Hija de Luis Eduardo Arigón: “mi madre lo esperó muchos años”
La esposa de Arigón Castel tiene 94 años y se quedó esperando a su marido, quien fue desaparecido y asesinado por los genocidas perpetradores de la dictadura uruguaya.
«Tenía ideas muy claras por las cuales se jugó la vida, porque teniendo la oportunidad de irse del país, no quiso.»
Así lo recordó Sabina, la hija de Luis Eduardo Arigón, durante la conferencia: «Hacía asado los domingos. Tocaba el violín, leía y escribía poesía» #TVCiudad pic.twitter.com/gQkjsE2zmu
— TVCIUDAD (@TVCIUDADuy) September 24, 2024
El 30 de julio de 2024 marcó un hito en la búsqueda de Justicia para la familia Argión Barrocas. Los restos de Luis Eduardo Argión Castel, quien desapareció durante la dictadura uruguaya, fueron finalmente hallados en el Batallón 14 y su identidad confirmada recientemente este martes 24 de setiembre, a través de un análisis genético realizado en Argentina, como se anunció en una conferencia de prensa en la Fiscalía.
Sabina Arigón Barrocas, su hija, recordó con una dolorosa claridad la noche del 14 de junio de 1977, cuando fuerzas combinadas de civiles y militares se llevaron a su padre. En su casa, junto a su madre y su hermana, vivió un acto violento donde se removió cada rincón del apartamento. Tanto Sabina como su hermana fueron tratadas con brusquedad, debiendo cubrirse el rostro mientras sus identidades eran verificadas.
Un adiós tardío para Luis Eduardo Argión Castel
El desconsuelo de Sara Barrocas, madre de Sabina, fue palpable durante años. A pesar de sus constantes esfuerzos por encontrar a su esposo, visitando innumerables cuarteles, sus preguntas no encontraban respuestas. “Probablemente, ya estaba muerto”, reflexionó Sabina, quien condena las mentiras sistemáticas a las que su madre fue sometida y describe la experiencia como vergonzosamente deshumana.
Con el tiempo, la esperanza de que Luis Eduardo regresara fue desvaneciéndose lentamente. Sabina compartió cómo su madre, persistente en su espera, se asomaba cada vez al ver un taxi detenerse, con la ilusión de ver regresar a su esposo. Esta espera constante, durante años, es un reflejo doloroso de la lenta aceptación de una pérdida irreparable. La familia experimentó un alivio al saber finalmente el paradero de Luis Eduardo, describiendo una “tranquilidad” mezclada con profunda tristeza.
La noticia de la confirmación de los restos ha sido un proceso de cierre, aunque doloroso. Sabina refleja su indignación ante la crueldad de las acciones humanas implicadas. “No puedo creer que los seres humanos, no me importa del pensamiento político que sean, hagan este tipo de cosas”, expresó abiertamente. La desaparición y ocultación de su padre representan, para ella, un acto cobarde, algo imperdonable aún en el contexto de un conflicto bélico.
Sara nunca pedió las esperanzas de encontrarlo
Con 94 años, Sara Barrocas recibe esta confirmación en sus últimos años de vida; por años, sostuvo la esperanza de descubrir el destino final de Luis Eduardo. Sabina lamenta que el conocimiento de la verdad haya tardado tanto en llegar a su madre, cuyo duelo se ha extendido durante décadas.
La falta de apoyo de los primeros gobiernos y militares ha sido una constante fuente de frustración para la familia, que sintió cómo las instituciones evitaron enfrentar el pasado.
El hallazgo de los primeros restos en 2005 ofreció un atisbo de esperanza. Para Sabina, la búsqueda de justicia sigue siendo vital. Desea que el descubrimiento de los restos de su padre no sea un caso aislado, sino un paso hacia un reconocimiento más amplio para las familias que aún buscan a sus seres queridos. Espera que más familias puedan experimentar este cierre y finalmente resolver las incertidumbres del pasado.
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