Preestreno. Ayer en Grupocine Torre, de los Profesionales, un filme necesario

Destino final: un emotivo legado  histórico que pertenece a todos

Y tiene razón, más que un filme político, es un testimonio personal (y también nacional) sin banderas proselitistas. En segundo lugar porque pasa revista a la vida familiar de hombres que lucharon por una patria grande, donde todo uruguayo tiene cabida.

Es ­también­ un filme doloroso ya que reconstruye parte del terrible pasado que nos tocó vivir y que ahora, a la distancia, impresiona como una pesadilla lejana. Lo admirable es que Gutiérrez (h) logró sortear este difícil trance consolidando un documento inexcusable de nuestra historia reciente. «Destino final», desde ya, es un legado que nos pertenece a todos; un prolijo rompecabezas que pone cada pieza en su lugar para ir hilvanando reflexiones en medio de una presunta impunidad deteriorada.

En este puzzle, se articula un mosaico polifónico de voces y recuerdos. Desde Juan Raúl Ferreira hasta diplomáticos extranjeros, pasando por Matilde, los hijos de Michelini y hasta el propio director de este diario, el doctor Federico Fasano ­entre otros­, todos aportan su cuota de impresiones, dolor y esperanza.

Pero el impacto está registrado en toda la exhibición. Desde la lágrima contenida de algunos entrevistados, la mirada que se pierde buscando siluetas difusas que eluden el recuerdo o las shockeantes fotografías de los cadáveres, el público no puede sustraerse a esa emoción subterránea que va creciendo desde el vamos. Emoción dolorosa pero necesaria porque nos ayuda a reconstruir la historia dentro de la historia; porque llena espacios vacíos y puede llegar a contestar algunas preguntas o reforzar hipótesis sobre por qué pasó lo que pasó. Es cierto, no hay respuestas definitivas y tampoco es el cometido de este «destino final» (que, aparentemente, en la jerga dictatorial significaba la ejecución del detenido).

Aquí y ahora, con propuestas de esta naturaleza, se abren otras ventanas que pueden aclarar muchas cosas y evitar cometer los mismos errores, o parecidos. Trabajos como el de Mateo Gutiérrez iluminan y aclaran; son de esos trances amargos que resulta necesario atravesar para comprender y comprendernos y ­sobre todo­ valorar esas «abstracciones» tan obvias denominadas libertad y democracia. Vale la pena, entonces, embarcarse en este viaje, tomar nota de esas viejas postales que presentan, por ejemplo, a Herrera o Gestido, el almacén de Los 33 en Buenos Aires, la noble imagen del capataz del «Toba» (que fue armado al entierro de su «hijo adoptivo») o la triste evocación de otros nombres de los que no quiero acordarme. Es un documental de puta madre, qué duda cabe.

Destino final (Uruguay, 2008). Producido y dirigido por Mateo Gutiérrez. Producción general: Taxi Films y Diego Arsuaga. Fotografía: Mateo Gutiérrez. Cámara: Nicolás Baraldi. Edición: Fernando Epstein. Coordinación de producción: Ana Inés Bistiancic. Posproducción de sonido: Fabián Oliver. Posproducción de imagen: Cristal Box.

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