“Fusilados y Verdugos”: el libro de Sebastián Panzl sobre la pena de muerte en Uruguay
“Fusilados y Verdugos”, el segundo libro de Sebastián Panzl, toma las historias más importantes de los condenados a muerte en Uruguay, desde los tiempos de la colonia hasta comienzos del siglo XX. LARED21 conversa con el autor.
La horca formó parte del paisaje uruguayo hasta 1907, cuando se abolió la pena de muerte. Años antes, el acto de ejecución era una de las formas de diversión para los ciudadanos, que se reunían con ambiente festivo y peleaban por estar en primera fila.
Con este escenario como telón de fondo, Sebastián Panzl escribe “Fusilados y Verdugos: historia de la pena de muerte en Uruguay”, libro que está disponible en las librerías desde la semana pasada.
Cuando hiciste tu primer libro, ¡Tiren, cobardes!, dijiste que te habías “topado con la historia”. ¿Te pasó lo mismo con Fusilados y Verdugos? ¿O qué fue lo que despertó tu interés?
No, no pasó lo mismo. En este caso conocía aspectos básicos sobre lo que había sido la pena de muerte en Uruguay, como el año de la abolición o algunas informaciones básica sobre el debate que precedió la abolición. Pero lo que no conocía y fue lo que me motivó a investigar fue historias de casos puntuales. Me empecé a preguntar: ¿Quién habrá sido el último fusilado? ¿Quién habrá sido el primero? ¿Se sabe? ¿Qué pasó en la época colonial? ¿Cuáles fueron los casos más emblemáticos comentados en la época? La motivación fue esa.
En ¡Tiren, cobardes! te pudiste contactar con un solo sobreviviente. Fusilados y Verdugos, en cambio, trata de un tiempo más remoto. ¿Cómo buscaste testimonios?
Con los diarios de la época, de nuevo recurrí a prensa vieja. Lo que hice fue eso, elegir los casos más emblemáticos y, en base a algunos diarios que consulté yo directamente en la biblioteca del Palacio Legislativo y la biblioteca Nacional, más algunos trabajos académicos que cito en el libro, que también hicieron trabajo de campo.. Hay uno, puntualmente, escrito por Daniel Fessler, que es un investigador de la Universidad de la República, que también tiene mucha experiencia, y consiguió algunos testimonios en base a los diarios. En realidad no son testimonios, son reconstrucciones de la información publicada en los diarios.
La información era mucha, porque el público tenía mucho interés en leer las crónicas de fusilamientos, eran muy comentados. No eran un secreto, todo lo contrario, los temas eran muy públicos y los detalles de los fusilamientos llegaban a través de los diarios.
Así que seleccionaste qué historias contar en base a lo leído en los diarios
Sí… De las que cuento todas tienen algún punto interesante. El libro no abarca todas las historias a condenados de muerte que hubo, porque ni siquiera se sabe cuántos fueron a ciencia cierta. Pero sí abarca los más emblemáticos, digamos, los más comentados.
¡Tiren, cobardes! lo publicaste el año pasado. ¿Hiciste las dos investigaciones al mismo tiempo, o empezaste la segunda luego de publicar el primer libro?
Fueron investigaciones realizadas en forma simultánea. Para darte una idea, ¡Tiren, cobardes! se publicó en junio de 2015, y la primera reunión que yo tuve, porque no fue una entrevista, fue una reunión para hacer la hoja de ruta de la investigación de Fusilados y Verdugos, fue con Sanguinetti y fue el 11 de setiembre de 2014.
Justo hoy de mañana estaba buscando unos datos y me topé con esa información, que hasta a mí mismo me llamó la atención, cómo fueron muy paralelas las investigaciones. Al final yo había acelerado la investigación de ¡Tiren, cobardes! y bueno, desde que se publicó ¡Tiren, cobardes! hasta ahora estuve concentrado en Fusilados y Verdugos.
¿Ahora estás en alguna investigación?
Yo estoy casi que permanentemente haciendo lecturas y buscando cosas. De hecho escribo para El Observador también y, por ejemplo, hacía un tiempo que tenía un tema que me interesaba mucho que era sobre una visita fugaz que Walt Disney hizo a Uruguay en setiembre de 1941.
Eso yo lo empecé a investigar y no sabía qué fin iba a tener. Podía ser un libro, pero finalmente fue una nota para El Observador, por ejemplo. Me pareció que seguir la anécdota era súper interesante pero o no daba para escribir un libro o en ese momento me dieron ganas de escribirlo como nota. Porque Disney vino con fines políticos, en medio de la segunda guerra mundial, encomendado por Roosvelt a hacer política digamos, a trabajar desde el punto de vista cultural para llevar agua para molino de los Aliados.
O sea, leyendo cosas estoy, pero todavía no tengo un proyecto avanzado como el de Fusilados y Verdugos o el de ¡Tiren, cobardes!.
Las historias de Fusilados y Verdugos son brutales. Incluso contás que la gente mojaba sus pañuelos en la sangre de los muertos y que los cuerpos quedaban colgados hasta descomponerse. ¿Se te hizo difícil escribir sobre episodios tan violentos?
Sí, fue todo un tema. Sí, realmente sí y fue una cosa que reflexioné mucho. Es un libro fuerte porque ta, creo que cualquier persona que vaya a leer un libro sobre la pena de muerte sabe que va a estar lleno de violencia. Pero lo que yo intenté fue no hacer morbo porque sí, digamos. Hay datos que me parecía que no podía ocultar, por ejemplo, si hay un fusilado que estuvo condenado a muerte porque asesinó a un niño y lo degollaron con tanta violencia que quedó la cabeza separada del cuerpo… Eso lo tenía que poner. Pero de la manera menos morbosa posible. Tenía interés por poner lo que sí fuera información, pero no llenarlo de sangre innecesariamente.
Pero sí, me costó un poco. Incluso a mí mismo algunas historias me afectaban, y escribirlas también… Es difícil cuando se trata de episodios tan, tan violentos, y que fueron reales. Porque cuando lees las crónicas de fusilamiento, saber que estaba leyendo yo mismo, por ejemplo un caso puntual que cuento en el libro, el de los últimos fusilados, que asesinaron a cinco personas. Yo estaba leyendo la crónica del día y era durísima la crónica del día. Realmente no era fácil de leer y después desenchufarte. Era realmente impactante, incluso la manera en la que lo contaban. Fue algo que reflexioné para saber cómo contar. El público dirá si lo hice bien o no.
¿Y mezclás lo que decían los diarios con tus propias historias?
Lleva un poco de las dos cosas. A mí me gusta usar citas de los diarios porque me parece que para el público incluso es interesante ver cómo se escribía en la época. Pero trato de no aburrir con citas. A veces saco la información y la reescribo yo y, cuando encuentro alguna cita que vale la pena, trato de usarla porque me gusta. A pesar de que alguna gente te diga que las citas tienden a aburrir, a mí me gustan.
La pena de muerte no es algo que se mencione mucho en Uruguay. ¿Creés que Fusilados y Verdugos le va a dar más visibilidad a la temática?
Yo creo que la pena de muerte es un tema laudado en Uruguay, o sea, la abolición tiene más de 100 años y está contemplada constitucionalmente. Más allá de algunos comentarios aislados que se puedan escuchar, no hay nadie que esté organizadamente proponiendo la restauración de la pena de muerte. Parece una locura que alguien hoy en día venga a hacer una propuesta formal para restaurar la pena de muerte.
Sin embargo, el interés del libro no es reflotarlo en el presente, sino que nosotros mismos revivamos lo que fue nuestra propia historia. Creo que más de uno se va a sorprender con algunos datos. Con ver cómo en este país, la muerte en una época estaba asociada a la fiesta. Había personas, hombres, mujeres, adolescentes, que disfrutaban de estar en primera fila presenciando un fusilamiento, aplaudían… se tomaba casi como un entretenimiento.
Ese fue uno de los desafíos del libro, enmarcar esas conductas en una época, en un contexto histórico. Eso fue súper difícil y lo que yo hice en el caso fue utilizar mucho de lo que escribió Barrá sobre la época. Para mí eso fue clave para poder entender lo que pasaba. ¿Cómo explicar que alguien fuera capaz de empapar un pañuelo en sangre para llevarse un recuerdo de un fusilamiento? Bueno, eso pasó y está enmarcado en otra época, en nuestra cultura bárbara, digamos.
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