«Mi padre entró caminando para una tomografía y salió 15 días después en una bolsita de nylon»
«Se supone que cuando entrás en una sociedad médica estás en contacto con gente que va a intentar cuidarte la vida. Lo que menos te da para pensar en ese momento es si hay algo sospechoso», dice José Ignacio Segovia, nieto de Soledad Lantes, una de las 10 pacientes que el enfermero Juan Ariel Acevedo confesó haber asesinado en la mutualista Asociación Española.
Lantes, de 85 años, fue internada tas sufrir un infarto cerebral, pero se estaba recuperando cuando sorpresivamente falleció en febrero de 2010, presumiblemente por una «insuficiencia encefálica».
Segovia fue uno de los aproximadamente 100 familiares que el sábado se reunieron convocados por el Movimiento Salud Para Todos, asociación de usuarios del sistema sanitario que en los últimos días recibió más de 500 consultas y que ha reunido más de 200 casos de fallecimentos por causas dudosas para presentar ante la justicia, dijo a la AFP Ruben Bouvier, presidente de la asociación.
Bouvier asegura que «la desidia y la falta de controles» son las que están detrás de las muertes por las que la justicia procesó a Acevedo y a Marcelo Pereira, quien confesó cinco asesinatos en el público Hospital Maciel.
«Este asesino del Maciel estaba en un sector donde estaba horas solo», ejemplificó, recordando que Pereira había sido denunciado un año antes, en dos oportunidades, por funcionarios de la unidad cardiológica donde trabajaba por sospechas sobre su desempeño.
Según Bouvier, las denuncias que han recolectado afectan no solo a los centros donde trabajaban los enfermeros procesados el domingo pasado sino a «otros centros de salud y de todo el país».
«Una vez que entran al CTI (Centro de Tratamiento Intensivo) son rehenes de la institución, de la enfermería«, afirma Elena, que no quiere dar su verdadero nombre y a quien se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda el fallecimiento de su padre, de 85 años, en 2009.
«Entró por su propio pie para hacerse a una tomografía el 19 de mayo de 2009 y salió el 5 de junio en una bolsita de nylon. ¿Qué pasó? No sé. Lo atendieron estos enfermeros que están presos. Me acuerdo porque tuve una trifulca con el más viejo, con la porquería esa, porque lo maltrató a mi papá», dice.
Aunque su caso no está en la lista de fallecidos reconocidos por los enfermeros procesados, Elena afirma que a su padre «lo mataron». «Lo pueden haber matado ellos, no sé si hubo un nexo con el médico, si jorobaba tanto que lo liquidaron«, murmura.
También a Raquel -que tampoco quiso divulgar su nombre- se le quiebra la voz cuando recuerda la muerte de su padre, de 81 años, hace ocho meses.
«Ingresó por una infección respiratoria, me dijeron que lo iban a internar para hacerle un tratamiento y a las tres horas me llaman que el médico que tomó la guardia decidió que era un enfermo terminal y que le iban a poner el suero para morirse», relata.
«Nunca informó, nunca pidió autorización. Él no estaba sufriendo», se indigna.
«A esta altura no pongo más las manos en el fuego por el sistema de salud de este país. Y voy a pensarlo dos veces antes de llevar a mis hijos a tratarse o a mí misma. Porque al final no sabés si salís cuando entrás», señala está médica de profesión que actualmente no ejerce y que denuncia «irregularidades administrativas» y «un corporativismo enorme» que hace que las quejas de los usuarios no obtengan resultados.
Los enfermeros admitieron ante la justicia que no podían precisar cuántas veces mataron y la Policía sospecha que los casos podrían remontarse a más de siete años.
Los dos acusados aseguraron que actuaron movidos por la piedad, algo que es descartado por los investigadores. AFP
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