La guerra de Irak: la globalización por otros medios
La guerra emprendida por Estados Unidos significó primero el bombardeo de hospitales, puentes e instalaciones de agua corriente de Irak. Ahora, las corporaciones estadounidenses están cosechando los beneficios por la «reconstrucción» del país. La sangre fue derramada no sólo por el petróleo sino también por el control sobre el agua y otros servicios vitales. En un período de declinante crecimiento económico y de disminución de la velocidad del monstruo depredador de la globalización, la guerra se ha convertido en una excusa conveniente para ampliar el dominio de las grandes corporaciones. Si no alcanza con la Organización Mundial del Comercio (OMC), entonces se recurre a la guerra.
Esta parece ser la subyacente filosofía de los neoconservadores que están gobernando en Estados Unidos y que tratan de gobernar al mundo.
El gobierno de George W. Bush dio a Bechtel el primer gran contrato de la posguerra de Irak, que coloca a la empresa en el «asiento del conductor» para la llamada reconstrucción del país, que puede llegar a costar 100.000 millones de dólares o más.
En lo esencial a Bechtel se le ha dado una licencia para ganar dinero, otorgada en un proceso a puertas cerradas y reservado a un puñado de compañías estadounidenses bien conectadas políticamente.
La dictadura de Saddam está siendo reemplazada por una dictadura de las corporaciones estadounidenses y resulta pequeña la distinción entre quienes se sientan en los directorios de las grandes empresas y los que se sientan en la Casa Blanca, el Pentágono u otros organismos del gobierno.
Bechtel es una de las mayores compañías de construcción del mundo. Es actualmente responsable de más de 19.000 proyectos en 140 países, con operaciones en todos los continentes salvo la Antártida.
El modo en el que Bechtel obtuvo el contrato es un ejemplo de cómo se ha establecido el dominio de las corporaciones. Las normas para el procedimiento de licitación fueron ignoradas y la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (Usaid) preseleccionó «a dedo» unas pocas compañías para participar en la licitación del contrato. De esas compañías, sólo dos ofertaron en la licitación, de la que Bechtel salió victoriosa.
Incluso en Estados Unidos se está ya cuestionando el procedimiento que la Usaid y el Departamento de Defensa utilizaron para adjudicar contratos de obras en Irak. La Oficina General de Contabilidad de Estados Unidos ha puesto en marcha una investigación y un grupo de senadores ha pedido que los organismos involucrados revelen más detalles de las operaciones. Como muestran ejemplos de todo el mundo, esta colusión sigilosa entre grandes corporaciones y burócratas gubernamentales no es un fenómeno aislado.
Estados Unidos también parece estar atrapado por una confusión fundamental entre «reconstrucción» y «destrucción». Lo que sucedió en Irak fue una destrucción. Ahora se le menciona como si fuera una reconstrucción. Fue asesinada gente inocente y testimonios de miles de años de la historia de la civilización fueron destruidos y borrados. Después, Jay Garner, el general retirado que fuera el primer director de la Oficina para la Reconstrucción y la Ayuda Humanitaria, habló de «dar nacimiento a un nuevo sistema en Irak». Pero las bombas no dan «nacimiento» a una sociedad. Ellas aniquilan la vida.
Quizás los gobernantes de Estados Unidos no se dan cuenta de estas violaciones porque su propia sociedad fue construida sobre el genocidio de los americanos nativos. La aniquilación del «otro» parece haber sido tomada como «natural» por quienes controlan el poder en la única superpotencia mundial.
El aprovechamiento de la guerra por parte de corporaciones como Bechtel para obtener grandes ganancias confirma que la guerra es la globalización por otros medios. Para los pueblos a lo largo y ancho del mundo el desafío es de hacer converger las energías del movimiento antiglobalización, del movimiento pacifista y de los movimientos por una democracia verdadera.
Debemos reivindicar el verdadero significado de la palabra libertad, rescatándolo de las degradaciones a que ha sido sometida por el lenguaje engañoso del «libre comercio» y de la «Operación Libertad en Irak». La libertad buscada a través de tratados de libre comercio y de la guerra de Irak es la libertad de las corporaciones para lucrar, una licencia para saquear. Y el saqueo empresarial y la libertad empresarial están destruyendo a la democracia y a la libertad de los pueblos.
El contrato de Bechtel y la guerra de Irak que creó la oportunidad para lucrar con la «reconstrucción», subrayan la falta de democracia, de transparencia y de responsabilidad en el modo en que se toman las decisiones económicas y políticas en el gobierno de Estados Unidos. Un régimen en el cual el gobierno se convierte en el instrumento de intereses empresariales ya no es más una democracia. Para que florezca la democracia se necesita urgentemente un «cambio de régimen» en Estados Unidos, en Irak y en todos los países donde la dictadura de las corporaciones se haya atrincherado.
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