La estrategia necrofílica: “Sálvese quien quiera”
Ayer Uruguay se convirtió en el primer cementerio virósico del mundo al registrar en la última semana seis veces más muertos que la devastada República de la India, el doble de mortandad por Covid que Argentina, más del 70% de fallecidos que Brasil y un 20% más que Hungría que hace un par de semanas estaba en el primer lugar en el ranking de mortandad.
Todas estas son cifras oficiales de ayer según la prestigiosa “Our World in data” por cada millón de personas.
En efecto Uruguay registró ayer 17,71 muertos por millón de habitantes, superando incluso a Hungría con 14,80, a Brasil con 10,90, a Argentina con 9,22 y a India con 2,62.
Ya éramos los campeones mundiales de infectados (primero Uruguay con 692 casos confirmados por millón de habitantes, cuando Argentina registra solo 450 enfermos de Covid y la India 279 y Brasil 274 y Hungría 171 infectados) pero ayer pasamos del tercer lugar en el podio macabro a ocupar el primer lugar en el ranking del lamentable privilegio de fallecidos.
Mientras tanto el gobierno no modifica un ápice su política de libre circulación, trocando el grito desesperado del sálvase quien pueda, por el no menos traumático de sálvese quien quiera.
Su estrategia es clara, es la misma que utilizó la ultraderecha española, conducida por la negacionista y antipasionaria Isabel Díaz Ayuso, para arrasar en los comicios de Madrid: libre circulación y vacunación masiva al costo de millares de muertos que podían haberse salvado.
Está claro que la mayoría de la gente no quiere restricciones. Una política de estado responsable que privilegie la vida humana por sobre la movilidad pagará un costo en sufragios y adhesiones. No fueron pocos los gobernantes que antepusieron su vocación de estadista a su mezquino interés comicial. Y pagaron un alto precio por su generosa osadía.
Lacalle Pou no se encuentra entre ellos. Sabe que tiene la fórmula ganadora en sus manos. Apuesta a que en julio o agosto podrá exigir la cadena de televisión para informar al pueblo uruguayo que la pandemia está controlada, sin haber limitado la circulación y sin haber parado la economía, a diferencia de aquellos mandatarios que no dudaron en interpretar de otra forma responsable el concepto de libertad con obligaciones. Dirá también que el precio fue doloroso, quizás 7.000 muertos, un poco más que los muertos de gripe en los años anteriores a la emergencia sanitaria.
He escuchado muchas veces en las redes sociales el argumento de que los muertos por gripe y otras enfermedades cercanas superaban los decesos por esta pandemia. El argumento comparativo de muertos por Covid o por gripe es mentiroso. Es cierto que los fallecidos por gripe han descendido por la pandemia, pero ésta ya lleva 3.000 muertos y estamos registrando un promedio de casi 2.000 muertos por mes y en 2019, sin pandemia, los decesos por gripe fueron 1.190, en 2018 alcanzaron los 1.089, en 2017 fallecieron 1.083 y en 2016 en medio de una mortal ola de Gripe H1N1, la cifra se elevó a 1.336.
Este argumento falaz e inexacto no tiene en cuenta que los 7.000 muertos por Covid que pronostico para julio o agosto, tendrán una causa distinta a los decesos por gripe. Los de Covid podían haberse evitado con medidas de Estado, los que fallecieron por gripe, aun habiendo sido vacunados contra la influenza, no tenían salvación.
Es cierto que 7.000 familias afectadas por un dolor evitable no moverán la aguja de las encuestas sobre la imagen de nuestro presidente. El espejito-espejito no modificará su rostro.
Pero no quisiera estar con esos millares de muertos evitables, en la conciencia de nuestro Presidente.
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