El síndrome de Cotard: la gente que cree que está muerta
Todos creemos que estamos vivos, porque nuestro más primitivo instinto nos lo dice. Sin embargo, hay quienes piensan que están muertos. El síndrome de Cotard hace creer a aquellos que lo padecen que están muertos, que han perdido toda su sangre o que carecen de todos sus órganos vitales, e incluso se llegan a considerar inmortales, con los peligros que eso conlleva.
La literatura está históricamente plagada de zombies. Desde la clásica novela Guerra Mundial Z de Max Brooks, o las contemporáneas series de TV como The Walking Dead o el largometraje Zombieland, pero en la vida real hay quienes se creen fallecidos, lo que significa -al menos en sus cabezas- que son muertos vivientes.
El nombre de este padecimiento se debe a Jules Cotard, un neurólogo que en 1880 diagnosticó el primer caso, una mujer de 43 años que aseguraba no tener cerebro, nervios, pecho ni entrañas; «tan solo soy piel y huesos» dijo la paciente a Cotard, según las memorias del científico.
Cotard presentó a la mujer en una conferencia médica en Paris en el mismo año bajo el seudónimo de Mademoiselle X. Esta negaba la existencia de Dios y el Diablo, así como la necesidad de alimentarse, pues «los muertos no comen». También creía que estaba condenada eternamente y que no podría morir jamás.
Un padecimiento aún sin cura
Desde la primera paciente diagnosticada, la ciencia ha podido avanzar realmente poco en el tratamiento o cura de esta enfermedad, aunque los científicos han identificado dos niveles distintos: uno afecta más a la imagen corporal (el cuerpo está muerto) y el otro la imagen espiritual (el alma ha abandonado el cuerpo), según el sitio web de la Confederación de Sociedades Científicas de España, CONEC.
Tal como relata Jose Ramón Alonso en su libro «La nariz de Charles Darwin», Las personas con el síndrome de Cotard experimentan algunos cambios cerebrales y mentales llamativos: tienen una atrofia cerebral marcada en el lóbulo frontal medial, se desconectan visualmente, no tienen memoria emocional de los objetos ni del mundo que les rodea. Se piensa que en el síndrome de Cotard intervienen distintos componentes cerebrales. Además de la corteza cerebral, estaría la amígdala, relacionada con las respuestas emocionales, con las secreciones hormonales, con las reacciones del sistema nervioso autónomo asociadas con el miedo o con el llamado “arousal”, un término inglés de difícil traducción y que implicaría alerta, excitación, interés.
Los pacientes con Cotard también pueden llegar a convencerse de que huelen a podrido, pues creen que sus tejidos están en proceso de descomposición. También pueden presentarse alucinaciones visuales que los hacen verse como cadáveres frente al espejo, o alucinaciones táctiles al sentir que tienen gusanos caminándole por la piel.
Podría parecer que este padecimiento está relacionado a la esquizofrenia, pero es más bien una clase de depresión clínica muy profunda que puede tener consecuencias muy fuertes en quien la padece, y a pesar de no tener cura, hay medicamentos y terapias que pueden reducir los síntomas.
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