Nestle: «Enfrentar a empresas de comidas que estimulan modelos insalubres de consumo»
La opinión, expresada por un panel que se propuso descubrir los «Desafíos del siglo XXI para la alimentación y la salud colectiva», se basa en la nueva premisa de que el mundo atraviesa una «crisis sistémica», según el brasileño Renato Maluf, que dirige el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria de Brasil.
Esa crisis es económica, ambiental y energética. Por ello «requiere respuestas interconectadas», desde soluciones económicas para actuar en situaciones como el alza de precios de los alimentos hasta intervenciones de salud y educación para promover una alimentación adecuada, o de los ministerios competentes para reducir el uso de agrotóxicos que contaminan lo que comemos.
«Entendemos la salud como desarrollo», puntualizó Luiz Alberto Facchini, presidente de la Asociación Brasileña de Posgraduación en Salud Colectiva, una de las organizadoras del congreso, junto a la World Public Health Nutrition Association.
Ese concepto comprende temas variados: sistemas alimentarios justos y con diversidad, políticas de nutrición, ambiente y seguridad alimentaria para todos, amenazas a la salud, estrategias de intervención de éxito y fortalecimiento de la nutrición en salud pública, todos discutidos en el Congreso que se lleva a cabo desde este viernes 27 hasta el lunes 30.
«Es inaceptable que 40 por ciento de la población mundial viva debajo de la línea de pobreza», sostuvo Facchini. El combate a la desigualdad social continúa siendo uno de los principales desafíos para garantizar la seguridad alimentaria, agregó.
«Para reducir las muertes por obesidad necesitamos reglamentaciones en publicidad y soluciones urbanas, como la promoción de espacios de esparcimiento para la población», apuntó. Esos nuevos desafíos superan los conocimientos de los nutricionistas.
Hay políticas puntuales en algunos países y mucho más amplias en otros, como los africanos, dijo el ghanés Reggie Annan, de la International Union of Nutritional Sciences.
«El principal desafío nutricional es que no haya políticas nutricionales», señaló Annan, entre otros problemas, como la extrema dependencia de los financiamientos externos para programas alimentarios «que, como todos sabemos, no son duraderos».
Marion Nestle, de la estadounidense Universidad de Nueva York, sostuvo que los dos principales problemas alimentarios son la desnutrición y la obesidad. Cada uno afecta, respectivamente, a 1.000 millones de personas en todo el mundo.
La especialista en políticas públicas estimó que para enfrentar la desnutrición es necesario combatir la desigualdad social con medidas de aumento de la renta familiar.
En relación a los obesos opinó que es necesario «enfrentar a las fuerzas políticas y económicas poderosas de la sociedad», como las empresas de comidas que estimulan modelos insalubres de consumo para lucrarse.
«No basta decir ‘coman menos’ y educar. Hay que enfrentar a las empresas de alimentos», dijo Nestle.
En este aspecto, el congreso propone discutir leyes publicitarias que prohíban el estímulo de malos hábitos alimentarios en la infancia.
Contra la «comida chatarra»
Una de las experiencias presentadas se refiere a una iniciativa de médicos británicos que lanzaron una campaña contra las empresas de «comida chatarra».
La campaña de la Academy of Medical Royal Colleges de Gran Bretaña, que representa a unos 200.000 profesionales del país, pidió que se prohibiera a empresas como McDonald’s y Coca Cola patrocinar acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos y la publicidad de alimentos no saludables con personajes famosos y dibujos animados.
Maluf opinó que en términos de dietas saludables debe volverse a los hábitos alimentarios propios de la diversidad racial y cultural. Eso significa, explicó, reconocer y valorizar a los pueblos originarios, para combatir la «homogeneización» de hábitos impuestos por los actuales modelos de consumo mundial.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 63 por ciento de todas las muertes que ocurren en el mundo son causadas por enfermedades crónicas no transmisibles, y más de 80 por ciento de esas muertes corresponden a países en desarrollo y economías en transición.
Así, dolencias crónicas como diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer y obesidad y sus factores de riesgo han contribuido a la generación y agravamiento de la pobreza.
Al analizar «la cadena de producción de las enfermedades crónicas no transmisibles», aparecen cuatro factores de riesgo que «están íntimamente ligados: presión alta, glucosa sanguínea elevada, sobrepeso u obesidad y colesterol elevado», señala un documento presentado por el Instituto Nacional de Cáncer de Brasil (INCA).
Datos de la OMS indican que 28 por ciento de todas las muertes se atribuyen a esos factores.
«Empresas que tienen como finalidad la venta de productos, sea cual sea su naturaleza, tienen la misión de maximizar sus lucros, reduciendo costos de producción y ampliando la demanda», consideró Fábio Gomes, de la sección del INCA que estudia la prevención del cáncer a partir de una alimentación saludable.
«Cuando hablamos de alimentación queremos alimentos y agua saludable, sin veneno», subrayó Rafael Fernández, de la brasileña Fundación Fiocruz.
Maluf consideró que para enfrentar estos asuntos y los determinantes sociales, económicos, políticos y ambientales de la nutrición, es necesario crear una organización mundial de gobernanza en seguridad alimentaria.
«La peor herencia del neoliberalismo ha sido la falta de desarrollo de políticas públicas y sus instrumentos», concluyó. IPS
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