¿La austeridad nos está suicidando?
Sócrates, Platón, Plotino y muchos otros filósofos han analizado el tema del suicidio a lo largo de los siglos. La mayoría lo condena, como el judaísmo y el cristianismo. Para San Agustín “el que se mata a sí mismo es un homicida”. Los epicúreos opinaron que la falta de sufrimiento es el bien supremo y justificaron el acto cuando la existencia, en vez de alegrar, se convierte en una causa de aflicción. Los estoicos pensaban que era un tema grave a tratar con circunspección y, en efecto, es muy difícil desentrañar las razones por las que alguien se quita la vida. Nunca es una sola. Huelga decir que las circunstancias exteriores juegan un papel mayor o menor, a veces decisivo.
El 1° de octubre se conmemora el día europeo contra la depresión. Entre los habitantes del Viejo Continente, “inmersos en esta situación de crisis económica y la prevalencia del estrés laboral, los problemas de la depresión y los suicidios están experimentando un notable aumento”, señaló la Asociación Europea sobre la Depresión. A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) “ha alertado que el suicidio… constituye una de las tres causas principales de muerte entre las personas de 15 a 44 de edad” (www.infocop.es, 11012). El suicidio de personas desalojadas de sus casas porque no pueden pagar la hipoteca es un hecho notorio en España.
El fenómeno no se limita a Europa. Los centros de control y prevención de enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés), organismos oficiales, informaron recientemente que las muertes por suicido han superado en número a las causadas por accidentes de tránsito. “Las tasas de suicidio entre los estadounidenses se han elevado desde 1999” (www.cdc.gov/2513). Los CDC llevaron a cabo una investigación entre adultos de 35 a 64 de edad y comprobaron que esas tasas habían aumentado un 28 por ciento, especialmente entre blancos no hispanos y sobre todo en 39 de los 50 estados del país. El mayor incremento se observó en las personas de 50 a 54 (48 por ciento) y de 55 a 59 (49 por ciento), edades en las que quienes perdieron el trabajo por la crisis económica prácticamente no encontrarán otro.
No se trata sólo de los adultos. David Stuckler, investigador de máximo rango en Oxford, y el epidemiólogo Sanjai Basu, de la Universidad de Standford, hallaron que 750.000 jóvenes (en su mayoría sin trabajo) se habían volcado al alcohol y que más de cinco millones de estadounidenses perdieron el acceso a la salud pública en el período más duro de la recesión porque pasaron a integrar las filas de los desocupados. La tasa de suicidios se elevó abruptamente en el lapso 2007/2010, subrayaron en un estudio publicado en mayo (www.nytimes, 13-5-13). Un caso particular es el estado de Virginia, donde se han registrado las tasas de suicidios más altas de los últimos 13 años: es tres veces más probable que los virginianos mueran por suicidio que por homicidio (//capitalnews.reu.edu, 8-5-13).
Stuckler y Basu cierran su informe con la siguiente conclusión: “Lo que aprendimos es que el peligro real para la salud pública no es la recesión per se, sino la austeridad”, es decir las medidas impuestas por la llamada Troika –el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo– para enfrentar la crisis. Se presencian reuniones de los jefes de Estado europeos con representantes de la Troika en las que estos últimos dictan las políticas económicas que deben seguir los países de la Unión Europea. Nunca ha sido tan descarada la inversión de los términos “la política dirige a la economía”, reemplazados hoy por “la economía dirige a la política”.
La correlación suicidios/austeridad es clara en el Viejo Continente, EE.UU. y no sólo. Investigadores australianos determinaron que la tasa de suicidios aumenta en su país bajo los gobiernos conservadores (news.bbc.co.uk, 18-9-12). Cuando las políticas de austeridad comenzaron a devastar a Grecia, dicha tasa creció un 18 por ciento: solamente en Atenas se elevó un 25 por ciento. Antes de ese flagelo, Grecia tenía la tasa de suicidios más baja de la Unión Europea (www.euronews.com, 5-4-12).
Islandia es el ejemplo contrario. En el 2008 padeció la crisis bancaria más grave de su historia: tres de los bancos más importantes se declararon en bancarrota, el desempleo subió a las nubes y se devaluó la moneda nacional. Pese a ello, Reijawick no recortó el presupuesto de sus programas sociales ni se plegó a la austeridad y mediante acuerdos diversos salió de la crisis. No se registró un aumento significativo de la tasa de suicidios durante el colapso financiero (www.altenet.org, 3-8-13).
Como dijera el Nobel de Economía Paul Krugman: “La crisis que estamos atravesando es fundamentalmente gratuita: no hace falta sufrir tanto ni destruir la vida de tanta gente”. Página/12
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