La otra cara de la prostitución
Cada vez que hablamos u oímos hablar de prostitución, se nos viene a la cabeza esa chica de escasa ropa que vende su cuerpo a hombres necesitados (ya sea ocasionalmente o por costumbre) Pero lo que no pensamos, de primeras, es en la otra cara que el oficio más antiguo presenta.
Olvidemos por un momento las siguientes cuestiones:
– como que algunas de estas mujeres pueden ejercer esta práctica por obligación o extorsionadas por mafias y proxenetas,
– olvidemos también el hecho de que las enfermedades venéreas suelen ser un halo que rodea la profesión, si se ejerce en malos ambientes o condiciones insalubres,
– por un momento no pensemos en las esposas de los adúlteros o en los maridos de las infieles,
– en la legalidad de este oficio dentro de ciertos estados, regiones o países,
– obviemos también los malos tratos y las vejaciones hacia las profesionales que se pueden dar en este trabajo,
– incluso, desechemos la imagen del vicio sexual o las grandes cantidades de dinero que se mueven en ciertos casos.
Una vez dejado atrás este tipo de pensamientos, de querer ver la profesión como algo malo o bueno, liberemos nuestra mente para recapacitar un poco sobre lo que significa estar solo/a y necesitado/a. Y a lo que me refiero es a esas personas, clientes de prostíbulo o curva de carretera y esquina, que buscan unas horas de “descarga”, en muchos casos más relacionada en el ámbito emocional que en el carnal, y que practican el sexo de la manera más “legal” que el mercado ofrece.
Y es que, tener un lugar donde se puedan evadir de la realidad de estar solos/as y necesitados/as, siempre reducirá la tasa de violaciones existente.
Las prostitutas dan un servicio que, si no existiesen, algunos de esos individuos buscarían desfogar sus más bajos instintos con personas que, quizás, no quieran practicar el sexo, y por lo tanto los delitos de violencia sexual aumentarían.
Desde aquí quiero hacer comprender que la prostitución (preferiblemente legal) da un servicio a la comunidad, para que las personas puedan obtener lo que en ese momento necesitan sin tener que invadir o quebrantar la libertad de los más débiles.
Si el colectivo meretricio estuviese mejor visto y más protegido por las instituciones pertinentes, o lo que es lo mismo más legalizado, se ganaría en: sanidad, seguridad y menguarían las mafias y las enfermedades, gracias a un control gubernamental bien propuesto y estudiado. La moralidad y mentalidad del mundo debería cambiar por ese simple hecho.
Al igual que un supermercado vende sus víveres al hambriento o una farmacia sus medicamentos al enfermo, la prostitución ofrece un servicio necesario, tanto en los tiempos en los que vivimos como en los que se recuerda en la historia de la humanidad.
Esta, pese a quién pese, es la otra cara de la prostitución.
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