Exitoso caso en Argentina da esperanzas a trasplantadas con baja fertilidad
Un exitoso embarazo en Argentina concebido in vitro en una mujer que había recibido un transplante cardiaco, y cuya capacidad de procrear estaba seriamente afectada por los medicamentos que debe tomar de por vida por esa intervención, abre nuevas esperanzas a mujeres transplantadas con baja fertilidad.
«No se registran antecedentes en el mundo de una paciente trasplantada que haya logrado embarazo por fertilización in vitro», según afirmó a la AFP Gustavo Leguizamón, jefe de la Unidad de Embarazo de Alto Riesgo del privado Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC) en Buenos Aires, donde se realizó el tratamiento.
Juliana Finondo, de 39 años, recibió un trasplante de corazón hace 13 años y tras dos años de intentos frustrados de embarazarse por vía natural con apenas 25% de chances de lograrlo, logró tener el 15 de enero a su hija Emilia, concebida in vitro.
«Estas pacientes pueden ver afectada su reserva ovárica y su fertilidad disminuida. Resulta novedoso que una paciente trasplantada cardíaca pueda encarar un tratamiento in vitro», dijo a la AFP Sergio Papier, director médico del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (Cegyr), que no participó en la intervención.
Los inmunosupresores, un cóctel de hasta diez medicamentos que las trasplantadas deben tomar para garantizar la convivencia con su nuevo órgano, actúan impidiendo el desarrollo de nuevas células de rápido crecimiento, entre ellas la que son necesarias para el embarazo.
La paciente debió someterse antes a exhaustivos estudios para asegurarse que su organismo no presentaba síntoma alguno de rechazo a su corazón.
«Hubo también algo de suerte, en el primer intento se produjo el embarazo y tras un tratamiento con estrictos controles cada 15 días durante nueve meses, Emilia nació sin complicaciones el 15 de enero», dijo a la AFP Sergio Perrone, jefe de la Unidad de Trasplante Pulmonar y Cardiopulmonar del privado Sanatorio de la Trinidad Mitre en Buenos Aires, y cardiólogo de Finondo.
Sin embargo, el tratamiento supuso riesgos para la paciente y para el feto.
«Los efectos sobre el feto de los inmunosupresores no están demostrados», reconoció.
Por este motivo, el equipo diseñó un plan especial de medicación que, por un lado, evitara el rechazo del corazón y, por otro, permitiera el embarazo.
«Hubo que sacarle las drogas que interfieren sobre el desarrollo celular, pero un cambio brusco implicaba riesgos para su vida, así que fue necesario ajustarlos meses antes de la concepción y agregarle medicación para estimular la producción de óvulos, algo riesgoso de por sí», dijo.
Ricardo James, el especialista en medicina reproductiva del CEMIC que condujo el proceso de fertilización, también se refirió a las dificultades del proceso.
«La estimulación ovárica puede producir una elevación de los niveles de estradiol plasmático -hasta doce veces-, esto podía traer cambios hemodinámicos, cuyo impacto desconocíamos en una paciente trasplantada», admitió a la AFP.
Superados los desafíos de la concepción, la gestación supuso nuevas complicaciones.
«En las pacientes cardíacas, más aún con trasplante, una de las cosas a controlar es el crecimiento normal del bebé en el útero», explicó Leguizamón, a cargo durante la gestación.
En el embarazo, el volumen de la sangre «aumenta un 40% y eso es mucha sobrecarga para el corazón. Esta situación hace que no llegue suficiente sangre al útero y el bebé se adapta creciendo menos, por lo tanto la amenaza es la prematurez», afirmó.
«Nunca tuve miedo, quizás soy muy optimista, confié», dijo Finondo, una diseñadora gráfica nacida en la provincia de Entre Ríos (este) y radicada en la capital argentina.
La maternidad fue el faro que la decidió a someterse a un trasplante en 1999 «porque los médicos dijeron que no podría afrontar un embarazo si no me trasplantaba», explicó Finondo.
El desafío continúa
El nacimiento de la pequeña Emilia, a término y saludable, es el punto culminante de la labor del equipo médico, pero el desafío continúa.
«Al parir se revirtió todo el equilibrio que habíamos logrado establecer durante nueve meses de gestación para sostener ambas vidas y ahora es necesario empezar otra vez», explicó Perrone.
Ahora será necesario volver a encontrar el punto que permita a la paciente convivir biológicamente con su corazón, etapa que «puede demandar entre tres y seis meses», dijo el especialista.
«El mensaje es alentar a la donación de órganos, porque donar salva una vida pero se multiplica por muchas más. Emilia será madre alguna vez», subrayó Perrone.
El cardiólogo recordó que «los avances en trasplantes fueron radicales en los últimos 30 años» y el caso Finondo echa por tierra los prejuicios sobre una vida llena de limitaciones.
«Hoy en día un trasplantado tiene una calidad de vida excelente, mucho mejor de lo que la gente imagina», explicó el especialista.
En 2012, en Argentina 630 donantes permitieron realizar 1.458 trasplantes, un récord que lleva la tasa de donantes a 15,7 por millón de habitantes, aunque existen 7.290 pacientes en lista de espera, según estadísticas del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI).
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