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El Tano Racciatti

Ya va para cinco años que El Tano se piantó. Y aunque ya no esté, siempre nos dará una mano en este sueño de la memoria. Porque con Donato Racciatti reviven las noches brillantes del Montevideo del ayer. Estamos en el Ambassador Club, el Palacio del Tango, en una de aquellas noches sabatinas de principios de los sesenta. Allí concurrían los tangueros de pura cepa y la muchachada que no se rendía ante la recién llegada Nueva Ola. Amaban el dos por cuatro y la pasión por bailar apretaditos y compadrones. El maestro Racciatti con su ritmo inconfundible te hacía sacar viruta al piso. Noches de gala en los altos del Café Vaccaro de General Flores y Domingo Aramburú. El corazón del barrio Goes latía con toda la polenta milonguera. Donato subía al escenario y acariciaba su bandonéon dando vida a su querida orquesta. Desde un costado, el animador, flaco y de bigote finito que ahora cuenta estas historias, también se entusiasmaba y quería entreverarse con los bailarines. La voz de Olguita Del Grossi entonaba «Hasta siempre amor» y era como si el mundo material se esfumara. El maestro, entrecerrando los ojos, le daba con tutti al fuelle. La sala del Ambassador se convertía en un enorme cuore que bombeaba sangre y pasión al compás del tango. Todos los grandes bailes de ese Montevideo lo querían tener en sus carteleras. Ya sea el gigantesco Sud América de la calle Yatay, la querendona Granja Dominga de Camino Maldonado o las populares veladas organizadas por el Cheche Barreto en el departamento de Canelones. Su orquesta era aclamada todos los domingos en Casa de Galicia y siempre era una fija en salas como El Coben o el Colón. Su fama había tenido una avasallante arremetida a partir del año 1953, cuando con la exquisita voz de Nina Miranda impuso el recordado éxito titulado «Sin estrellas». Las radios lo pasaban a cada rato en sus programas bailables de la noche y el sello Sondor vendía más y más discos porque todos querían escucharlo en los casamientos o cumpleaños. Donato también tuvo su aporte a los radioteatros, musicalizando piezas que luego hicieron historia en las tablas teatrales. Como la comedia musical «Muchachos que peinan canas», que tenía como motivo principal aquel tangazo que cantaba Víctor Ruiz con letra de Mario Rivero y música del mismo Tano. Su homenaje al Carnaval de antaño se cristalizó en la mítica «No te vayas mascarita», cantada por el amigazo Carlitos Roldán con el coro de los entrañables Marinos Cantores. Los cantantes de Racciatti ya son parte de la memoria popular montevideana. Nina y Olguita, al lado de Víctor Ruiz, Nelson Pino, Félix Romero, Fleitas y Roldán. Muchachos que peinan canas los invito a recordar y lindo tiempo aquel de ayer, fueron sus emblemas para derrotar al botonazo dios Tiempo. Las letras de Gagliardi, Federico Silva o de Imperio y Yorio alcanzaron la genialidad cuando el Tano les ponía su música. Por eso, aunque la ciudad haya cambiado siempre tendrá un lugar para Donato Raciatti y su orquesta. Un eterno baile de los recuerdos para los muchachos de antes. Con más estampas del ayer y música los esperamos todos los sábados a las 19.00 horas, en la 1410 AM LIBRE.

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