Falleció Miguel Ángel Estrella a los 81 años
El destacado pianista argentino Miguel Ángel Estrella quien estuvo más de dos años preso en el Penal de Libertad y que se desempeñaba como embajador argentino ante la Unesco, falleció ayer en París a los 81 años.
Por Jorge Yuliani
Un comunicado de la Delegación Argentina ante la Unesco lamentó ayer el deceso de quien fue embajador de Argentina ante la Unesco y Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, pianista y fundador de la Organización No Gubernamental Música Esperanza.
Referirse al «Chango» Miguel Ángel Estrella no es hacerlo simplemente respecto a un artista excepcional, sino, primordialmente, a un luchador social de todas las horas, a un defensor sin claudicaciones de los derechos humanos y de las mejores causas populares.
Vale recordar que fue secuestrado por las fuerzas represoras de dictadura cívica militar uruguaya el 15 de diciembre de 1977 y estuvo encerrado en el Penal de Libertad acusado en el marco del Plan Cóndor de «subversivo» durante un lapso de dos años. José Gavazzo, fue su torturador.
Estrella, quien había nacido en 1940 en la provincia argentina de Tucumán, se desempeñó hasta las últimas horas como director de la Casa Argentina en la Ciudad Universitaria en París.
Concertista excepcional comenzó a ejecutar el piano cuando contaba apenas 12 años de edad ingresando posteriormente al conservatorio nacional en Buenos Aires, perfeccionado sus estudios en París con Nadia Boulanger y Marguerite Long. Instalado nuevamente en Argentina, debió exiliarse en 1976 y luego detenido en Uruguay en el marco del Plan Cóndor permaneciendo encerrado durante 27 meses, hasta que en 1980 tras una fuerte presión internacional que entre otros fue ejercida por Amnistía Internacional, la Cruz Roja Internacional, François Miterrand y hasta la reina de Inglaterra fue puesto en Libertad.
Música Esperanza
Luchador social, tomó siempre partido por los más humildes, por los más desfavorecidos y en 1982 creó la fundación Música Esperanza, llevando su música a las cárceles, villas y asentamientos a lo largo y ancho del mundo para como lo afirmó en más de una oportunidad, quitar el arte de las elites y poner la música al servicio de la comunidad toda y al servicio de la dignidad humana.
En el mismo sentido, en 1988 creó la Orquesta para la Paz, compuesta por músicos musulmanes, judíos y cristianos que habitan el Medio Oriente. En 2003 fue designado delegado permanente de la Argentina en la Unesco. Fue nominado Caballero de la Legión de Honor en Francia, y en 2013 el Senado argentino lo distinguió por su carrera y su defensa de los derechos humanos.
Regresó a nuestro país, Uruguay, en varias ocasiones y en 2012 ofreció un concierto en el Penal de Libertad, donde había sido encarcelado y sometido a bestiales torturas que según sus propias palabras resistió porque en medio de la picana sintió la voz de su mujer, ya fallecida, que le decía: «no estás solo, sos miles amor, tenés miles contigo'».
El triunfo de Estrella es el triunfo de los «derrotados» por la dictadura. Miguel Ángel de la buena Estrella volvió más de una vez a pisar el suelo de una tierra oriental en la que el dolor se ensañó con su cuerpo y su alma. Y aunque el dolor lo quita solo quienes lo provocaron, el reconocimiento al que fue acreedor siendo declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo en el Solís fue, de alguna manera, «una curita para su alma» y el poner las cosas en su justo lugar.
Desde el dolor, Estrella ha sido capaz de ver más allá del horizonte y crear una fundación como Música Esperanza que lleva su solidaridad militante a cientos de miles, tal vez a millones de seres oprimidos a lo largo y ancho del mundo. Su incansable lucha en la difusión y en la defensa de los Derechos Humanos ha llegado a los más recónditos lugares del planeta. Sus conciertos han sido escuchados por multitudes. Y pensar que Gavazzo le había dicho: «Vos nunca más vas a tocar el piano. Porque vos no sos guerrillero, no sos un tupa, pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros que pueden escuchar a Beethoven».
Enterado de la infausta noticia, ayer el escritor y luchador social Mauricio Rosencof comentó que esperaba que pudieran volver a encontrarse. «Le íbamos a entregar una llave del penal y declararlo ciudadano ilustre de aquel centro de reclusión. No pudo ser. En una pared de mi casa, en mi pared, cuelga la llave del penal (una réplica), esa que le íbamos a obsequiar». Desde ahora, sin duda alguna, una nueva estrella brilla en el firmamento, en el espacio infinito en que se mueven los astros, pero sobre todo, desde ahora y por siempre, una nueva estrella alumbra las noches de los más humildes, de los pobres del mundo. Y por los agujeros de los techos de cartón se filtra la luz de esperanza de Miguel Ángel de la buena Estrella.
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