Medio siglo después, no solamente los rieles sobrevivientes los añoran en Montevideo
En diciembre de 1904, la prensa de Montevideo informaba que un grupo de capitalistas ingleses había obtenido la concesión para electrificar los servicios de tranvías de esta ciudad. «La puesta en marcha de la electrificación de este medio de transporte significaba el fin de los servicios tirados por los caballos y estos pasarían a ser un recuerdo del pasado», sostenía la crónica de la época.
El primer tranvía eléctrico comenzó a rodar por Montevideo, el 19 de noviembre de 1906, entre el barrio de los Pocitos y la Aduana bajo la responsabilidad de la Sociedad Comercial de Montevideo y no tenía número de recorrido. El 15 de julio de 1907, se incorpora al servicio de pasajeros la empresa La Transatlántica y comienzan a señalarse con números los itinerarios.
Durante los primeros treinta años del siglo el medio más cómodo, rápido e higiénico que tienen los montevideanos para trasladarse es el tranvía. Con su vaivén, los pasajeros se sentían seguros, renovándose constantemente, en días de frío o calor, codiciando un asiento, apremiados por compromisos que el reloj mide implacablemente, por una cita o el horario que marca el ingreso a la rutina diaria del empleo.
Los gritos de los canillitas, que subían o bajaban en forma continua, pregonando los titulares de los diarios, se alternaban con el del guarda, quién, con autoridad de dueño y patrón del servicio, ordenaba: «Un paso más adelante y de a dos en el pasillo».
Varias estaciones de tranvías se diseminaban por la ciudad: Goes, del Este, Agraciada, Unión, Pocitos, Central, Artigas, Larrobla, las que servían de centro de salida y refugio de las unidades, recepción de la recaudación de la venta de boletos, horarios de ingreso al trabajo de guardas y motorman y demás actividades referentes al servicio que brindaban las compañías. No era lugar de ascenso o descenso de pasajeros, como sucedía con los trenes del ferrocarril. Dos de ellas, la estación Agraciada y la de Larrobla, servían también, como generadoras de energía para alimentar el tendido de cables.
La llegada de los ómnibus
En 1925 aparece en Montevideo un pequeño ómnibus, marca «Ford T», inaugurando un servicio entre La Tablada y el Paso Molino, posteriormente otra línea correría desde 8 de octubre y Comercio hasta la zona de Puntas de Mac Adam, otra entre La Unión y Carrasco y en 1926 un coche «Lancia» italiano comenzó a cubrir el trayecto entre la Plaza Independencia y 8 de Octubre y Larrañaga. Estos trayectos eran cubiertos por escasas y pequeñas unidades.
Recién cuando, el 18 de agosto de 1936, entran en circulación los primeros ómnibus impulsados por la flamante compañía Cutcsa surge un fuerte competidor para el tranvía, un hecho que se acentúa más, en el correr de los años cuarenta, con la incorporación de nuevos recorridos y mayor cantidad de autobuses por parte de esta empresa. A esto se agrega el deterioro, que se comienza a advertir en diferentes carrocerías, muchas de ellas que estaban en circulación antes de 1934, al no ser cambiadas por nuevas unidades.
A fines de los años cuarenta, las compañías ingleses no tenían interés en mejorar los servicios y terminan vendiéndolas al municipio. El convenio de compra por parte de la intendencia con las empresas extranjeras, se realizó el 14 de febrero de 1947 y la escritura definitiva, el 29 de diciembre de ese año, firmada por el, entonces, intendente montevideano, Germán Barbato. Se compraron 650 unidades tranviarias y se creó la Administración Municipal del Transporte (Amdet).
En 1948, Amdet vendió, 161.055.968 de boletos, entre los tranvías y algo más de un centenar de autobuses. Durante 1949 aumentó la cifra a 173.027.365. Una cifra importante, para una ciudad que contaba con 950 mil habitantes.
El proceso de extinción
Los tranvías fueron retirados de las calles montevideanas en forma paulatina. Diversos hechos, los fueron acorralando y expulsando de la ciudad.
Según Marcelo Benoyt, integrante de la Asociación Amigos del Riel, el trolebús expulsó al tranvía de las calles montevideanas con razones muy poco valederas por parte de jerarcas municipales.
«Había mucho de ‘tontera modernista’, que se manifestaba en las declaraciones que hacían las autoridades municipales a la prensa de la época. Todos estaban entusiasmados con el trolebús, que estaba de moda en Estados Unidos, afirmando que este era el transporte del futuro y se ‘encandilaban’ con los ejemplos de algunas ciudades norteamericanas. Ahí tenemos los resultados -reflexiona Benoyt- los trolebuses no llegaron a estar presente, ni treinta años en el servicio de pasajeros».
«Jerarcas municipales, sostenían que los tranvías corrían por el medio de la calle y ello dificultaba el ascenso y descenso de los pasajeros, además de dificultar el tránsito automotor. Sucede que había que adaptar el tranvía a la ciudad, que se iba transformando, como se hizo en Toronto, Baltimore, Praga, en varias ciudades alemanas, austríacas o suizas, esto era más complicado y se optó por la fácil, trayendo trolebuses de elevados costos» sostiene Benoyt.
Nuestro entrevistado manifiesta que Montevideo, con menos de dos millones de habitantes, es ideal para el transporte tranviario resultando seguro, económico y menos contaminante.
«Existen cantidad de estudios que así lo afirman y cantidad de ciudades en el mundo que pueden servir de ejemplo» termina diciendo.
Una muerte anunciada
El 14 de agosto de 1948 se suprimen los recorridos en un tramo de la avenida 18 de Julio. Los que ingresaban al centro, al llegar a Arenal Grande, doblaban por Colonia y otros por Paysandú. Mientras, los que hacían el recorrido, de Aduana hacia los barrios tomaban por San José, Soriano o Canelones.
Se eliminan siete líneas durante el año 1950, dos en el correr de 1951 y cuatro en 1954.
Pero el golpe contundente para eliminar este medio de transporte, sucede el 15 de mayo de 1955, cuando se suprimen quince líneas tranviarias, de un plumazo, quienes son cubiertas por ómnibus y flamantes trolebuses.
En un remitido a la prensa la Administración Municipal de Transporte comunica que «a partir del 15 de mayo de 1955 se harían diversas supresiones, ampliaciones y modificaciones de los servicios de transporte».
Allí se manifiesta que: «Se pondrá en servicio la línea de trolebuses número 64 entre Ciudadela y Playa Malvín y se eliminan las líneas de ómnibus 78, 87 y 201. Se suprimen los recorridos de tranvías número 31 y 35 estableciéndose en su reemplazo los servicios de ómnibus 68 y 35″.
El comunicado indica que, también, se anulan las líneas 2,7, 22, 29, 30, 34, 42, 43, 47, 48, 49 y 56, la mayoría de ellas afectadas a los barrios de Parque Rodó, Pocitos y Punta Carretas.
Ese día se borraron 14 líneas de un plumazo. Montevideo quedó siendo asistida por, sólo, 15 recorridos de tranvías y estos sufrieron varias alteraciones en sus trayectos.
El 17 de noviembre de 1956, exactamente dos días antes de cumplirse el cincuentenario de la inauguración del recorrido de un tranvía eléctrico, se suprimen todas las líneas y quedaría para llenar los recuerdos de la memoria y los huecos de la nostalgia, el denominado «Tranvía de Montevideo a la Barra de Santa Lucía». Los montevideanos lo vieron correr, desde Belvedere hasta Santiago Vázquez, por unos pocos meses. Dejó de hacerlo el 14 de abril de 1957.
Cuando, en algunas calles, asoman los restos de vías, parece que por un error, aún circulan, que no han sido olvidados, que nos van a devolver una figura, una imagen, del viejo ritmo de nuestros padres y abuelos. El de un Montevideo irrepetible. *
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