«La romántica», dirigida por Diego Naser, en el Auditorio

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Si algo tienen en común Wagner y Bruckner es la espiritualidad.
En un sentido amplio y profundo, las obras de Wagner reflejan el conflicto entre lo material y lo espiritual, mientras que las de Bruckner plasman sus emociones ligadas a la religión y a la mancomunión con la naturaleza.

Se dice que Wagner se apoyaba con frecuencia en leyendas, generalmente de la mitología germánica, para mostrar la dualidad del ser humano como sucede en Tannhäuser, en cuya obertura se pueden ver los principales temas de la ópera, como la peregrinación, el perdón o la sensualidad que vive Tannhäuser en la montaña, seducido por Venus (en Venusberg).

En cambio, Anton Bruckner era un compositor católico cuya música es tomada como base de las obras sacro austríacas. Su Sinfonía n º4, conocida como La Romántica está ligada a los sentimientos bucólicos que inspira el contacto con la naturaleza, más que al romanticismo de las relaciones humanas. De hecho la obra es más bien como una descripción de la vida pastoral por un lado y por otro una visión de la vida caballeresca feudal de Austria.

El segundo concierto de la Ossodre en el Auditorio será una oportunidad excepcional de contrastar la obra de dos compositores geniales, unidos por una espiritualidad similar en esencia pero vivida de diferente forma.

Director Diego Naser

R.Wagner – Tannhäuser. Obertura

A. Bruckner – Sinfonía Nº4 ‘Romántica’

La «Romántica» es la primera obra del compositor en la que encontramos su estilo maduro. Bruckner no busca la pasión, el elemento religioso y el sentimiento naturalista convergen en lo místico: música pura dentro de la forma tradicional, pero conectada con un misterio, llena de halos sonoros, tierna y monumental a la vez, grandiosa en sus dimensiones y amplia y densa en su volumen sonoro, en una concepción mística del sonido.

Con el sobrenombre Romántica, la sinfonía es el canto a la naturaleza más apasionado escrito por Bruckner; en un primer momento el músico pensó acompañar su partitura con un programa explicativo, según el cual el Allegro inicial evocaría una villa medieval al amanecer, con sus caballeros y su bosque; perfecto en su construcción, se inicia con el llamado «comienzo de la nada» bruckneriano, estático, en el que el movimiento se desarrolla a partir de un trémolo de las cuerdas, como si la fuerza emergiese gradualmente del vacío. Enormes fragmentos de desarrollo pausado y estatismo armónico ayudan a aumentar la sensación de monumentalidad.

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