"Juan Pablo (Terra) fue más de una vez un hereje"
RAUL LEGNANI
–Juan Pablo Terra estuvo en la Unión Cívica, ¿usted también?
–Yo votaba a la Unión Cívica, pero nunca estuve afiliada.
–La imagen que yo tengo de la Unión Cívica es de gente muy brillante desde el punto de vista intelectual, pero a la vez siendo un grupo muy católico.
–Sí, muy católicos. Pero había posiciones muy distintas, porque entre Dardo Regules, Tomás Brenna, Chiarino y Venancio Flores existían diferencias muy grandes. La base era la doctrina social de la Iglesia, donde cada generación la fue adaptando a las circunstancias del momento. Los cristianos creemos en el Cristo histórico. Un Cristo que existió, pero además…
–Un Cristo que se construye.
–Exactamente. La comunidad cristiana es la presencia de ese Cristo en la Tierra. Al llevar a la práctica eso en situaciones políticas, sociales o morales, es donde suelen estar los problemas (se ríe) y las discrepancias.
–Me han dicho que en la Unión Cívica las reuniones se comenzaban rezando, ¿es así?
–Sí, sí. Había un crucifijo en la sala del Consejo, que cuando lo sacaron dio lugar a muchas discusiones.
–¿Por qué?
–Fue cuando trataron de construir un partido menos confesionario. Es que la Unión Cívica nació en momentos de enfrentamientos muy fuertes. Por un lado había un anticlericalismo y quizás una Iglesia que se afirmaba demasiado en algunas situaciones del siglo pasado (se refiere al siglo XIX). Defendiéndose de ese anticlericalismo la Unión Cívica creció, por ejemplo enfrentando la sacada de los crucifijos de los hospitales, aquello que dio lugar a aquel artículo tan lindo de Rodó.
Era un partido con un corte muy clerical. Cuando se transformó en Partido Demócrata Cristiano fue para dar lugar a un partido más abierto, que pudiera poner en práctica los valores sociales de la Iglesia para todos y no sólo para los católicos.
–¿Terra fue casi un hereje para la Unión Cívica?
–Más de una vez fue un hereje (se ríe).
–¿Qué recuerda?
–Recuerdo una convención muy dura que fue al principio de la revolución cubana. Para mí en ese momento Juan Pablo tuvo una posición muy clara, incluso cuando murió hubo una corona de la embajada de Cuba. Fue una muestra de que los cubanos habían entendido mucho más a Juan Pablo que otros de acá, que lo consideraban anticubano. También hubo otros que lo consideraron pro cubano. Fue un tema que en ese momento se debatía en blanco o negro. O se estaba con Fidel y se aceptaba que mandara presa gente, que incluso la torturaran, que persiguiera ideológicamente, que no pudiera venderse nada más que literatura marxista, o se estaba contra Fidel y entonces contra toda la obra positiva en la salud, en la enseñanza, en el campo de la reforma agraria y la revolución misma que había derrocado a Batista.
–Terra no duda con la revolución cubana, ¿se define enseguida?
–Se define enseguida y escribe algunos artículos, lo que provoca que mucha gente lo consideraba un defensor en todo de la revolución cubana. Cuando condenó prisiones, incluso las matanzas, también los otros lo consideraban anticubano. En ese momento es hereje para los dos lados.
–La Democracia Cristiana se forma en 1962, pero en los primeros años Juan Pablo Terra queda aparte, solo.
–Hay una convención en que le gritan a Juan Pablo y a otros «Â¡Váyanse a Cuba, comunistas!» En 1962 votamos a Zelmar Michelini, que presentó lista propia. Pero vuelve después, en 1964, cuando se producen cambios en la Democracia Cristiana.
–Volviendo a la Unión Cívica, ¿cómo se llamó la corriente que lideró Terra?
–Fue el Movimiento Socialcristiano, de donde surgió –lo digo con un lenguaje un poco obsoleto– el ala izquierda de la Democracia Cristiana. Luego vinieron los Equipos del Bien Común, que fueron otra cosa distinta.
–¿Eso fue en 1947?
–Justamente, fue inspirado en el pensamiento del dominico Levert, que fue un hombre que abrió camino en la sociología empírica. Juan Pablo, junto con otros, decidió seguir la línea del pensamiento de Levert que propone, desde el punto de vista sociológico, conocer primero la realidad, para después buscar las soluciones. También escribe trabajos muy valiosos sobre las formas de investigar la realidad social. Su idea era ir de una economía menos humana a una economía más humana. Es el humanismo entendido no sólo en lo personal, como pudieron haber sido muchos humanistas, sino en el valor del hombre y de todos los hombres.
–Entiendo que Levert cuando convoca a priorizar el estudio de la realidad pone a los sectores de la Iglesia Católica de cara a la realidad.
–Levert, que tenía una larga formación, sale a luz en la posguerra, en medio de una Francia que se estaba reconstruyendo y eso lo hace hombro a hombro con los marxistas. Por mucho tiempo Levert fue mirado como un personaje difícil.
–También hereje…
–Vino al Uruguay algunas veces, pero después ya no pudo venir porque a las autoridades de la Iglesia de aquel momento no les provocaba ninguna simpatía. Pero cuando cambia el pontificado, Pablo VI lo llama para escribir la Populorum Progressio. Fue su gran asesor. Con Juan Pablo tuvimos el privilegio de tener una entrevista privada con Pablo VI, lo primero que le preguntó fue si era alumno de Levert, «que fue mi colaborador en la Popularum Progressio», una de las grandes encíclicas sociales cristianas.
–¿Con esa encíclica cambia la historia de la Iglesia?
–Con Juan XXIII cambia la historia y Pablo VI es su continuador.
–Creo que estamos ante la confluencia de muchas cosas: Juan Pablo Terra conoce a Levert, se produce la revolución cubana, Juan XXIII comienza a cambiar la Iglesia. Por esos años aparece la obra de Terra, «Mística, desarrollo y revolución».
–La escribió en las vacaciones de 1969, cuando la situación del país ya era muy difícil y él era diputado. Creo que es el libro más importante de Juan Pablo y que hoy la juventud lo sigue leyendo.
–¿Dónde pasaron esas vacaciones trabajando?
–Fue en un campo que tenía mi suegra en Paysandú, pero nunca más de 15 días. Así que el libro lo escribió entre el campo y en casa, trabajando de noche.
–¿También influyó mucho en Terra, monseñor Carlos Partelli?
–Claro, Partelli era el obispo de Tacuarembó y Rivera, que en esos años lanza la pastoral que versa sobre la reforma agraria y que fue muy atacada. Pero que Juan Pablo defendió en la Cámara.
Partelli fue un hombre muy acompasado a los cambios positivos de la Iglesia, muy respetuoso de todo aquello que en el laico podía hacer su interpretación libre, según su conciencia. No fue un hombre que trata de disciplinar a la gente más allá de lo que Cristo quiso disciplinarla. El trato con Partelli fue frecuente.
–Lo interesante es que Terra impone cambios no sólo en las ideas filosóficas y políticas, sino también en la arquitectura. Incluso construye una Iglesia en la calle Millán, entre Cisplatina y Lucas Obes, donde la idea de comunidad aparece en el manejo de los espacios.
–Sí, es así. El altar está muy centrado y los bancos rodean ese altar. La comunidad cristiana, que es la Iglesia, que es asamblea, rodea al celebrante.
–Antes de Juan XXIII la misa se daba de espaldas a la gente…
–Sí, de espaldas al público. Después del concilio se hace de frente y se abandona el latín para hacerlo, en nuestro caso, en español. Esa Iglesia es muy linda, lástima que
no se terminó nunca.
–Juan XXIII vincula a la Iglesia con los sectores más humildes, y también por primera vez un Papa no llama a los creyentes a no votar a los marxistas. ¿Es así?
–Juan XXIII cambió totalmente a la Iglesia respecto a «legislar» en cuestiones temporales, terreno en que si uno mira la historia de la Iglesia hay grandes aciertos pero también grandes errores. Un sacerdote dijo una vez que la gran verdad de la Iglesia, que estaba inspirada en el Espíritu Santo, era que hubiera sobrevivido pese a los terribles errores históricos que había cometido.
–Cuando Aldo Moro es muerto por las Brigadas Rojas en Italia, Juan Pablo Terra promueve una misa. ¿Vivíamos en dictadura?
–Sí, fue en la Iglesia de los Capuchinos. Aldo Moro fue el que formuló el «Compromiso histórico» para Italia, que implicaba la alianza de los católicos con los comunistas. Fue una propuesta de centro-izquierda.
Juan Pablo era amigo de Moro y le dolió mucho su muerte. En 1988, a los diez años de muerto Aldo Moro, hubo una semana de homenajes en la Alta Academia Aldo Moro, donde Juan Pablo expuso un tema. Yo lo acompañé y ahí conocí a Inés y a dos de sus hijos que estaban allí.
–Si seguimos en esta construcción histórica llegamos a que en 1968 Terra lanza la idea de un encuentro de las fuerzas progresistas…
–Era la época de las Medidas de Seguridad reiteradas, de prisiones políticas. En el Parlamento se daba un encuentro de legisladores de distintos partidos, que estaban de acuerdo con enfrentar aquellas medidas. Y Juan Pablo opinaba que había que unir a todos, en una acción política conjunta. En ese momento coincidía con una cantidad de gente, entre otros con el Partido Comunista, con los socialistas que no estaban el Parlamento, con Michelini, Batalla, pero también con la doctora Alba Roballo y con el doctor Amílcar Vasconcellos. La idea era hacer un frente único.
–Esto le da un perfil distinto a la Democracia Cristiana.
–Y no sólo a la Democracia Cristiana, sino a la unidad de las izquierdas. Por algo se votó en 1971 bajo el lema Democracia Cristiana, porque la aparición de los cristianos ahí sacaba, para mucha gente, el estigma del marxismo. Y esto permitió que se concretara en una forma política viable.
–Creo que Terra dijo alguna vez, me lo han dicho militantes cristianos, que Rodney Arismendi era un caballero en materia política.
–Sí. La Democracia Cristiana, el Partido Comunista y Michelini fueron los tres pilares de la unidad de las izquierdas. Primero se forma el Frente del Pueblo con Michelini y Juan Pablo, después se lanza el Frente Amplio con el general Líber Seregni que tuvo un carisma muy especial. Fue un acierto enorme elegirlo a él y que él aceptara.
–Luego los años previos al golpe de Estado y Terra también es actor principal.
–Fueron años muy duros. Las denuncias sobre el Escuadrón de la Muerte implicaron amenazas de muerte. El último caso fue la de Fernández Mendieta. Un muchacho que lo llevaron a las 9 de la mañana y a las 2 de la tarde lo entregan con el cajón cerrado y orden de no abrirlo. Juan Pablo fue, hizo abrir el cajón, consiguió un médico, se sacaron las fotos del cadáver y así se demostró que había sido horriblemente torturado. Le escribió una carta a Chappe Pose sobre las denuncias, que provocó que el ministro de Defensa se ofendiera. Cuando lo llamaron al Senado dijo que no iba hasta que Juan Pablo no se disculpara porque no le había escrito a él. En ese momento Juan Pablo se tuvo que ir a Yugoslavia e Italia, donde lo sorprendió la noticia del golpe de Estado.
Pero Juan Pablo volvió enseguida. A los pocos días sufrió la primera prisión, cuando cayó la Mesa del Frente. La más larga fue de un mes y medio, cuando fue degradado Seregni, cuando aún se editaba Aquí. Juan Pablo escribió bajo el título El caso Dreyfus, un militar francés que había sido degradado y preso a fines del siglo XIX, para referirse a Seregni. No lo tocaron nunca, aunque en un plantón se desmayó, yo creo que porque estaba muy nervioso porque tenía encima una carta de Seregni. Por suerte no lo revisaron y después, cuando fue al baño, se deshizo de la carta.
–Hoy, ¿estamos como sociedad más cerca o más lejos de los sueños de Juan Pablo Terra?
–Yo creo que estamos mucho más lejos. Hoy se está educando a los jóvenes, a través de los medios, en torno a los valores del éxito y de lo personal. Y en el disfrute del momento. Tengo la sensación de que aquella juventud de 1971 era mucho más comprometida políticamente, mucho más interesada. *
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