos de derechas (uno liberal, CDC, y el otro cristianodemócrata, UDC) presidida por Jordi Pujol. Tal coalición era conocida entre los profesionales de la salud pública por su proximidad y permisividad con la industria química de Tarragona. Por aquel entonces, el regidor encargado de temas ambientales en la ciudad de Tarragona pertenecía a CDC.
Como consecuencia de aquel enfado, el Sr. Pujol y Cía. se movilizaron para oponerse a la oferta que me iba a hacer la Universitat Autònoma de Barcelona para integrarme en ella como catedrático extraordinario. Conscientes de esta oposición, dos compañeros (de merecido prestigio en la comunidad científica de Catalunya) de cuando éramos los tres estudiantes de Medicina en la Facultad de la Universitat de Barcelona fueron a ver al Sr. Pujol (sin que yo se lo hubiera pedido) para pedirle que no obstaculizara tal oferta, petición a la cual él respondió, con toda claridad, indicando que no quería que «Navarro volviera a Catalunya para menoscabar la industria química«. Y el proceso de mi nombramiento fue paralizado. El pujolismo es una red clientelar enorme que ha gobernado Catalunya durante la mayor parte del período democrático.
Quiero subrayar que, naturalmente, no era mi intención menoscabarla, sino regularla mucho más estrictamente de lo que lo estaba (y continúa estando) en Catalunya. Este país tiene excelentes profesionales de salud pública, y estructura sanitaria y de salud pública, pero con escaso poder para poder regular con mayor intensidad tal industria. La complicidad entre el poder económico y el poder político, tan característica de las instituciones llamadas representativas en nuestro país, ha dado como resultado un sistema de regulación de tal industria muy limitado, como la reciente explosión en Tarragona ha demostrado. De ahí la urgente necesidad de que la población se movilice en contra de tal maridaje entre la industria petroquímica y el poder político, pues sin tal presión no habrá cambio.
Y ahí está el punto débil de la película «Aguas Oscuras», pues presenta con gran detalle el excelente trabajo que realiza el abogado que defiende los intereses de las víctimas (a un coste elevado para su vida profesional) pero no cita o presenta la movilización ciudadana que tuvo lugar en EEUU en su apoyo y que determinó que la película termine bien, cosa que raramente ocurre en la vida real, a no ser que la ciudadanía se movilice. Mi larga experiencia en varios países muestra que la democracia llamada representativa no es realmente representativa a no ser que la ciudadanía se movilice y presione a sus supuestos representantes para contrarrestar la presión de los lobbies económicos que continúan teniendo una excesiva influencia en las instituciones políticas (y mediáticas) del país. Aconsejo al lector que lo haga, pues su salud y calidad de vida dependen de ello.
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