El urgente y necesario cambio en Catalunya (y en el resto de España)
Está teniendo lugar en España una de las mayores crisis sociales que este país haya sufrido durante este siglo y el anterior, la cual está causando un enorme dolor y sufrimiento en el bienestar de la población y, muy en especial, de sus clases populares. A la crisis social y económica que surgió con toda intensidad a principios de este siglo, con la Gran Recesión, se le añadió el año pasado la enorme crisis sanitaria y social derivada de la pandemia. Ello ha ocurrido a lo largo de todo el territorio español, pero ha adquirido incluso mayores dimensiones en Catalunya, como lo reflejan importantes indicadores sociales como la pobreza infantil y juvenil (población menor de 16 años), que ya era mayor en Catalunya (33%) que en el promedio de España (30%) y en la UE-15 (20,6%) antes de que comenzara la pandemia. ¿Por qué es así?
Características de la crisis social en Catalunya
Para comprender las causas de la gravedad de esta crisis hay que conocer las características que la definen. Una muy importante es el bajo gasto público social (gasto público en sanidad, educación, escuelas de infancia -mal llamadas «guarderías»-, servicios de dependencia y servicios sociales, entre otros), que se sitúa por debajo del promedio de España. Otro indicador de esta subfinanciación es el bajo porcentaje de población adulta que trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar, uno de los más bajos de España y de la Europa Occidental (solo uno de cada doce adultos en Catalunya, por uno de cada cinco en Suecia).
Este bajo gasto público determina otra característica de la situación social en Catalunya, la división de los servicios de atención a la ciudadanía en dos grandes grupos según el tipo de financiación. Uno, que incluye del 20 al 30% de la población, que son las clases con más recursos (burguesía, pequeña burguesía y clase media de renta media-alta), es atendido por los servicios privados, y el otro, la gran mayoría de la ciudadanía -que son las clases populares- es atendido por los servicios públicos. Existe así una polarización por clase social en la financiación y gestión de tales servicios, así como en su uso. Tal polarización contribuye a que Catalunya sea una de las partes de España y de la Europa Occidental con mayores desigualdades sociales.
Ni que decir tiene que el primer grupo social tiene mucha más influencia política y presencia mediática que el segundo. Y puesto que el primero considera (erróneamente) que los servicios privados (en general, más user friendly) les atienden de manera satisfactoria, no han sido plenamente conscientes de la pobreza de recursos en los servicios públicos, sobre los que ha recaído la mayor responsabilidad de responder a la pandemia, insuficiencias que han afectado a estas clases pudientes con toda intensidad. La pandemia ha mostrado las enormes insuficiencias de los servicios privados y la gran necesidad que hay de tener unos buenos servicios públicos, cuya escasez de recursos ha afectado a todos los sectores sociales. Incluso las clases más pudientes se han visto perjudicadas por la pobreza de recursos públicos y, aunque su tasa de mortalidad por coronavirus ha sido menor que la de las clases populares, ha sido mayor que las de sus homólogos en otros países europeos de semejante nivel de riqueza económica y mayores recursos públicos. Así pues, los ricos y la clase media de renta media-alta en Catalunya han muerto por coronavirus con mayor frecuencia que los ricos y clase media de renta media-alta de la mayoría de países de la Europa Occidental.
Esta situación debe cambiar para el beneficio de todos
Hay que insistir en que la pandemia ha mostrado con toda crudeza los enormes déficits de los servicios públicos, que en momentos de crisis sociales son el elemento clave para resolverlas. Tal situación ya se había detectado incluso antes de la crisis. Es de sobras conocido que, en Catalunya, cuando un enfermo ingresado en las clínicas privadas más caras de Barcelona empeora en gravedad, es trasladado a los principales hospitales públicos universitarios -como el Clínic o Bellvitge- donde sí existen los recursos y conocimientos científicos para atenderlos y salvar sus vidas. Las clases de mayor renta no son plenamente conscientes de hasta qué punto los servicios públicos del Estado del Bienestar son un elemento clave para configurar la calidad de vida de todos los estratos sociales -incluido el suyo-. Su dependencia de la atención privada les afecta negativamente y pone en riesgo su bienestar presente y futuro. La crisis financiera durante la Gran Recesión ya mostró la fragilidad del sistema de pensiones privadas, mucho mayor que la del sistema de pensiones públicas. Y así, una constante.
¿Por qué pasa todo esto? La respuesta es clara: Catalunya ha estado gobernada por las derechas liberales y conservadoras durante la mayor parte del período democrático
La causa de esta situación, raramente mencionada en los medios de información públicos controlados por la Generalitat, es que Catalunya ha sido una de las partes de España que ha estado gobernada durante más tiempo desde el inicio de la democracia por una coalición de dos partidos de derechas, liderada por un partido de sensibilidad liberal. Excepto en el período del gobierno tripartito (que duró 7 años), Catalunya ha estado gobernada por un partido fundado por Jordi Pujol, CDC (y sus herederos), de orientación liberal, de derechas, perteneciente hasta hace poco a la familia de partidos políticos liberales europeos (que incluye también, por cierto, a Ciudadanos, y del cual fue excluido debido a la presión de estos, utilizando su conocida corrupción como justificación para que se lo expulsara). Su ideología es de un nacionalismo extremo, clasista y excluyente, muy conservador, con claros tintes racistas y de supremacismo étnico-cultural, que históricamente definía a los catalanes procedentes del sur de España -como murcianos y andaluces- con el término derogatorio de «charnegos», a los que Jordi Pujol atribuyó en los años cincuenta y sesenta tener una menor capacidad intelectual. Y lo sé personalmente, porque yo fui el médico de los supuestos «charnegos» en el barrio más pobre de Barcelona, el Somorrostro, donde vivían amplios sectores de la clase trabajadora que ha contribuido a la construcción de este país. Aunque tal extremismo se fue diluyendo, no desapareció del todo, y su actitud hacia las clases populares de los nacidos fuera de Catalunya permaneció.
Económicamente el pujolismo era (y sus herederos -JxCat, PDeCAT y PNC- lo siguen siendo), como he indicado, un partido neoliberal que, consecuente con su ideología, ha impuesto (y digo impuesto pues no estaba en su programa electoral) políticas públicas de austeridad, con amplios recortes del gasto público, con apoyo o abstención a las reformas laborales del PSOE y del PP, así como reformas fiscales altamente regresivas, políticas todas ellas aprobadas por las derechas españolas en las Cortes españolas. Entre los economistas próximos a este espacio político más conocidos y promovidos en los medios públicos de la Generalitat, como Catalunya Ràdio y TV3, los hay de ultraliberales -semejantes en su extremismo a los economistas de Vox- que aconsejan la privatización, por ejemplo, de las pensiones, como hizo el general Pinochet en Chile.
La mayor parte del período durante el que este partido (y sus herederos) ha gobernado lo ha hecho en alianza con un partido cristianodemócrata, UCD, muy próximo a la Iglesia y a las fuerzas conservadoras catalanas del país (muy enraizadas en la Catalunya rural), y cuando este desapareció, CDC (y sus hederos) han gobernado con la ayuda de ERC, que formó parte del tripartito de izquierdas mientras fue dirigido por su sector más progresista, hasta que este fue sustituido por el sector más independentista, que se alió con el pujolismo, pasando a ser parte del gobierno en un papel secundario, contando también con el apoyo de la CUP, un partido de izquierdas que siempre ha antepuesto su ideario independentista en su estrategia de coaliciones. Sin la CUP, la derecha catalana no podría haber gobernado tanto tiempo, haciéndolo con mayoría parlamentaria debido a una ley electoral con claro sesgo conservador. En realidad, la ley electoral catalana es la española, una ley que, por cierto, cuando el pujolismo tuvo la oportunidad no cambió, pues le era favorable. La coalición dominante de las derechas tenía su principal base electoral en las zonas rurales y en sectores predominantemente de la clase media y media-alta y con sensibilidad nacionalista excluyente. En cambio, en las grandes ciudades, en las elecciones municipales, con un sistema electoral proporcional, ganaban las izquierdas, predominantemente el PSC, que gobernaba los principales centros urbanos de Catalunya.
El pujolismo y sus sucesores (JxCat y el PDeCAT, entre otros) han sido y continúan siendo la fuerza política dominante que, a través de un absoluto control de los medios públicos de información, y mediante políticas clientelares (semejantes a las caciquiles en Galicia, también gobernada por las derechas durante la mayor parte del período democrático), tiene una mayor influencia y control de los elementos vivos de la sociedad civil y de la gran mayoría de los medios en catalán.
El surgimiento del independentismo como causa de su supervivencia
La causa de su supervivencia en el tiempo, a pesar de la aplicación de las políticas neoliberales, es su nacionalismo, presentándose como una fuerza defensora de la patria (con una visión muy conservadora de esta) y de la cultura catalanas, convirtiéndose en independentista a partir de la negación de los elementos clave del Estatut de Catalunya (inicialmente propuesto por Pasqual Maragall) por parte del Tribunal Constitucional. Es a partir de ese momento que el independentismo surge con mayor intensidad. En realidad, el comportamiento represivo del Estado español es la mayor causa del auge del independentismo. De ahí que las tensiones políticas, surgidas durante el «procés», favorezcan al grupo gobernante, ocultando con ello la aplicación de las políticas neoliberales que han dañado tanto a la población catalana. Así pues, el «procés» ha causado un enorme daño a Catalunya, incluida la aplicación del artículo 155 que su comportamiento determinó (es difícil de creer que los dirigentes de los partidos independentistas no fueran conscientes de las consecuencias que acarrearía su proceso). Y también crearon una gran polarización dentro de Catalunya entre el bloque independentista y el no independentista.
Por qué apoyo a En Comú Podem
Es fundamental para el bien de Catalunya que el bloque actual independentista pierda la mayoría, pues el mayor conflicto en Catalunya es el existente dentro de Catalunya, división creada por el «procés» independentista liderado por un gobierno dominado por las derechas. En cuanto a las izquierdas, el único espacio de izquierda con credibilidad es En Comú Podem, una coalición de dos espacios políticos, ambos nacidos del 15-M. Estos dos espacios responden a bases electorales algo distintas y representan unas nuevas izquierdas, rojas, moradas y verdes, que aglutinan un espacio heredero de las fuerzas de izquierda que lideraron la resistencia antifranquista, que combinaron la lucha por las clases populares, claramente enraizada en el movimiento obrero catalán, con la defensa de la identidad catalana, luchando por una república poliédrica (en lugar de radial, centrada en la capital del reino) y plurinacional. En realidad, así lo tuvo que reconocer incluso Pujol. Las derechas, con la excepción de Pujol, fueron, en realidad, inexistentes durante la resistencia y muchas, incluyendo la Iglesia Católica (y con ella el monasterio de Montserrat) apoyaron a la dictadura, de la que tardaron en distanciarse.
ERC tuvo en principio una vocación de izquierdas que explica que formara parte del tripartito, pero al anteponer el independentismo a todo lo demás, se convirtió en el apoyo necesario de la perpetuación en el poder de la derecha catalana, lo cual ha ocurrido también, como subrayé antes, con la CUP. El PSC fue un instrumento de la clase trabajadora y las clases populares, pero su adaptación al neoliberalismo (presionado por el PSOE) tuvo un coste elevado. El cambio de la Constitución para establecer como prioridad del Estado saldar la deuda con los bancos fue un indicador más de su abandono de la socialdemocracia, iniciándose entonces su declive. Su resurgir está causado por el cambio de su línea política, liderado por el que fue el candidato contra el aparato del partido, Pedro Sánchez, que cosechó el apoyo de las izquierdas dentro del PSOE. Ello permitió la alianza con Unidas Podemos. Sin embargo, las políticas económicas socialistas están lideradas por equipos económicos que no distan mucho de los anteriores y que frenan el cambio necesario. De ahí que el país (tanto Catalunya como España) necesite un movimiento político-social (Unidas Podemos y En Comú Podem) que hoy actúa como el motor social en España, que está revirtiendo las políticas neoliberales, y que ya ha mostrado, como lo ha hecho En Comú Podem en el ayuntamiento de Barcelona y en otros, su credibilidad en beneficio de las clases populares.
Última nota: la falsedad del argumento de las derechas independentistas catalanas
El argumentario de todos los partidos independentistas conservadores y liberales se centra en que la crisis social en Catalunya es resultado de que no sea independiente. Para resolverla hay que conseguir la independencia, pues, entre otras cosas, al ser más rica que el resto de España dispondría de más recursos si se separara de ella, y su producto interior bruto (PIB) per cápita sería superior.
El gran error de este argumento es que la calidad de vida de las clases populares no depende, primordialmente, del PIB per cápita. EEUU es el país más rico del mundo y, sin embargo, la calidad de vida de sus clases populares es muy limitada. La falta de derechos laborales y sociales universales explica que sus indicadores sociales, como la mortalidad, los suicidios, las enfermedades de la desesperación o la mortalidad infantil sean de los más elevados entre los países desarrollados.
No es la riqueza, sino su distribución, lo que determina el bienestar de las clases populares. Y esto último depende mucho de quién haya gobernado durante más tiempo en el país. EEUU nunca ha sido gobernado por un partido de izquierdas. Los dos partidos gobernantes han sido un partido conservador (el Partido Republicano) y uno liberal (el Partido Demócrata).
Y en Catalunya se da una situación semejante. El que sea uno de los países con mayores desigualdades es un indicador de ello. En realidad, dicha desigualdad es de las más grandes de la UE-15. Las rentas del trabajo representan solo el 45% de todas las rentas del país, mientras que las rentas del capital son las más altas, el 44%. En España, la distribución es 47% vs 42%, y en la UE-15 de 48% vs 40%. Y ello ha sido consecuencia del dominio que las derechas conservadoras y liberales han tenido en la aplicación de las políticas de la Generalitat y del gobierno español (aprobadas estas últimas, muy a menudo, con el apoyo de las primeras).
En cuanto a las derechas del PP y C’s, altamente influenciadas por Vox, tendrán un escaso apoyo en Catalunya, excepto la última, Vox, que es la versión más ultraliberal, lo cual esconde con un discurso claramente trumpista, antiinmigración y muy hostil hacia las fuerzas progresistas, profundamente autoritario y antidemocrático que puede capitalizar un enfado generalizado en sectores de la clase trabajadora que sean sensibles al argumento de «que se vayan todos». Es probable que ocupe un gran espacio de las otras derechas.
El resultado de las elecciones afectará en gran medida al resto de España. El futuro depende de quién gobierne en España y quién podrá gobernar en Catalunya. La evidencia muestra que se requiere una coalición de izquierdas con la participación y liderazgo de En Comú Podem.
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