Julio Castro: periodista y pedagogo de la alfabetización en libertad
Era a los 68 años una de las figuras emblemáticas y mas entrañables de la izquierda uruguaya. Pedagogo y periodista, Julio Gerardo Castro Pérez nació en Florida (13-11-1908), fue maestro, intervino en campañas de alfabetización en América Latina (vivió en Ecuador entre 1966 y 1970), asesoró a la Unesco y escribió ensayos que marcaron toda una época, como «El analfabetismo» o «La escuela rural en el Uruguay».
Lo acompañó a Carlos Quijano en el semanario «Marcha» desde sus comienzos (1939), y a la hora de su clausura final, el 26 de noviembre de 1974, era subdirector de la publicación y su redactor responsable. Fue uno de los firmantes de la declaración del 7 de octubre de 1970, propiciando la unidad de las fuerzas progresistas, que devino en el surgimiento del Frente Amplio en febrero del año siguiente.
Casado, con dos hijos, Castro vivía en un apartamento en el sexto piso de un edificio ubicado en Julio Herrera y Obes 1166. Estaba jubilado y tenía un pequeño campo en la localidad de Cuchilla de Arbolito, en Tacuarembó. Era de los disidentes a la dictadura que se mantenía activo, esperanzado, en contacto con sus compañeros, muchos en el exilio (Quijano vivía en México; Arturo Ardao en Venezuela).
El domingo 31 de Julio de 1977, Castro y su mujer, Zaira Pilar Gamundi (64) regresaron de Santa Lucía del Este. Al abrir la puerta del apartamento, encontraron un papel que les indicaba que había muerto el historiador Eugenio Petit Muñoz, y que el sepelio sería al día siguiente, a la hora 11, en el Cementerio del Buceo. La Policía prohibió los avisos fúnebres.
El lunes 1º, Castro salió por la mañana en su camioneta Indio. Era su intención despedir a Petit Muñoz en el Buceo, pero antes pensaba dar algunas vueltas. Vestía un pantalón de lana marrón con rodillera, un pullover de lana verde, saco negro, sobretodo jaspeado y sombrero gris. Estuvo brevemente en lo del periodista Efraín Quesada, que vivía en Llambí 1417, pero nunca llegó a la casa del entonces capitán Óscar Lebel, situada a pocas cuadras.
Sobre las 10.30, Julio Castro fue interceptado en Rivera y Sosa por dos hombres que lo obligaron a entrar en un auto, mientras un tercero se hacía cargo de la camioneta, de color amarillo y negro. Todos pertenecían a un comando del Servicio de Información de Defensa (SID, inteligencia militar), que lo secuestró y lo condujo a una cárcel clandestina («La casona»), situada en Millán 4269 esquina Loreto Gomensoro, donde fue reconocido por otros presos, como el periodista brasileño Flavio Taváres. La Comisión para la Paz, en su informe de 2003, llegó a la conclusión de que Castro fue «sometido a torturas, a consecuencia de las cuales falleciera, en ese lugar, el 3 de agosto de 1977, sin recibir atención médica». «Sus restos, según la información recibida, habrían sido primero enterrados en el Batallón 14 de Toledo, y después exhumados a fines del año 1984, incinerados y tirados al Río de la Plata». Esta versión fue corroborada por el propio informe del Ejército del 8 de agosto de 2005.
En aquel agosto de 1977, la familia de Castro hizo la denuncia policial de su desaparición. El 28 de setiembre la Jefatura de Policía de Montevideo dio a conocer un comunicado con su foto, pidiendo la «cooperación de la población para ubicar (su) paradero».
El 3 de octubre la Dirección Nacional de Migración informó oficialmente que en realidad Castro había viajado a Buenos Aires, en el vuelo 159 de la compañía Pluna, el día 22 de setiembre.
El periodista uruguayo Ruben Cotelo, estaba sí en aquel avión, pero nunca lo vio a Castro; además, ese vuelo nunca llego a Aeroparque. Problemas meteorológicos obligaron a la aeronave a retornar a Montevideo.
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