AÑO DEL CENTENARIO DEL TEATRO VICTORIA

Una herencia del imperio inglés

RUBEN BORRAZAS

 

Pero la historia comenzó un siglo antes, cuando los terrenos de las actuales esquinas de Río Negro y Uruguay formaban parte de lo que se denominaba «Ejido de las chacras» que comenzaban en la puerta de la Ciudadela y morían a la altura de la actual calle Ejido.

Varios de estos terrenos pertenecieron en las primeras décadas del siglo XIX a un vecino de nombre Francisco Farías, quien en 1835 vendió algunas parcelas, al almirante inglés Guillermo Parker.

Su nieta, Sofía Parker de Small, vende en 1883 por la suma de 14.000 pesos oro «la barraca de la calle Río Negro» a un inglés de apellido Grenfell y éste la transfiere, dos años después, a otro compatriota suyo, Ricardo Haynes.

El 2 de mayo de 1902, el terreno, la barraca y todos los bienes allí existentes son adquiridos por la «Victoria Hall Society», que era presidida por mister Walter Bering, ministro de Su Majestad Británica.

Manos a la obra

El 26 de agosto de ese año, esta sociedad firma un contrato con el ingeniero y arquitecto John Adams, para que éste realice la demolición de la barraca y construya un edificio con destino a conservatorio musical. La obra se realizó en tiempo récord para la época. Su piedra fundamental fue colocada el 14 de octubre de 1901 y el edificio se inauguró el 14 de noviembre de 1902, con lo más selecto de los integrantes de la colonia británica ubicada en platea y palcos.

En su libro «Montevideo y sus teatros», el periodista y ensayista Pablo Montero Zorrilla, sostiene que el edificio fue concebido en sus líneas y en su fachada con un temperamento muy del gusto sajón.

«La monumental fachada neoclásica transparenta las dos plantas de la sala mediante un piso bajo con tres portadas en arco de medio punto, enriquecida la del medio por dos columnas de corte jónico y un arquitrabe con frontón en el que luce una rica representación escultórica del escudo británico. Dos pilastres sostienen los extremos del arquitrabe. La planta alta sigue el mismo orden, pero con balcones de balaustres, habiéndose enriquecido en medio punto los frontones de los vanos, con los bustos en mármol de Alfred Tennyson, Arthur Sullivan y Henry Irowing, tres ilustres representantes de las letras y el teatro inglés.»

Montero Zorrilla señala también «como lujosos detalles decorativos, dos grandes y ornamentados faroles de hierro, al borde de la acera, iluminaban la entrada del público a la sala y en el centro del hall de la platea se hallaba un busto en mármol de la Reina Victoria, realizado por el escultor inglés Onslow Ford que era una copia exacta del existente en el Ayuntamiento de Londres».

Nada de esto queda. Actualmente los faroles, el busto de la reina y de los tres ilustres ingleses desaparecieron hace años, no se sabe ni cómo, ni cuando, ni el porqué.

La sala contaba con un buen escenario, dotado de excelente maquinaria, telón de boca, parrilla para el ascenso y descenso de telones, platea con sillas movibles a lo que se agregaba una tertulia. Se disponía de dos salones anexos a los costados de la platea y un gran salón, detrás de la fachada, que aún se conserva.

Sus diversos destinos

Cuatro años después de inaugurado, el edificio pasa a ser propiedad de la Sociedad del Cementerio Británico, cuyos integrantes, al parecer, tenían otras intenciones aparte de manejar necrópolis.

En 1910 –otros sostienen que en 1912–, fue arrendado para sede de la Logia Masónica Inglesa «Acacia» que celebraba sus reuniones el primer y tercer lunes de cada mes.

En sus primeros cincuenta años de vida, el Victoria Hall tuvo una agitada actividad artística, entre ellas fue escuela de teatro, se realizaron, en los años treinta, los populares actos de «Función y baile» que se ofrecían todos los sábados. Durante la Segunda Guerra Mundial funcionó una denominada Academia Diplomática Internacional, también fue utilizado por el Conservatorio Musical de Montevideo, el Teatro Experimental, y una llamada Agrupación de Científicos Cristianos.

El telón cayó, para la historia del dominio inglés sobre esta sala, el 27 de noviembre de 1947, cuando el edificio y todo su mobiliario fueron subastados en remate por la firma Gomensoro y Castells, siendo adquirido por el Banco de Seguros del Estado en la suma de $ 160.974.

La administración del Banco, presidida por Vicente Basagoyti, no tenía muy claro qué hacer con el edificio y éste quedó transformado en depósito de trastos viejos.

Segunda mitad del siglo XX

El doctor Andrés Castillo, que en su vida, aparte de abogado, fue dramaturgo, actor y dirigente gremial, nos recibe con sus vitales ochenta años en la Sociedad Uruguaya de Actores.

«A principios de los años cincuenta, el Teatro Universitario del Uruguay funcionaba en el edificio de la Facultad de Humanidades, ubicada en Cerrito y Juan Lindolfo Cuestas. Mientras que el Teatro del Pueblo del Uruguay lo hacía en una sala de la calle Yaguarón, entre Soriano y Canelones que fue destruida por un incendio en noviembre de 1953. Durante el año 1955, por parte del Teatro Universitario, surgió la idea de solicitar la cesión del Victoria Hall, invitándose a la gente de Teatro del Pueblo para utilizarla en forma alternada». Son años que recuerda Castillo con gran lucidez y que lo contaron como un activo participante de este hecho.

Luego de varios meses de reuniones y discusiones, el 16 de noviembre de 1955 se acuerda con el Banco de Seguros el contrato de comodato y el teatro queda inaugurado, después de varios arreglos en su edificio, el 2 de mayo de 1956.

«Para levantarlo, los integrantes de las dos instituciones hicimos de todo, ejerciendo los más variados oficios, al mejor estilo del teatro independiente de la época. Los arreglos se hicieron bajo la dirección artística del plástico Guiscarde Améndola, el famoso «gordo» de los cuadros pintados por Manuel Espínola Gomez», afirma Andrés Castillo.

Por esos años trabajó en esta sala el Teatro Independiente Argentino Fray Mocho que dirigía el actor Oscar Ferrigno y en marzo de 1960 se realizó el primer Festival de Teatro Rioplatense Independiente con participación de actores argentinos y uruguayos. Castillo relata que en esa oportunidad se estrenó la obra de Mauricio Rosencof «El gran Tuleque» con dirección de Ugo Ulive y con la primera incursión de una murga en el teatro.

Lentamente la actividad de Teatro Universitario fue apagándose hasta desaparecer en 1962. Mientras, Teatro del Pueblo siguió adelante, con altibajos, hasta el año 1976. Posteriormente, tuvo un pasaje fugaz la escuela de ballet, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura.

A esa altura, el Teatro Victoria había sido declarado Monumento Histórico Nacional.

Caída y renacimiento

Abandonado a su suerte, el teatro fue ocupado por varias familias que lo utilizaron como vivienda y comenzó su período de degradación edilicia. Fueron despojados de todo los materiales, puertas, baños, camarines, pisos de madera, quedó en pie todo lo que no pudo ser usado o quemado y cuando los intrusos fueron desalojados, en 1992, solamente se contaba con las paredes y el techo».

A mediados de los años noventa, el Directorio del Banco de Seguros del Estado comienza el rescate del edificio, disponiendo el arreglo de toda su estructura. Lo hace con el apoyo de una asociación civil sin fines de lucro llamada «Teatro Victoria», constituida el 22 de julio de 1996, y que está integrada por varias figuras del teatro uruguayo, siendo sus notorios dirigentes Jorge Curi, Ismael da Fonseca y la actriz Pelusa Vidal. Sus puertas se volvieron a abrir en octubre de 1998 subiendo a escena la obra de Bertolt Brecht «La ópera de dos centavos». Desde ese día su activ
idad ha sido ininterrumpida, siendo el elenco de la Comedia Nacional la compañía que más obras ha puesto en cartel. *

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