Dos noches plenas de buena música
La fiesta empezó el jueves 12 en la Sala Zitarrosa. El sexteto de Manuel Miranda vino desde Perú con el ancestral bagaje del arte andino y ofreció una encantadora fusión de sonidos precolombinos con las modernas ondas del jazz y el pop-rock. La atractiva propuesta se desarrolló básicamente en tres niveles. El basamento instrumental electrónico de bajo, guitarra y teclados, más percusiones y una batería, dio el fondo rockero sobre el cual se apoyaron las armonías y las melodías interpretadas.
En segundo término, mientras se proyectaban en pantalla gigante hermosas imágenes del arte y la geografía peruanos, los instrumentos tales como el erke, el pinkullo, el duduk, la zampoña, las quenas y silbatos creaban la atmósfera andina. Finalmente, el espíritu y la fuerza del jazz aparecían en las formidables ejecuciones de flauta y de saxo soprano de Miranda.
El resultado fue una entusiasmante demostración de vitalidad musical y variedad sonora, en la que además del colorido melódico peruano- se disfrutó de una intensidad rítmica arrolladora llevada a su máxima expresión por la energía coltraneana desplegada por las improvisaciones del director.
Al día siguiente, el inmenso andén de la Estación Central pareció poco apto para recibir a un par de músicos de jazz. Pero desde los primeros compases, el pianista Alon Yavnai y el clarinete-saxofonista Paquito D’Rivera mostraron que podían hacerse oír sin dificultades y que sabían conquistar al público diseminado en ese gigantesco espacio. Aprovechando una excelente amplificación sonora, ambos jazzistas hicieron las delicias de los asistentes a lo largo de un programa que incluyó bossa nova, música caribeña, temas de Lecuona y de Gershwin y hasta pasajes de una fuga de Bach. El clarinete y el saxo alto de Paquito ya son bien conocidos y los premios mundiales que este cubano va cosechando en su brillante carrera parecen estar sobradamente justificados cuando se escucha su fértil despliegue de ideas, su inagotable imaginación melódica y la fluidez de su discurso. Quien resultó una impactante sorpresa fue Alon Yavnai. Dueño de una técnica soberbia, sus dos manos recorren el teclado con una autoridad que se refleja meridianamente en el dominio de las dinámicas, en la clara articulación de las notas, en el juego contrastante de graves y agudos y en su fenomenal sentido del ritmo. Su piano suena como una orquesta y no precisa de otros instrumentos de apoyo. Sabe obtener efectos stride al estilo de Fats Waller, contraponer dos líneas melódicas como lo hacía Earl Hines, usar escalas y arpegios como Art Tatum y todo ello con evidente lenguaje moderno derivado de las enseñanzas de Chick Corea y Keith Jarrett. Sus dúos con Paquito fueron largamente ovacionados.
Como telonero de este concierto tuvo destacada actuación el buen contrabajista uruguayo Popo Romano, en cuyo cuarteto llamó la atención el interesante desempeño del joven pianista Ignacio Labrada. *
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