El gatillo paraguayo del Escuadrón de la Muerte vivió varios años en Soriano
El presunto médico paraguayo Angel Pedro Crosa Cuevas, cuya captura internacional solicitó el fiscal Ricardo Perciballe, aparece como uno de los personajes más siniestros y misteriosos del grupo de integrantes del Escuadrón de la Muerte, cuya actuación en los años 60 indaga la Justicia uruguaya.
Perciballe solicitó la ubicación de Crosa Cuevas junto al pedido de procesamiento del empresario Miguel Sofía, el inspector Pedro Fleitas y otros dos policías de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, el inspector Jorge Grau Saint Laurent y el oficial Washington Grignoli, encausados por constituir el Escuadrón de la Muerte.
Los procesados son indagados por su responsabilidad en el asesinato de los estudiantes Ibero Gutiérrez y Manuel Ramos Filippini, y por la desaparición de Abel Ayala y Héctor Castagnetto, en un pronunciamiento del Ministerio Público ante la jueza penal de 8º Turno Graciela Eustachio, actuante en la causa.
Sin embargo, en el caso de Crosa Cuevas la indagación no ha podido aún aclarar una serie de puntos oscuros, como su verdadero nombre, ya que artículos de prensa de la época refieren a él como «doctor Closa» pero existen denuncias que lo identifican como Crosa Cuevas y versiones que lo denominan «Crosas» Cuevas.
Curiosamente, un Angel Pedro Closa Cuevas todavía aparecía en el padrón primario del orden de egresados para las elecciones universitarias del año 2001 y, con el mismo nombre, figura aún como médico en un listado de profesionales de las páginas oficiales de Internet del Ministerio de Salud Pública uruguayo.
La «conexión paraguaya»
El intervencionismo de los servicios de inteligencia extranjeros en el terrorismo de Estado practicado en Uruguay entre los años 1970 y 1973 ha sido investigado por la historiadora Clara Aldrighi, quien en un artículo publicado en «Brecha» trazó un perfil del oscuro personaje paraguayo, considerado uno de los fundadores del Escuadrón.
Aldrighi explica que Crosa Cuevas, un violento médico psiquiatra, junto a personal diplomático de la embajada paraguaya fue parte de aquel Escuadrón y el propio médico paraguayo habría organizado a jóvenes de extrema derecha en la constitución de la organización Juventud Uruguaya de Pie (JUP).
Crosa Cuevas era asesor del subsecretario del Ministerio del Interior, Armando Acosta y Lara, y habría sido quien dirigió personalmente a quienes el 17 de agosto de 1971 actuaron en el secuestro, tortura y asesinato de Héctor Castagnetto en el domicilio del médico paraguayo, en la calle Araucana.
El viceministro Acosta y Lara fue quien ordenó ponerse bajo el mando de Crosa Cuevas a Nelson Bardesio (hoy detenido en Argentina para su extradición a Uruguay por esta causa judicial) y al subcomisario Oscar Delega, ambos funcionarios de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII), que comandaba el inspector Pablo Fontana.
El alquiler de una casa usada por Crosa Cuevas en la calle Araucana era pagado por el Ministerio del Interior. Tenía su propio archivo de inteligencia y dirigía un equipo de infiltración en el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, como ya había hecho el escuadrón «Guardia Urbana» en la dictadura de Stroessner.
Una nota «al rojo vivo»
La investigación de Clara Aldrighi coincide con las denuncias que en su momento realizara el senador democristiano Juan Pablo Terra, quien pudo indagar sobre el siniestro Crosa Cuevas, quien habría estudiado medicina en Paraguay junto al entonces embajador guaraní Luis Atilio Fernández, quien encubría sus actividades.
La denuncia parlamentaria del senador Terra estableció que Crosa Cuevas había sido expulsado de su país por un antecedente violento y llegó a Uruguay para radicarse en la ciudad de Dolores, donde ejerció como médico sin revalidar su título. Allí, con colaboración de la Policía local, fundó un grupo de la JUP.
De aquellos años en la localidad del departamento de Soriano surgen las fotos que publica hoy LA REPUBLICA, donde se revela el rostro del entonces «doctor Closa», difundido en un artículo de la publicación «Al Rojo Vivo», publicación que envió en 1966 un periodista a Dolores para investigar una denuncia de malos tratos contra el médico paraguayo.
El «Dr. Closa» había sido denunciado policialmente por violencia contra una empleada doméstica de 14 años de edad que trabajaba en su casa, pero el médico paraguayo pasó a denunciar al comisario Graside por seguir adelante con la denuncia y ordenar su detención. El escándalo local se transformó en noticia nacional.
El enviado de «Al Rojo Vivo», Enrique Piñeyro, llegó a entrevistar a Crosa en su casa y describe al médico paraguayo como un hombre de más de un metro ochenta de altura y noventa kilogramos de peso: «Tengo por norma no golpear a nadie y si lo hiciera esté tranquilo que el golpeado no volvería a levantarse», le declaró.
«Retrato de un desconocido»
Aldrighi y la profesora de historia María Luisa Mendoza (fundadora del Frente Amplio de Dolores en 1971) también realizaron una investigación en Dolores, donde pudieron dialogar con quienes conocieron al entonces Dr. Closa a mediados de los años 60, antes de que pasara a asesorar a Acosta y Lara en Montevideo.
LA REPUBLICA tuvo acceso a la indagación de ambas historiadoras contenida en un artículo denominado «Retrato de un desconocido Crosas Cuevas en Dolores», que será publicado en el segundo tomo del trabajo de Aldrighi «La Intervención de Estados Unidos en Uruguay (1965-1973)»; en el primer tomo trató el caso Dan Mitrione.
Crosa Cuevas se había establecido a mediados de 1965 en Dolores, donde se presentó como médico graduado en Paraguay y le solicitó trabajo al intendente de Soriano y director del Hospital de Dolores, Oscar Perendones, quien pese a que el visitante no tenía su título le autorizó a ejercer honorariamente por una recomendación de la embajada de su país.
Aparentaba entonces 40 años y se destacaba por vestir con elegancia (traje gris, zapatos lustrados) y para marzo de 1968 había sido admitido como profesor de ciencias naturales en el Liceo de Dolores, donde era considerado un autoritario. Llegó a dirigir clases de gimnasia en el club deportivo San Lorenzo, pero los jóvenes decían que «el entrenamiento era de servicio militar». Se radicó en la calle Puig 1579, cerca de la plaza, donde vivía con su madre, Filomena Cuevas, y su mujer argentina, quien se comentaba era la esposa de un médico argentino y había sido «robada». Otra mujer llegó luego a la casa, hermana de una profesora designada desde Montevideo para trabajar en el Liceo. En 1971 había dos niños en la casa, uno de ellos nacido en Dolores.
Distante de sus colegas, rehuía encuentros sociales y visitas. En una ocasión, relata un vecino, un enfermero pasó por la casa y entró sin llamar. Escuchó la voz de Crosa Cuevas hablando con alguien, pero al traspasar el zaguán encontró al médico paraguayo conectado con un trasmisor de radio. El incidente provocó su furia.
Era un espía de Stroessner
Los testimonios recogidos en entrevistas de la profesora María Luisa Mendoza incluyen incidentes violentos con médicos, relacionamiento con todos los personajes y policías derechistas de la localidad y particularmente con los miembros de la delegación de bomberos, donde solía vérsele. Habitualmente visitaba a una familia de estancieros, blancos herreristas. En una de esas tertulias habría dicho «cómo se infiltraba en los grupos de oposición en Paraguay ayudándolos a organizarse. Explicaba que cuando alcanzaba un consistente número de integrantes los delataba para que la dictadura los asesinara, torturara y desapareciera».
Varios testimonios confirman que Crosa Cuevas organizó la JUP en Dolores y posiblemente a nivel nacional. También creó la sección local de la Confederación de Estudiantes del Interior (CEI), de extracción anticomunista. En la tarea lo habría ayudado
el hijo de un rematador de Carmelo, a quien se solía ver armado.
Fue reconocido como espía de Stroessner por un sacerdote paraguayo de apellido Aguilera, residente en Montevideo, quien visitaba Dolores. Otro testigo afirma que en Montevideo, en una reunión en la casa de un coronel donde estaba Crosa, la esposa del militar comentó: «Estoy preocupada porque no conozco a esta gente. No sé a qué vienen y andan armados».
Versiones sobre su conexión con la CIA, de la visita de un presunto hermano de unos 25 años que estaría radicado en Nueva York y no se le parecía o respecto a casos de mala praxis, se integran al relato de las historiadoras, que señalan que en febrero de 1971 Crosa Cuevas se trasladó a Montevideo.
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