Otro sistema es posible: democracia real ya
El artículo que escribí la semana pasada, en el que hablaba de la democracia como un mito, fue muy comentado en las redes y varias personas quisieron saber qué sistema proponía yo para sustituir el actual tipo de organización económica y política de las democracias. Así que aquí me hallo, tratando de responder y haciéndome preguntas. Por ejemplo, por qué hubo gente que se indignó con mi crítica. Como estamos acostumbrados a pensar en términos binarios, la gente se piensa que si no eres demócrata, eres comunista o fascista. También me preguntaban si alguna vez ha existido una sociedad sin jerarquías, sin diferencias de clase socioeconómica, sin violencia. Y si han existido, y existen.
En todo el planeta existen multitud de sociedades diferentes, algunas apenas conocidas. Hay comunidades extremadamente guerreras, autoritarias y jerárquicas. En otras, sin embargo, se organizan asambleariamente, debaten y toman las decisiones en conjunto, y comparten los recursos con toda la comunidad. Me viene a la cabeza la sociedad anarquista que existió en Cataluña durante la Guerra Civil española (1936-39), en la que medio millón de personas estaban afiliadas a cooperativas de trabajo en las que se compartían los recursos y los excedentes. En esa sociedad extraordinaria, la gente aprendía en masa a leer y se reunía en las calles para hablar de sus problemas y para unir energías en el trabajo por crear una sociedad desde los cimientos. Los imagino sintiéndose protagonistas de un sueño, hacedores de la Historia, aventureros y aventureras dispuestas a probar nuevos modos de convivir, de trabajar, de organizarse, ilusionados porque todos podían informarse, discutir, proponer o eliminar.
Otro sistema que funciona lo tenemos en la actualidad, en un pequeño pueblo de Sevilla (España) en el que no hay paro ni familias desahuciadas por los bancos. Marinaleda es un pueblo que tiene días comunales de trabajo y asambleas en las que la gente discute los temas de la polis. Su alcalde, comunista, lleva 20 años en el cargo y tiene una gran capacidad para ilusionar a su gente, para hacerlos sentir protagonistas de una historia de éxito. Imagínense con la que está cayendo en España, que exista un pueblo donde todo el mundo tiene un techo bajo el que cobijarse, construido por el o ella misma junto con los vecinos. Un pueblo que organiza sus propias fiestas, autogestiona el dinero que recibe del Estado, y posee su consultorio médico, su escuela, su centro social, su centro cultural. Un pueblo en el que los vecinos están volcados en lo común, y creen en ello, y además funciona. Porque dan trabajo a pueblos vecinos, torturados por una crisis económica provocada por otros.
Entonces lo que yo deseo no es tanto una utopía como una realidad: creo que es posible una “verdadera” democracia en la que los pueblos se autogobiernen a sí mismos y la ciudadanía esté informada, entusiasmada, con ganas de aportar a la construcción de su sociedad.
Lo único que hacemos hoy en día es pagar impuestos para que otros gestionen los recursos de todos, y votar a esos otros cada cuatro años. Nadie nos pregunta nuestra opinión, los políticos hacen y deshacen, y se reúnen con banqueros y empresarios, pero no escuchan a las asociaciones de vecinos, a los colectivos sociales, a los movimientos políticos o sociales. Por eso lo ideal , digo yo, es transformar el sistema democrático para que haya una verdadera democracia basada en el asamblearismo.
En el sistema asambleario se discute, se habla, se propone, se aprueban las leyes y se ejecutan proyectos, pero no se delega en unas pocas personas un trabajo que es de todas y de todos. Pueden tener representantes, pero no presidentes o gobernantes. Son pueblos en los que se autogestiona la economía colectiva y por tanto todos deciden qué es lo prioritario, qué hay que cambiar, o cómo y en qué emplear el dinero común. Hay sociedades que incluso prescinden del dinero y adoptan otras formas de intercambio, como el trueque. Hay incluso cibersociedades que participan en la política local del grupo a través de internet, en foros y votaciones. De momento son simulacros, pero en el futuro podríamos crear plataformas de información y de toma de decisiones desde Internet, tratando de autogestionarnos al margen del aparato político y el gremio empresarial, los dos poderes cuyas decisiones nos empobrecen y nos marginan cada vez más.
Un ejemplo de este tipo de organización es el mundo de las y los Indignados, que funciona asambleariamente, por Internet y en las plazas de las ciudades y los pueblos. Esta forma de organización horizontal es posible cuando la gente sale de su casa y del centro comercial para empezar a interesarse por los asuntos de la “polis”, sus asuntos. Cuando la gente despierta del sueño consumista y en las escuelas se enseña a pensar, cuando la gente le pierde el miedo a los “otros” y se siente parte de un “nosotros” muy amplio, sin discriminaciones por el origen de las personas, la edad, el género, la orientación sexual. Cuando la gente se organiza para construir, cuando la gente se ilusiona con un proyecto social o cultural, entonces se puede.
Se puede. Solo que tenemos que despertarnos e implicarnos, leer y tomar las calles, debatir y proponer. Las poblaciones que han gozado de una amplia clase media han estado dormidas y hace falta que la gente se despierte y se implique en la tarea de juntar fuerzas para mejorar nuestras vidas y las vidas de la gente en el futuro. Haría falta mucho 15-M y mucha indignación para lograr crear un sistema sin desigualdades ni jerarquías, sin grupos de poder, sin corruptos.
Entiendo que es un proceso muy largo porque para que exista una sociedad igualitaria en la que unos pocos no exploten a la mayoría, es necesario que cambie el deseo de acumulación individualista y la gente entienda que lo justo es que nos vaya bien a todos y todas, no solo a unos pocos. Quizás haga falta mucho trabajo de fondo, muchos más siglos de teologías indecentes, feminismos, lucha ecologista, pacifismos, movimientos libertarios, poesías subversivas.
O quizás un día surja de manera espontánea, cuando los recortes en derechos y libertades sean tan brutales que no podamos aguantar más, cuando la pobreza se expanda y las clases medias dejen de serlo, cuando nos cobren hasta por respirar, cuando la opresión sea tan brutal que no podamos ni reunirnos en la calle, ni convocar a la gente por Internet.
Mientras tanto, podemos empezar a pensar y escribir sobre lo que nos gustaría hacer cuando podamos hacerlo, y cómo podríamos llegar a hacerlo. Y hay que darse prisa porque el poder económico neoliberal ya no disimula su codicia. “Los mercados”, piden sacrificios y ajustes inmediatos a cambio de rescates ficticios.
No se trata de despertar cuando ya lo hayamos perdido todo, hay que reaccionar ya, y despertar a todo el vecindario para ponerse manos a la obra. Como grita el movimiento indignado en las plazas: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”.
Vamos arriba. Está amaneciendo ya.
> Entrevista al alcalde Sánchez Gordillo
Compartí tu opinión con toda la comunidad