Globalización: lógica liberal y despidos masivos
JUAN CARLOS GALINDO
General Electric (GE), la empresa más grande del mundo va a despedir a 75.000 trabajadores. Objetivo: mejorar la productividad. En 2000, GE obtuvo unas ganancias de 12.700 millones de dólares, un 19 por ciento más que en el año anterior. Este año piensan superar, de nuevo, el 10 por ciento en el aumento de los beneficios. Durante el primer trimestre superaron los 3.000 millones de dólares. No parece suficiente.
General Electric no es la única empresa que adopta esta política. Dupont, segundo grupo químico mundial, ganó sólo 567 millones de dólares durante el primer trimestre de 2001. Solución: el despido de más de 5.000 personas. General Motors con ganancias, en estos tres meses, de 477 millones de dólares ha iniciado un plan de reestructuración que afecta a su filial en Europa (OPEL) y a los 9.700 trabajadores de Isuzi (fabricante de camiones) despedidos.
Causas, o más bien excusas: desaceleración, reducción de las ventas, descenso del consumo.
Existen casos peores
Minnesota Minning Manufacturing (3M) ha ganado entre enero y marzo 467 millones de dólares, un 2,4 por ciento más que el año anterior. Sus ventas han aumentado más de un 2 por ciento. Va a despedir a 5.000 empleados. Objetivo: ahorrarse 300 millones dólares anuales. No hay que ganar, sino ganar siempre más.
Los trabajadores de los países desarrollados son demasiado caros. Más o menos, mantienen ciertos derechos formales: seguro médico, indemnizaciones en caso de accidente, derecho de asociación. No siempre. Los trabajadores de las tiendas Wall-Mart tienen prohibida la asociación sindical. Igual ocurre en McDonald’s y Nike y Adidas no sitúan sus empresas en países pobres que reconozcan estos derechos.
Si, como ocurre en Malasia, existen sindicatos, hay otras opciones. Así, el gobierno malasio declaró el sector tecnológico «libre de sindicatos» para evitar ese «problema» a Intel, Motorola, Texas Instruments y Hewlett Packard.
La lista de empresas que tienen previstos expedientes de regulación de empleo –eufemismo para hablar de despidos– es interminable. Tan sólo algunos otros ejemplos: Chrysler 26.000; Ford 5.000 (con la peculiaridad de que se trata de cuadros medios); Delphi (el mayor productor mundial de componentes para automóviles) 19.000; Alcatel 20.000; Siemens 15.000…
Bien sea por una reducción de los beneficios, por un aumento insuficiente, o por pérdidas, miles de empresas en todo el mundo se han sumado a esta política de empleo. Los ideólogos lo llaman «flexibilidad del mercado laboral». Así se agiliza el mercado y se reduce el paro, dicen. Sin embargo, en Estados Unidos, paradigma de los beneficios de este sistema, la tasa de desempleo ha alcanzado el 4,5 por ciento, la más alta desde 1992. Y cuando en Estados Unidos sube un punto el índice de desempleo, aumenta en siete puntos el número de homicidios.
También aumenta la cotización bursátil de las empresas que reducen sus plantillas: las acciones de 3M se han revalorizado un 26 por ciento en el último año.
El día en el que anunció su «expediente de regulación laboral» las acciones subieron un 3,11 por ciento. Lógico. Y cruel.
Para estas regulaciones, las empresas utilizan no importa qué sistema de selección. En cualquier caso no son sino extensiones de su sistema laboral.
Uno de los más empleados es el método del «ranking forzado». El objetivo es aislar al 10 por ciento de los trabajadores prescindibles, es decir, aquellos que no cumplan con el objetivo empresarial. O aquellos que, dentro del objetivo, tengan el menor índice de productividad. A este 10 por ciento se le denomina grupo C. Los trabajadores de este grupo pierden el primer año parte de sus ventajas, y el segundo, si permanecen en la clasificación C, son despedidos. Ford (que utiliza este sistema) se enfrenta a múltiples denuncias por discriminación laboral. Microsoft ha sido denunciado por discriminación en la aplicación de su método «bote salvavidas», que afecta sobre todo a negros y mujeres.
Pero estos métodos no son sino representaciones de un sistema basado de manera exclusiva en el beneficio. No importa cómo.
Los trabajadores son tan sólo unidades de producción. Los ciudadanos, consumidores. Los derechos de unos y otros, ilusiones. *
(Analista del Centro de Colaboraciones Solidarias, tomado de La Insignia, revista de información independiente)
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